La puerta del tabernáculo

 •  3 min. read  •  grade level: 15
 
Éxodo 26:36-37; 36:37-38
La PUERTA de la tienda era una cortina de cárdeno, púrpura, carmesí y lino torcido colgada sobre cinco pilares de madera de Sittim, cubiertas y coronadas de oro, y encajadas en basas de cobre. Esta era la entrada al Lugar Santo. Tenía las mismas medidas superficiales que la puerta del atrio, pero la altura era el doble y la anchura solamente la mitad. ¿Qué significa esto? La puerta de afuera era para todos; la de adentro, solamente para los sacerdotes.
Así hay una precisión en las cosas de Dios que hacemos bien notar. Por ejemplo, el evangelio de la gracia de Dios es para todo el mundo, y la puerta es suficientemente ancha para todos. Los privilegios y las bendiciones de la casa de Dios son tan sólo para los santos (creyentes en Cristo).
Acordémonos de esto. Es una inversión del orden de Dios restringir el evangelio a unos pocos, y admitir al mundo para llenar el lugar de los hijos. En la predicación de la Palabra se debe demarcar una línea divisoria entre los hijos de Dios y los inconversos, y trazar "bien la palabra de verdad," (2ª Timoteo 2:15), aplicándola correctamente, dando a cada uno su porción. ¡Cuán terriblemente desconocido es esto por el cristianismo! A congregaciones mixtas de santos y pecadores muchas veces se les habla y por ellos se ora como si fueran "hermanos fieles." Se hace a los mismos impíos creer que son "herederos del reino de Dios," y así son endurecidos en su pecado y condenados en su hipocresía. Las puertas de la iglesia profesante están abiertas de par en par a los inconversos, y la cena del Señor y su culto son contaminados y degradados porque el mundo ha sido admitido a ellos.
Que el Señor despierte las conciencias de sus santos para que vean la gran deshonra hecha al nombre de Cristo, sin hablar de la ruina eterna traída sobre las almas de los hombres, al permitir e instruir a los inconversos a tomar parte presuntuosamente en el culto de Dios (compárese 2ª Crónicas 26:16-20, y lo que pasó con Coré en Números, cap. 16).
Dios quiera que seamos preservados debajo de las alas del Señor, escondidos en su presencia secreta. Sólo así estaremos seguros de las flechas del maligno, de la contención de lenguas, de prácticas y pretensiones eclesiásticas como se practican en el sectarismo con su sacerdocio ordenado por los hombres.
En Levítico 10:1-2 tenemos un ejemplo solemne de sacerdotes extraviados: Nadab y Abiú. Manchaban el santuario de la presencia divina con "fuego extraño" de un incienso impuro, de un culto falso, y "salió fuego de delante de Jehová que los quemó, y murieron delante de Jehová" (v.2). Dios no permitió que ellos introdujeran sus ideas o inventos en el culto rendido a Él. Fue una abominación a sus ojos (véase Éxodo 30:9). Con santo celo por su nombre, Él ha levantado un cerco de verdad alrededor de las "cosas santas." ¡Cuidado de no derribarlo con manos impías!