El Capítulo 21 Retratando La Obra Milenaria De Cristo
El siguiente capítulo, mientras rinde un nuevo testimonio de la resurrección de Jesús, nos da—hasta el versículo 13—un retrato de la obra milenaria de Cristo; a partir de ahí hasta el final, tenemos las porciones especiales de Pedro y de Juan en relación con su servicio a Cristo. La aplicación se limita a la tierra, pues ellos habían conocido a Jesús en la tierra. Es Pablo quien nos dará la posición celestial de Cristo y de la asamblea. Pero él no tiene ningún sitio aquí.
Los Discípulos Pescando En Galilea; Pedro Y Juan En Las Mismas Circunstancias Como Cuando Fueron Llamados Por Primera Vez
Conducidos por Pedro, varios de los apóstoles se van a pescar. El Señor se encuentra con ellos en las mismas circunstancias que aquellas en las que los halló en el principio, y se les revela del mismo modo. Juan comprende enseguida que es el Señor. Pedro, con su energía habitual, se echa al mar para acercarse al Señor.
Observen aquí, que nos hallamos de nuevo sobre el terreno de los Evangelios históricos—es decir, que el milagro de la captura de peces se identifica con la obra de Cristo en la tierra, y está en la esfera de Su anterior asociación con Sus discípulos. Es Galilea, no Betania. No tiene el carácter habitual de este Evangelio, el cual presenta a la Persona divina de Jesús, fuera de toda dispensación, aquí abajo, elevando nuestros pensamientos sobre todos tales asuntos. Aquí (al final del Evangelio y del bosquejo dado en el capítulo 20 del resultado de la manifestación de Su Persona divina y de Su obra) el evangelista viene por primera vez al terreno de los Evangelios sinópticos, de la manifestación y frutos venideros de la relación de Cristo con la tierra. Así, la aplicación del pasaje a este punto no es meramente una idea que el relato sugiera a la mente, sino que descansa sobre la enseñanza general de la Palabra.
La Diferencia Después De La Manifestación Del Señor; La Red Intacta; La Obra Milenaria De Cristo No Se Daña
Con todo, hay todavía una notable diferencia entre aquello que tuvo lugar en el principio, y con lo que ocurrió aquí. En la escena anterior, el bote empezó a hundirse, las redes se rompieron. No pasa lo mismo aquí, y el Espíritu Santo marca esta circunstancia como distintiva: la obra milenaria de Cristo no se daña. Él está allí después de Su resurrección, y aquello que Él lleva a cabo no descansa, en sí mismo, en la responsabilidad del hombre en cuanto a su efecto aquí abajo: la red no se rompe. Del mismo modo, cuando los discípulos traen el pescado que habían capturado, el Señor ya tenía algunos allí. Así será en la tierra al final. Antes de Su manifestación Él habrá preparado un remanente para Sí mismo en la tierra; pero después de Su manifestación, reunirá también a una multitud del mar de las naciones.
Cristo Acompañado De Sus Discípulos; Sus Tres Manifestaciones
Se presenta otra idea. Cristo está de nuevo acompañado de Sus discípulos. “Venid”, dice Él, “comed.” No se trata aquí de cosas celestiales, sino de la renovación de Su relación con Su pueblo en el reino. Todo esto no pertenece inmediatamente al tema de este Evangelio, el cual nos conduce más alto. Conforme a esto, es introducida de forma misteriosa y simbólica. Se habla de esta aparición de Cristo como de Su tercera manifestación. Dudo que Su manifestación en la tierra antes de Su muerte sea incluida en el número. Yo la aplicaría más bien a aquella que, después de Su resurrección, dio lugar a la reunión de los santos como asamblea; en segundo lugar, la aplico a una revelación de Sí mismo a los judíos según la manera en que es presentada en el Cantar de los Cantares; y por último, la aplico aquí a la exhibición pública de Su poder, cuando Él haya reunido ya al remanente. Su aparición como el relámpago queda fuera de todas estas cosas. Históricamente las tres apariciones fueron—el día de Su resurrección, el siguiente primer día de la semana, y Su aparición en el Mar de Galilea.
La Restauración De Pedro; Las Ovejas Del Señor Encomendadas a Su Cuidado Cuando Se Humilló
Después, en un pasaje lleno de gracia inefable, Él confía a Pedro el cuidado de Sus ovejas (es decir, no lo dudo, de Sus ovejas judías; él es el apóstol de la circuncisión), y deja a Juan un período indefinido de estancia en la tierra. Sus palabras se aplican mucho más al ministerio de ellos que a sus personas, con la excepción de un versículo que hace referencia a Pedro. Pero esto requiere ser ampliado algo más.
