la debilidad de Sedequías; Los caminos perfectos de Dios para salvar a los justos
El capítulo 37 nos da a Sedequías en el mismo estado de desobediencia. Se mantiene un espectáculo de religión y, teniendo un momento de respiro que excita algo de esperanza, el rey busca una respuesta del Señor por medio de Su profeta. Pero las circunstancias favorables, a través de las cuales podría parecer que los impíos pueden escapar del juicio, no alteran la certeza de la Palabra. Jeremías trató de aprovechar la oportunidad para evitar el juicio que venía sobre la ciudad rebelde; pero esto sólo sirve para manifestar el odio del corazón al testimonio de Dios; y los príncipes del pueblo, acusando a Jeremías de favorecer al enemigo, porque proclamó el juicio que debía caer sobre el pueblo por sus medios, lo encarcelaron. Sedequías manifiesta algo de conciencia al liberarlo.1 En general, hay más conciencia en Sedequías personalmente que en algunos otros de los últimos reyes de Judá. (Ver versículo 21, capítulo 21 y capítulo 38:10,14,16.) Por esta razón, tal vez, fueron esas pocas palabras de favor y misericordia dirigidas a él en el capítulo 34:5. Pero era demasiado débil para permitir que su conciencia lo guiara por el camino de la obediencia. (Compárese con los capítulos 38:2-12.) Este último capítulo nos da la historia de su debilidad. Sin embargo, en medio de toda esta escena de miseria e iniquidad encontramos algunos ejemplos raros de hombres justos; y, por terrible que sea su juicio, Dios los recuerda; porque su juicio es terrible porque es justo. Ebed-melej, que dio a luz a Jeremías, se salva. Baruc también preserva su vida; e incluso Sedequías, como hemos visto, es consolado por algunas palabras de aliento, aunque debe sufrir las consecuencias de sus faltas. Los caminos de Dios son siempre perfectos, y si sus juicios son como un torrente abrumador en cuanto al hombre, todavía todo, incluso hasta el más mínimo detalle, es dirigido por Su mano; y los justos se salvan. La prisión incluso se convierte en un lugar seguro para Jeremías, y Jehová se digna no sólo perdonar a Ebed-melej, sino enviarle un testimonio directo de Su favor por boca de Jeremías, para que pueda entender la bondad de Dios en quien había confiado.
(1. Véase la nota anterior.)