La Predicación De Latimer

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Sin embargo, lo que Tyndale estaba haciendo de manera silenciosa lo llevaba a cabo Hugh Latimer con sus sermones. Latimer había sido un partidario tan firme de Roma en sus primeros años que los papistas creyeron que Lutero había por fin encontrado su igual, pero cuando llegó el tiempo de Dios, la visión de Latimer quedó en el acto transformada. Convertido de manera notable durante la confesión de uno de sus penitentes que había abrazado la verdadera fe cristiana, Latimer actuó tan denodada y valerosamente en su denuncia de las doctrinas de Roma como antes lo había sido para mantenerlas. Las amenazas de los obispos fueron inútiles, y sus sermones fueron empleados para iluminar a muchas almas. Además, el mismo rey Enrique VIII, que (aunque sólo para sus conveniencias domésticas) estaba tratando de sacudirse el yugo de Roma, apoyó la predicación de Latimer. Lo superficial que era este interés de Enrique se verá más adelante; lo cierto es que tan sólo hacía pocos años lo había sometido todo al Papa, y fue el Papa quien concedió a Enrique VIII el título de «Defensor de la Fe», por haber escrito contra las doctrinas de Lutero. Sin embargo, los papistas no estaban dispuestos a dar un respiro a Latimer, y, siendo llamado ante el obispo de Londres bajo una acusación de herejía, fue excomulgado y encarcelado.