Jeremías 31-32

 
la restauración y bendición de Israel; Disfrute de la liberación completa
Capítulo 31. Pero no sería sólo Judá, a quien se dirigieron las profecías de Jeremías, la que debería ser restaurada, todas las familias de Israel deberían disfrutar de esta bendición. Jehová debe ser su Dios, ellos deben ser Su pueblo. Unas pocas palabras serán suficientes para fijar la atención del lector en esta hermosa profecía. Todas las tribus están allí, pero todas en renovada relación con Sión. Es una liberación realizada por el Señor, y por lo tanto es completa. Su disfrute no se ve obstaculizado por la debilidad. Es una liberación que derrite el corazón y produce lágrimas y súplicas, pero que elimina toda causa de lágrimas, excepto la gracia. No se lamentarán más; su alma será como un jardín regado; estarán satisfechos con la bondad de Jehová. Efraín se ha arrepentido, y Dios le hará sentir que nunca lo ha olvidado. El Señor siempre ha recordado a Su hijo errante; Judá será la morada de la justicia y el monte de santidad. Esto será a través de un nuevo pacto, no el que se hizo cuando salieron de Egipto. La ley estará escrita en su corazón; todos conocerán a Jehová; y ninguno de sus pecados será recordado más. Si Dios derrocara las ordenanzas de la creación, entonces, dice Él, Israel será desechado por todo lo que han hecho. Finalmente, el Señor declara en detalle la restauración de Jerusalén.
Yo añadiría que en el versículo 22 sólo veo debilidad. Israel, débil como mujer, poseerá y vencerá toda fuerza, ya que esa fuerza se manifiesta en lo que es muy débil.
La compra del campo como prueba del retorno seguro de la gente de acuerdo con los consejos de gracia de Dios
Estos dos capítulos dan en general el testimonio profético de la restauración de Israel. El capítulo 32 lo aplica a las circunstancias de los judíos sitiados en Jerusalén; aprovechando la ocasión, desde la ruina que evidentemente los amenazaba con la presencia de Nabucodonosor, para anunciar los consejos infalibles de Dios en gracia hacia ellos. Jeremías había declarado que la ciudad debía ser tomada, y Sedequías la llevó cautiva, pero Jehová le había hecho comprar un campo, como prueba de que el pueblo debía regresar con seguridad. Señala la iniquidad del pueblo y de la ciudad desde el principio; pero ahora que, en la desesperación por el pecado, su ruina les parecía inevitable, Jehová declara no sólo un regreso del cautiverio, sino la plena eficacia de Su gracia. Él daría unidad de corazón a la gente, para que puedan servirle para siempre. Su relación con Dios como Su pueblo debe establecerse plenamente de acuerdo con el poder de un convenio eterno. Jehová se regocijará en hacerles bien. Él los plantaría en la tierra con todo Su corazón y toda Su alma. Fue Él quien trajo todo este mal en juicio, y fue Él quien traería todo el bien que había prometido.