El Señor comienza con la plena restauración del alma de Pedro. Él no le reprocha su falta, sino que juzga la fuente del mal que la produjo—la confianza propia. Pedro había dicho, que si todos negaban a Jesús, con todo, él, por lo menos, no le negaría. El Señor, por tanto, le pregunta, “¿me amas más que éstos?” y Pedro es reducido a reconocer que se requería la omnisciencia de Dios para saber que él, quien se había jactado de tener más amor que los otros por Jesús, no tenía en realidad ningún afecto por Él en absoluto. Y la pregunta repetida tres veces, debió verdaderamente haber escudriñado las profundidades de su corazón. No fue sino hasta la tercera vez que él dice, “tú lo sabes todo; tú sabes que te amo.” Jesús no dejó libre su conciencia hasta que no hubiese llegado a eso. No obstante, la gracia que hizo esto para el bien de Pedro—la gracia que le había seguido a pesar de todo, orando por él antes de que sintiese su necesidad o que hubiera cometido la falta—es perfecta aquí también. Pues, en el momento que podía pensarse que a lo sumo él habría sido readmitido por medio de la paciencia divina, el testimonio más fuerte de gracia se prodiga sobre él. Cuando se humilló por su caída, y fue llevado a una total dependencia de la gracia, ésta se manifiesta sobreabundantemente. El Señor le encomienda aquello que más amaba—las ovejas que había recién redimido. Él las encomienda al cuidado de Pedro. Ésta es la gracia que sobrepasa todo lo que el hombre es, que está por sobre todo lo que el hombre es; la cual, consecuentemente, produce confianza, no en el yo, sino en Dios, como en Uno en cuya gracia se puede confiar siempre, siendo lleno de gracia y perfecto en aquella gracia que está por encima de todo, y que es siempre ella misma; gracia que nos capacita para llevar a cabo la obra de gracia hacia—¿quién?—hacia el hombre, quien la necesita. Esta gracia crea confianza en proporción a la medida en la que actúa.
Pienso que las palabras del Señor se aplican a las ovejas ya conocidas por Pedro; y con las cuales solamente Jesús había estado en contacto diario, las que estarían, naturalmente, ante Su mente, y ello en la escena que vemos que este capítulo pone ante nuestros ojos—las ovejas de la casa de Israel.
Me parece que hay una progresión en aquello que el Señor dice a Pedro. Él pregunta, “¿me amas tú más que éstos?” Pedro dice, “¡ ... tú sabes que yo te quiero!” Jesús le responde: “Apacienta mis corderos.” (Juan 21:15—Versión Moderna). La segunda vez Él dice solamente: “¿ ... me amas?”, omitiendo la comparación entre Pedro y el resto, y su anterior pretensión. Pedro repite la declaración de su afecto. Jesús le dice: “Pastorea mis ovejas.” La tercera vez Él dice, “¿ ... me quieres?” usando la propia expresión de Pedro; y al responder Pedro, como hemos visto, aprovechando este uso de sus palabras hecho por el Señor, Él dice: “Apacienta mis ovejas.” (Juan 21:17—Versión Moderna). Los vínculos entre Pedro y Cristo conocidos en la tierra le capacitaban para pastorear el rebaño del remanente judío—apacentar los corderos, mostrándoles al Mesías tal como Él había sido, y actuar como un pastor, guiando a aquellas que estaban más avanzadas, y proveyéndoles el alimento.
El Deseo De Pedro De Seguir Al Señor Concedido Por La Voluntad De Dios
Pero la gracia del amante Salvador no se detuvo aquí. Pedro podía sentir todavía el pesar de haber perdido una oportunidad tal de confesar al Señor en el momento crítico. Jesús le asegura que si él hubiese fracasado al hacerlo de su propia voluntad, debe permitírsele hacerlo por la voluntad de Dios; y de la manera como cuando de joven se ceñía solo, otros le ceñirían cuando fuese viejo y le llevarían donde él no quisiera. Le sería dado por voluntad de Dios el morir por el Señor, tal como lo había dicho anteriormente que estaba dispuesto a hacerlo por su propia fuerza. También, ahora que Pedro fue humillado y llevado enteramente bajo la gracia—que supo que él no tenía fuerza—que sintió su dependencia del Señor, su absoluta ineficacia si confiaba en su propio poder—ahora, repito, el Señor llama a Pedro a seguirle, lo cual él había pretendido hacer cuando el Señor le había dicho que no podía. Era esto lo que su corazón deseaba. Alimentando a aquellos que Jesús había continuado alimentando hasta Su muerte, vería cómo Israel rechazaba todo, como Cristo les había visto hacerlo; y vería terminar su obra, como Cristo había visto terminar la Suya (el juicio listo para caer, empezando por la casa de Dios). Finalmente, Él haría ahora aquello que pretendió hacer y no pudo—seguir a Cristo a la prisión, y a la muerte.
