El Buen Pastor Contrastado Con Los Pastores De Israel
En el capítulo 10, Él se contrasta con todos aquellos que pretendían, o habían pretendido, ser pastores de Israel. Él desarrolla estos tres puntos: Él entra por la puerta; Él es la puerta; y Él es el Pastor de las ovejas—el buen Pastor.
La Entrada Del Señor Al Redil; El Pastor Verdadero
Él entra por la puerta. Es decir, Él se somete a todas las condiciones establecidas por Aquel que construye la casa. Cristo responde a todo lo que está escrito acerca del Mesías, y emprende la senda de la voluntad de Dios al presentarse al pueblo. No se trata de energía y poder humanos dando vida y atrayendo las pasiones de los hombres, sino del hombre obediente que se inclinaba a la voluntad de Jehová, guardaba el humilde lugar de un siervo, y vivía por cada palabra que procedía de la boca de Dios, que se inclinaba en humildad al lugar en el que el juicio de Jehová había puesto y había visto a Israel. Todas estas citas del Señor en Su conflicto con Satanás, son de Deuteronomio. Por consiguiente, Aquel que vela sobre las ovejas, Jehová, actuando en Israel por Su Espíritu y providencia, y ordenando todas las cosas, le da acceso a las ovejas a pesar de los Fariseos y sacerdotes, y de tantos otros. Los escogidos de Israel oyen Su voz. Ahora bien, Israel estaba bajo condenación; por lo tanto, Él saca fuera las ovejas, pero Él va delante de ellas. Él abandona el antiguo redil, bajo vituperio, sin duda, pero yendo delante de Sus ovejas, en obediencia conforme al poder de Dios—una seguridad para todo aquel que creía en Él, que era el camino derecho, una garantía para que le siguieran, aun a riesgo de todo, enfrentando cada peligro y mostrándoles el camino.
Las ovejas le siguen, pues ellas conocen Su voz. Hay muchas otras voces, pero las ovejas no las conocen. La seguridad de ellas no consiste en que conozcan todas las voces, sino en conocer que ellas no son la única voz que es vida para ellas—la voz de Jesús. Todas las otras son las voces de extraños.
La Puerta Para Las Ovejas
Él es la puerta para las ovejas. Él es su autoridad para salir, y su medio para entrar. Entrando, ellas son salvas. Entran y salen. Ya no es el yugo de las ordenanzas, el cual, al guardarlas de los de fuera, las mete en prisión. Las ovejas de Cristo son libres: su seguridad está en el cuidado personal del Pastor; y en esta libertad ellas se alimentan de los buenos y abundantes pastos proporcionados por Su amor. En una palabra, ya no es más el judaísmo; es salvación, y libertad, y comida. El ladrón viene para obtener provecho de las ovejas, matándolas. Cristo vino para que tuvieran vida, y vida en abundancia; es decir, conforme al poder de esta vida en Jesús, el Hijo de Dios, quien pronto poseería esta vida (cuyo poder estaba en Su Persona) en resurrección después de la muerte.
El Buen Pastor Quien Dio Su Vida Por Las Ovejas
El verdadero Pastor de Israel—al menos del remanente de las ovejas—la puerta para autorizar su salida del redil judío, y admitirlas en los privilegios de Dios, dándoles vida de acuerdo a la abundancia en la cual Él era capaz de otorgarla—Él también se hallaba en especial relación con las ovejas puestas así aparte, el buen Pastor que dio así Su vida por las ovejas. Otros hubieran pensado en sí mismos, Él pensó en Sus ovejas. Las conocía, y ellas le conocían a Él, como el Padre le conocía y Él conocía al Padre. ¡Precioso principio! Ellos podrían haber entendido un conocimiento e interés terrenales de parte del Mesías en la tierra con respecto a Sus ovejas. Pero el Hijo, aunque entregó Su vida y estaba en el cielo, conoce a los Suyos, como el Padre le conocía cuando Él estaba en la tierra.
Sus “Otras Ovejas”; Un Rebaño Y Un Pastor
De esta manera, Él puso Su vida por las ovejas; y tenía otras ovejas que no eran de este redil, y Su muerte intervino para la salvación de esas pobres ovejas Gentiles. Él las llamaría. Sin duda Él había dado Su vida por los judíos también—por todas las ovejas en general, como tales (vers. 11). Pero Él no habla en forma diferente de los Gentiles hasta después que Él haya hablado de Su muerte. Él las traería también, y no habría más que un rebaño (no ‘un redil’, no hay ningún redil ahora) y un Pastor.
