Renovados llamamientos al arrepentimiento; la longanimidad de Dios
El capítulo 26 comienza esta serie de detalles con una profecía del comienzo del reinado de Joacim. Se advierte al pueblo, como si ya estuviera en pecado, que si se arrepiente, escapará. Hemos visto constantemente a este personaje unido a las profecías de Jeremías, como si Dios dijera: “Hoy, si oís mi voz”. Las circunstancias hicieron que esta apelación fuera urgente, porque de hecho, si Israel no se arrepentía, la casa de Jehová sería como Silo. Encontramos aquello de lo que Dios había advertido al profeta. Se esfuerzan contra él; pero, como Jehová había prometido, no obtienen ninguna ventaja sobre él. Vemos que es el partido eclesiástico el que excita al pueblo contra el testimonio que Dios les da por boca del profeta. Pero Dios vuelve el corazón de los príncipes y del pueblo hacia él. También hubo algunos que consideraron los caminos de Jehová. Su inteligencia no llegó muy lejos, pero lo suficiente para la liberación; temían a Dios. Podemos señalar aquí, que la conciencia se apoderó de la Palabra de Dios en su aplicación inmediata. Sin duda, el mal seguiría aumentando, y, cuando estuviera maduro, el juicio se cumpliría (porque Dios no golpea antes de que la iniquidad haya llegado a su apogeo), y entonces la profecía se cumpliría. Pero la conciencia, bajo la influencia de la Palabra, toma conocimiento de los principios que son juzgados por ella, incluso cuando todo aún no está maduro para el juicio; y, en consecuencia, la sentencia no se ha ejecutado (vss. 18-19).