Sedequías llevado a Babilonia; esfuerzo inútil para escapar del juicio
Después de esto, el capítulo 39 y los capítulos siguientes nos dan la historia de la confusión y la iniquidad que reinó entre los remanentes que no fueron llevados cautivos a Babilonia, para que fueran dispersados, y que todos llevaran plenamente el juicio que Dios había pronunciado. Sin embargo, si en esta última hora este remanente se hubiera sometido al yugo de Nabucodonosor, la paz debería haber reinado en la tierra, y los pocos que quedaban deberían haberla poseído. Pero algunos se rebelan, y los otros temen las consecuencias de su locura. No hay idea de confiar en Jehová. Consultan a Jeremías, pero se niegan a obedecer la palabra del Señor de su boca. Se refugian en Egipto para escapar de Nabucodonosor, pero sólo para caer bajo la espada que los habría salvado en Judea, si hubieran permanecido allí en sujeción al rey. En Egipto se entregan a la idolatría, para que la ira de Dios venga sobre ellos hasta el fin. Sin embargo, Dios perdonaría incluso un pequeño remanente de estos, pero Faraón-hophra, en quien confiaban, debería ser entregado en manos de Nabucodonosor, como lo había sido Sedequías.