Jeremías

 
El carácter y estilo diferente de Jeremías en comparación con Isaías debe sorprender a cualquier lector cuidadoso. Aquí no tenemos los magníficos despliegues de los propósitos de Dios para esa tierra de la cual Israel era el centro, sino que tenemos la profecía en su trato moral con las almas del pueblo de Dios. Sin duda, los juicios se pronuncian sobre los paganos, pero la intención era actuar según la conciencia del judío, y para hacer esto vemos cuánto hace el Espíritu de Dios de la propia experiencia de Jeremías. De todos los profetas no tenemos ninguno que haya analizado tanto sus propios sentimientos, sus propios pensamientos, sus propios caminos, su propio espíritu.
Por lo tanto, Jeremías es el único que nos da el Libro de Lamentaciones. Estas lamentaciones son las efusiones de su alma a Dios, que se acercan mucho al carácter de los Salmos, como de hecho su profecía también hace más que cualquier otro de los profetas, ya sea mayor o menor.
De esta manera, entonces, Jeremías tiene un carácter propio y uno de no poca importancia. Prácticamente, creo, su estilo es muy instructivo para el alma del creyente. Encontraremos que tenemos las experiencias internas del profeta registradas en la medida en que esto podría ser de acuerdo con la medida de la revelación que Dios había hecho de sí mismo en los tiempos del Antiguo Testamento.
Desde el primer verso encontramos estas características. Jeremías era el hijo de Hilcías, de los sacerdotes que estaban en Anatot en la tierra de Benjamín. La palabra de Jehová vino a él en los días de Josías, rey de Judá, en el decimotercer año de su reinado. Es decir, fue llamado a la obra cuando Dios estaba obrando poderosamente no sólo en el buen rey Josías, sino en algunos del pueblo judío.
Ahora está claro que este arrepentimiento parcial del pueblo no era adecuado para el carácter de la obra confiada a Jeremías. El suyo era realmente un trabajo interno en la conciencia. Pero lo que sacó a relucir las expresiones de su dolor fue que el efecto de la reforma de Josías fue meramente externo.
Por lo tanto, esta condición del pueblo dio ocasión al doble carácter de la profecía de Jeremías. Tenían pretensión externa y profesión, gran apariencia de bien, un poco de bien real debajo de la superficie con una gran cantidad de espectáculo externo. Su condición no era precisamente como se muestra en la higuera que cayó bajo la maldición del Señor: abundancia de hojas y nada de fruto. En los días de Jeremías, el estado nacional era en gran medida lo que él mismo decía (capítulo 24). Había algunos higos buenos, y los higos buenos eran muy buenos; Pero había muchos higos traviesos, y los higos traviesos eran muy traviesos. Este carácter moral lo encontraremos, entonces, en este libro.