La Porción Y El Ministerio De Juan
Luego viene la historia del discípulo que Jesús amaba. Habiendo, sin duda, escuchado Juan la llamada dirigida a Pedro, también los seguía; y Pedro, unido a él, como hemos visto, por su común amor al Señor, pregunta qué le sucedería a él igualmente. La respuesta del Señor anuncia la porción y el ministerio de Juan, pero, según me parece, en relación con la tierra. Pero, la expresión enigmática del Señor es, no obstante, tan notable como importante, “Si quiero que él permanezca hasta que yo venga, ¿qué se te da a ti?” (Juan 21:22—Versión Moderna). Ellos pensaron, en consecuencia, que Juan no moriría. El Señor no dijo esto—una advertencia a no atribuir un significado a Sus palabras, en lugar de recibir uno; y mostrando, al mismo tiempo, nuestra necesidad de la ayuda del Espíritu Santo, porque las palabras pueden ser tomadas literalmente. Atendiendo yo mismo, a esta advertencia, diré lo que pienso que es el significado de las palabras del Señor, del cual no tengo ninguna duda—un significado que da una llave a muchas otras expresiones del mismo tipo.
La Relación Con La Tierra En El Evangelio De Juan; La Destrucción De Jerusalén Como Centro Terrenal; La Asamblea Celestial Reunida Fuera
En el relato del Evangelio, nosotros estamos en relación con la tierra (es decir, la relación de Jesús con la tierra). Plantada en la tierra en Jerusalén, la asamblea, como la casa de Dios, es reconocida formalmente tomando el lugar de la casa de Jehová en Jerusalén. La historia de la asamblea, establecida formalmente así como un centro en la tierra, finalizó con la destrucción de Jerusalén. El remanente salvado por el Mesías no tenía que estar ya en relación con Jerusalén, el centro de la reunión de los Gentiles. En este sentido, la destrucción de Jerusalén pone término judicialmente al nuevo sistema de Dios en la tierra—un sistema promulgado por Pedro (Hechos 3), con respecto al cual Esteban declaró a los judíos la resistencia de ellos al Espíritu Santo, y fue enviado, por así decirlo, como un mensajero tras Aquel que había ido a recibir el reino y volver; mientras Pablo—escogido de entre aquellos enemigos de las buenas nuevas, dirigidas aún a los judíos por el Espíritu Santo después de la muerte de Cristo, y separado de judíos y Gentiles, a fin de ser enviado a estos últimos—lleva a cabo una obra nueva que estaba oculta de los profetas de antaño, a saber, la reunión de una asamblea celestial, sin distinción de judíos o Gentiles.
El Alcance Del Ministerio De Juan
La destrucción de Jerusalén puso fin a uno de estos sistemas, y a la existencia del judaísmo conforme a la ley y las promesas, dejando solamente la asamblea celestial. Juan permaneció—el último de los doce—hasta este período, y después de Pablo, a fin de velar sobre la asamblea establecida sobre esa base, es decir, como la estructura organizada y terrenal (responsable en ese carácter) del testimonio de Dios, y sujeta a Su gobierno en la tierra. En su ministerio Juan continuó hasta el fin, hasta la venida de Cristo en juicio a la tierra; y él ha vinculado el juicio de la asamblea, como el testigo responsable en la tierra, con el juicio del mundo, cuando Dios reanudará Su relación con la tierra en gobierno (siendo terminado el testimonio de la asamblea, y habiendo sido arrebatada, conforme a su carácter apropiado, para estar con el Señor en el cielo).
