El templo es testigo contra la iniquidad; el dolor del profeta; Los justos juicios de Dios
El capítulo 7 comienza una nueva profecía, contemplando especialmente el templo, que, en lugar de ser una protección (como la gente, sin conciencia, lo tendría), se convirtió en una demostración más de su iniquidad. Debían recordar a Silo; porque la casa de Dios también debe ser derrocada. Judá debía ser desechada, como lo había sido Efraín, y Dios no escucharía ninguna intercesión por su pueblo. Él requería obediencia y no sacrificio, y si la gente entraba en Su casa mientras practicaban la idolatría, no hacían más que contaminarla. Pero Israel tenía menos entendimiento que las aves del cielo, que al menos conocían sus tiempos señalados, mientras que Israel no conocía el juicio de Jehová (cap. 8).
Desde el versículo 18 hasta el versículo 2 del capítulo 9, el profeta expone la profundidad de su dolor. Desde el versículo 3 del capítulo 9 proclama juicio, un juicio que también visitará a las naciones circundantes. Y en vista de estos juicios, exhorta a todo hombre a no gloriarse en el hombre, sino en el conocimiento de Jehová (vss. 23-24).