Al principio de este capítulo podemos leer del odio y desprecio que los líderes religiosos del pueblo de Israel tuvieron contra Jesús. Un día acordaron con Judas, compañero de Jesús por tres años, capturarlo y matarlo. Los años del ministerio de Jesús estuvieron llenos de amor y luz; y, durante ellos salió a flote el enojo escondido dentro del corazón del ser humano. La Palabra de Dios dice que cuando Judas anunció su deseo de traicionar al Hijo de Dios, los principales sacerdotes y los escribas “se alegraron, y convinieron en darle dinero” (Lucas 22:55And they were glad, and covenanted to give him money. (Luke 22:5)).
En medio de todo esto el Señor demostró una completa calma; pues antes de padecer tuvo el gran deseo de sentarse con sus discípulos para disfrutar de la comunión y les pidió que buscasen un sitio que señaló previamente: era un lugar apartado de la confusión del mundo, donde Él podía descansar con sus discípulos. Jesús dio instrucciones respecto al dueño del lugar diciendo a sus discípulos: “él os mostrará un gran aposento alto ya dispuesto; preparad allí” (Lucas 22:1212And he shall show you a large upper room furnished: there make ready. (Luke 22:12)).
En el aposento alto el Señor celebró la Pascua (una fiesta judía) con sus discípulos. Y allí Se rehusó a beber del vino que representa el gozo del reino venidero; pues cuando el reino de Dios venga, entonces lo compartirá con ellos. Sus discípulos en aquel entonces esperaban verle como rey, pero Su plan no era ese, ya que tenía que morir en la cruz, resucitar y ascender a los cielos para estar a la diestra de su Padre.
Entonces el Señor Jesucristo estableció algo completamente nuevo: hacer memoria de Él en su muerte, para lo cual escogió dos símbolos sencillos: un pan para representar Su cuerpo entregado a la muerte y el vino para Su sangre derramada en la cruz. Él compartió estas cosas con sus discípulos y les pidió que hicieran lo mismo, como leemos en 1 Corintios 11:25-26: “haced esto todas las veces que la bebiereis, en memoria de mí. Así, pues, todas las veces que comiereis este pan, y bebiereis esta copa, la muerte del Señor anunciáis hasta que él venga”. El Señor no nos ha dejado reglas, pero sí ejemplos. En Juan 20:19,2619Then the same day at evening, being the first day of the week, when the doors were shut where the disciples were assembled for fear of the Jews, came Jesus and stood in the midst, and saith unto them, Peace be unto you. (John 20:19)
26And after eight days again his disciples were within, and Thomas with them: then came Jesus, the doors being shut, and stood in the midst, and said, Peace be unto you. (John 20:26) y Hechos 20:77And upon the first day of the week, when the disciples came together to break bread, Paul preached unto them, ready to depart on the morrow; and continued his speech until midnight. (Acts 20:7) leemos que los discípulos solían reunirse cada primer día de la semana para partir el pan en memoria del Señor. Nosotros también tenemos este privilegio de acercarnos a la mesa del Señor para partir el pan en memoria de su muerte, porque Él dijo: “haced esto... en memoria de mí”. No nos está exigiendo obediencia como si estuviésemos bajo la ley de Moisés, ni nos está proponiendo algo difícil de cumplir, tampoco nos ha pedido gran conocimiento de su palabra, tan solo quiere que estemos alrededor de Él quienes apreciamos su sacrificio redentor.
Ahora ya le conocemos como ascendido y sentado a la diestra de su Padre; pues nuestra relación es con un Señor vivo, eficaz y glorificado a Quien honramos, pero esto que es actual para nosotros no tenemos que recordarlo, porque por fe está ante nuestra vista. Sin embargo, hasta que venga tenemos el privilegio de hacer memoria de Él en sus sufrimientos, lo que ocurrió en el pasado; algo que sigue siendo tan precioso en nuestro presente y que será recordado para siempre. Hoy en día tenemos el inmenso privilegio de acceder a su petición y tomar de esos sencillos emblemas para hacer memoria de Él; pues llegará un día cuando no los necesitemos para recordar su muerte, ya que estaremos cara a cara con aquel Jesús que fue crucificado en el Calvario y veremos aquellas dolorosas marcas en sus manos y en su costado que soportó por amor a nosotros. ¡Cuán grandioso será aquel día!