El Alcance Del Apocalipsis
Así, el Apocalipsis presenta el juicio de la asamblea en la tierra, como testigo formal de la verdad; y luego sigue hasta la reasunción del gobierno de la tierra, en vista del establecimiento del Cordero en el trono, y la abrogación del poder del mal. El carácter celestial de la asamblea se halla solamente allí, cuando sus miembros son exhibidos en tronos como reyes y sacerdotes, y cuando las bodas del Cordero tienen lugar en el cielo. La tierra—después de las Siete Iglesias—no tiene ya el testimonio celestial. Este no es el asunto, ni en las siete asambleas, o en la parte profética adecuadamente llamada así. De este modo, tomando las asambleas como tales en aquellos días, la asamblea conforme a Pablo no se ve allí. Tomando las asambleas como descripciones de la asamblea, el sujeto del gobierno de Dios en la tierra, la tenemos hasta su rechazo final; y la historia es continua, y la parte profética está conectada inmediatamente con el fin de la asamblea: sólo que, en lugar de ella, tenemos el mundo y luego a los judíos.
La Venida De Cristo (Como Es Mencionada En El Capítulo 21:22) Y El Ministerio De Juan
Por lo tanto, la venida de Cristo, de la cual se habla al final del Evangelio, es Su manifestación en la tierra; y Juan, quien vivió en persona hasta el término de todo aquello que fue presentado por el Señor en relación con Jerusalén, continúa aquí, en su ministerio, hasta la manifestación de Cristo al mundo.
La Enseñanza De Juan; La Obra De Pedro Y Pablo
En Juan, entonces, tenemos dos cosas. Por una parte, su ministerio, por lo que respecta a su relación con la dispensación y con los caminos de Dios, no va más allá de aquello que es terrenal: la venida de Cristo, es Su manifestación para completar esos caminos, y establecer el gobierno de Dios. Por otra parte, él nos vincula con la Persona de Jesús, quien está sobre y fuera de todas las dispensaciones, y de todos los tratos de Dios, salvo por ser la manifestación de Dios mismo. Juan no entra en el terreno de la asamblea como Pablo lo anuncia. O se trata de Jesús personalmente, o bien de las relaciones de Dios con la tierra. Su epístola presenta la reproducción de la vida de Cristo en nosotros, guardándonos de toda pretensión de maestros perversos. Pero, mediante estas dos partes de la verdad, tenemos un sustento precioso de la fe dado a nosotros, cuando todo lo que pertenece al cuerpo de testimonio pueda fracasar; Jesús, personalmente es el objeto de la fe en quien conocemos a Dios; la vida misma de Dios, reproducida en nosotros, siendo vivificados por Cristo. Esto es cierto para siempre, y esto es vida eterna, aun cuando estuviéramos solos sin la asamblea en la tierra; y es lo que nos conduce sobre sus ruinas, en posesión de aquello que es esencial, y de lo que permanecerá para siempre. El gobierno de Dios decidirá todo lo demás; sólo que es nuestro privilegio y deber el mantener la parte de Pablo del testimonio de Dios, mientras lo podamos hacer por medio de la gracia.
Observen también que la obra de Pedro y Pablo es la de reunir, ya sea a los de la circuncisión o a los Gentiles. Juan es conservador, manteniendo aquello que es esencial en la vida eterna. Él relata el juicio de Dios en relación con el mundo, pero como un asunto que está fuera de sus propias relaciones con Dios, las cuales son dadas como una introducción y exordio del Apocalipsis. Él sigue a Cristo cuando Pedro es llamado, porque, aunque Pedro estaba ocupado, como Cristo había estado, del llamamiento de los judíos, Juan—sin ser llamado a esa obra—le siguió sobre el mismo terreno. El Señor lo explica, como hemos visto.
La Inagotable Plenitud De Todo Lo Que Jesús Hizo
Los versículos 24-25 son una clase de inscripción sobre el libro. Juan no ha relatado todo lo que Jesús hizo, sino aquello que le reveló a Él como la vida eterna. En cuanto a Sus obras, no se podían enumerar.
Aquí, gracias sean dadas a Dios, quedan expuestos estos cuatro libros preciosos, hasta donde Dios me ha capacitado para hacerlo, en sus grandes principios. La meditación en detalle sobre sus contenidos, debo dejarla a cada corazón individual, asistido por la poderosa operación del Espíritu Santo; pues si se estudian detalladamente, uno casi podría decir con el apóstol que el mundo no podría contener los libros que se escribirían. ¡Pueda Dios en Su gracia conducir a las almas al gozo de las inagotables corrientes de la gracia y de la verdad en Jesús que ellos contienen!