El Valor Intrínseco De La Muerte De Cristo a Los Ojos Del Padre; Su Poder Único Para Poner Su Vida Y Volverla a Tomar
Ahora bien, esta doctrina enseña el rechazo de Israel, y el llamamiento a salir de los escogidos de entre el pueblo presenta la muerte de Jesús como siendo el efecto de Su amor por los Suyos, nos habla del conocimiento divino de Sus ovejas cuando Él estará lejos de ellas, así como del llamamiento de los Gentiles. La importancia de una enseñanza tal en ese momento es obvia. Su importancia, ¡gracias a Dios! no se ha perdido por el transcurso del tiempo, y no está limitada al hecho de un cambio de dispensación. Ella nos introduce dentro de las realidades sustanciales de la gracia relacionadas con la Persona de Cristo. Pero la muerte de Cristo fue más que amor por Sus ovejas. Tenía un valor intrínseco a los ojos del Padre. “Por eso me ama el Padre, porque yo pongo mi vida, para volverla a tomar.” Él no dice aquí que la pone por Sus ovejas—es la cosa misma lo que está bien—agradando al Padre. Nosotros amamos porque Dios nos amó primero, pero Jesús, el Hijo divino, puede proveer motivos para el amor del Padre. Al poner Su vida, Él glorificó al Padre. La muerte era reconocida como el justo castigo por el pecado (siendo al mismo tiempo anulada ésta y aquel que tenía su imperio. Ver 2 Timoteo 1:10, hebreos 2:14), y se introdujo la vida eterna como el fruto de la redención—la vida de parte de Dios. Aquí también los derechos de la Persona de Cristo son presentados. Nadie le quita Su vida: Él mismo la pone. Él tenía este poder (poseído por nadie más, verdadero solamente de Aquel que tenía derecho divino) para ponerla, y poder para volverla a tomar. Sin embargo, incluso en esto, Él no se apartó de la senda de obediencia. Él había recibido este mandamiento de Su Padre. Pero, ¿quién hubiera sido capaz de realizarlo sino Aquel que podía decir: “Destruid este templo, y en tres días lo levantaré”?
“No Perecerán Jamás”: La Gloria Y El Amor Del Hijo Y Del Padre Identificados Con La Seguridad De Las Ovejas
Ellos discuten lo que Él había estado diciendo. Había algunos quienes sólo veían en Él nada más que un hombre, y un hombre que insultaba a Dios. Otros, movidos por el poder del milagro que Él había llevado a cabo, sintieron que Sus palabras tenían un carácter diferente de aquella palabra producto de la locura. Hasta cierto punto, sus conciencias fueron alcanzadas. Los judíos le rodean y le preguntan hasta cuándo los tendría en suspenso. Jesús responde que Él ya les había dicho; y que Sus obras daban testimonio de Él. Apela a los dos testimonios que hemos visto presentados en los capítulos anteriores (8 y 9); a saber, Su Palabra y Sus obras. Pero Él añade, que ellos no eran de Sus ovejas. Aprovecha entonces la ocasión, sin reparar en los prejuicios de ellos, para añadir algunas verdades preciosas respecto a Sus ovejas. Ellas oyen Su voz; Él las conoce; ellas le siguen; Él les da vida eterna; ellas nunca perecerán. Por un lado, no habrá ninguna pérdida de vida interior; por el otro, nadie las arrebatará de la mano del Salvador—la fuerza del exterior no vencerá el poder de Aquel que las guarda. Pero hay otra verdad y una infinitamente preciosa que el Señor en Su amor nos revela. El Padre nos ha dado a Jesús, y Él es mayor que todos los que intentarán arrebatarnos de Su mano. Y Jesús y el Padre son uno. ¡Preciosa enseñanza! en la cual la gloria de la Persona del Hijo de Dios se identifica con la seguridad de Sus ovejas, con la altura y profundidad del amor del cual ellas son los objetos. Aquí no es un testimonio que, completamente divino, presenta lo que el hombre es. Se trata de la obra y el amor eficaz del Hijo, y al mismo tiempo el del Padre. No es el “Yo soy”, sino “Yo y el Padre uno somos.” Si el Hijo ha consumado la obra y tiene cuidado de las ovejas, fue el Padre quien se las dio. El Cristo puede realizar una obra divina, y proporcionar un motivo para el amor del Padre, pero fue el Padre quien se la dio a hacer a Él. El amor de ambos para con las ovejas es uno, así como los que muestran ese amor son uno.
Los Asuntos De Los Capítulos 8 Al 10
El capítulo 8, por lo tanto, es la manifestación de Dios en testimonio, y como luz; los capítulos 9 y 10, hablan de la gracia eficaz que junta a las ovejas bajo el cuidado del Hijo, y del amor del Padre. Juan habla de Dios cuando habla de una naturaleza santa, y de la responsabilidad del hombre—habla del Padre y del Hijo, cuando habla de la gracia en relación con el pueblo de Dios.
Observen que el lobo podrá venir y arrebatar las ovejas si los pastores son asalariados; pero él no puede arrebatarlas de las manos del Salvador.
Rechazo Activo Del Señor; Israel Abandonado Definitivamente Por Él
Al final del capítulo, habiendo tomado los judíos piedras para apedrearle, por haberse hecho igual a Dios, el Señor no hace ningún intento para demostrarles la verdad de aquello que Él es, sino que les muestra que, conforme a sus propios principios y el testimonio de las Escrituras, ellos estaban equivocados en este caso. Él apela nuevamente a Sus propias palabras y obras, probando que Él estaba en el Padre y el Padre en Él. Nuevamente ellos toman piedras, y Jesús los abandona definitivamente. Todo había terminado con Israel.