Prefacio

 
Las profecías de Jeremías comenzaron en el decimotercer año de Josías, rey de Judá, y continuaron después de la destrucción de Jerusalén por Nabucodonosor unos cuarenta años después. Por lo tanto, su testimonio fue dado en el momento en que el reino de David estaba a punto de ser abolido como testigo nacional de Jehová en la tierra.
Hay alguna analogía en el carácter moral entre los últimos días de Judá y los últimos días de la iglesia, y como las diversas verdades entregadas por Jeremías fueron elegidas por el Espíritu para adaptarse a la condición del pueblo judío, este libro tiene un gran valor práctico en los tiempos actuales. Se pueden obtener muchas lecciones saludables de fidelidad y obediencia en medio de la debilidad y la confusión prevalecientes de las propias experiencias del profeta y de los mensajes que recibió del Señor. Estos son tan necesarios hoy como entonces.
En su oficio como portavoz de Jehová, Jeremías fue santificado desde su nacimiento, y se distingue entre sus compañeros profetas del Antiguo Testamento como profeta de las naciones. Jerusalén fue puesta en medio de los gentiles como el centro del gobierno divino en la tierra. Antes de que la ciudad de Sion fuera destruida por los gentiles, la de Jeremías es la última voz que pronunció desde ese centro la palabra de Jehová a Judá e Israel y a las naciones circundantes.
El profeta mismo era un hombre de aguda sensibilidad y tierno sentimiento, muy odiado y despreciado por sus compatriotas por la fidelidad de su servicio profético a ellos. Su dolor personal y su sufrimiento real surgieron tanto de su ferviente celo por la gloria de Jehová como de su intenso afecto por sus compañeros judíos. A lo largo del Libro, los ejercicios piadosos del corazón de Jeremías se muestran sobre el fondo oscuro del mal inveterado en los corazones de los hombres de Judá y Jerusalén.
Algunas de las profecías de Jeremías se han cumplido, mientras que otras aún esperan su cumplimiento. En la primera clase se incluyen el regreso de los cautivos judíos de Babilonia después de un período exacto de setenta años, y también la destrucción del imperio de Babilonia misma, el primer gran poder gentil al que Dios confió el dominio mundial en el desplazamiento de Israel.
Entre las profecías que aún no se han cumplido está la relativa a la restauración de Israel y Judá para ser el pueblo peculiar de Jehová en la tierra, cuando todas las familias de Israel regresen en prosperidad bajo el gobierno directo del Hijo de David prometido desde hace mucho tiempo, el renuevo justo de Jehová y el Rey de Israel. Pero esta introducción del nuevo y sempiterno pacto, que el profeta predijo, no tendrá lugar hasta que hayan pasado por el período sin precedentes de la angustia de Jacob, la gran tribulación de la cual el remanente será salvo.
En el esquema comparativamente breve del difunto William Kelly, estos y otros temas en el Libro se indican como y dónde ocurren. Este bosquejo ha sido preparado a partir de los registros de su ministerio oral. Sin ser una exposición de las profecías de Jeremías en toda su gama, el bosquejo constituye una valiosa introducción a su estudio, un estudio que no puede ser descuidado sin pérdida espiritual en este día de espantosa declinación en la profesión cristiana y de creciente antagonismo en el mundo político.
W. J. HOCKING 31 de octubre de 1937