Lucas 9:27-36: La transfiguración

Luke 9:27‑36
El mundo, en la actualidad, no tiene paz; sino que está lleno de guerras, conflictos, disensiones, huelgas y temor; es más, muchos se quejan de su gobierno y desearían tener uno perfecto. El Señor Jesucristo, el Hijo de Dios, vino a la tierra como el Mesías de Su pueblo Israel y le ofreció paz y sanó a muchos, pues todos los que acudieron a Él fueron sanados de sus enfermedades. Faltaba tan solo una cosa: que los judíos, Su pueblo, le reconozcan como su Señor, obedezcan y honren; pero, en vez de esto, llenos de celos y envidia le rechazaron. Sin embargo, Dios nunca ha fracasado en sus planes y tan solo postergó el reinado de Cristo, el Mesías; pero muy pronto llegará aquel día en que Él va a reinar sobre toda la tierra con justicia.
Para animar a algunos de sus discípulos, el Señor Jesucristo les dio una pequeña visión de la gloria futura, como leemos en Lucas 9:27: “hay algunos de los que están aquí, que no gustarán la muerte hasta que vean el reino de Dios”. Los discípulos pasaron junto al Señor mucho tiempo porque le amaban y creían que Él era su Mesías; mas no habían entendido lo que les había dicho: iba a padecer, morir y resucitar de entre los muertos y necesitaban ser animados; fue así que por la misericordia de Dios gustaron un poco de aquella gloría venidera del reino de Dios.
En el monte donde Jesús les invito a subir los discípulos reconocieron a Moisés y a Elías. Moisés era el gran líder del pueblo de Israel en el desierto y quien además recibió la Ley de Dios y Elías era el gran profeta que ascendió al cielo en un carro de fuego. Ellos también vieron el rostro del Señor y sus vestidos resplandecientes, cubiertos de gloria. Impresionados con este acontecimiento y no sabiendo qué hacer, Pedro cometió el error de sugerir que se construyan tres enramadas para aquellas tres personas importantes: Moisés, Elías y Jesús. Si lo tomamos a la ligera parecía una buena idea, porque honrarían a personas importantes; pero nadie que haya vivido en la tierra, merece la gloria que le pertenece a nuestro Señor Jesucristo y Dios no lo permitió.
Y mientras Pedro continuaba hablando una nube los cubrió; entonces Moisés y Elías desaparecieron y tan solo quedó Jesús, luego se oyó desde los cielos estas palabras: “Este es mi Hijo amado; a él oíd” (Lucas 9:3535And there came a voice out of the cloud, saying, This is my beloved Son: hear him. (Luke 9:35)). Nadie en absoluto puede compartir este puesto de gloria, honra y adoración que solo pertenece al Hijo. Dios el Padre expresa Su deleite en Su “Hijo amado” y quiere que escuchemos muy bien a aquella Persona que siempre ha hecho Su voluntad perfecta. Nadie debe reemplazar a Cristo en nuestros corazones, aunque sean personas tan destacadas como lo fueron Moisés y Elías, no deben ocupar este lugar. A veces vemos personas que sirven a Dios y queremos imitarles, pues imitemos su fe y recordemos que el único que merece ser imitado es nuestro Señor Jesucristo. Esta lección quedó desde entonces grabada en la memoria de Pedro y la comparte con nosotros en su segunda epístola: “Porque no os hemos dado a conocer el poder y la venida de nuestro Señor Jesucristo siguiendo fábulas artificiosas, sino como habiendo visto con nuestros propios ojos su majestad. Pues cuando él recibió de Dios Padre honra y gloria, le fue enviada desde la magnífica gloria una voz que decía: Este es mi Hijo amado, en el cual tengo complacencia” (2 Pedro 1:16-1716For we have not followed cunningly devised fables, when we made known unto you the power and coming of our Lord Jesus Christ, but were eyewitnesses of his majesty. 17For he received from God the Father honor and glory, when there came such a voice to him from the excellent glory, This is my beloved Son, in whom I am well pleased. (2 Peter 1:16‑17)).