Instrucciones Para El Andar Cristiano; Los Diez Leprosos
La gracia es la fuente del andar del cristiano, y proporciona instrucciones para este andar. El cristiano no puede menospreciar al débil y quedar impune. No debe cansarse de perdonar a su hermano. Si tuviera fe como un grano de mostaza, el poder de Dios está, por decirlo así, a su disposición. No obstante, cuando haya hecho todo esto, no habrá hecho más que cumplir con su deber (vers. 5-10). El Señor muestra luego (vers. 11-37) la liberación del judaísmo, el cual Él aún reconocía; y, después de eso, el juicio de éste. Él estaba pasando a través de Samaria y Galilea: diez leprosos vienen hacia Él rogándole, desde lejos, que los sanase. Él los envía a los sacerdotes. Esto fue, de hecho, tanto como decir, Ustedes están limpios. Habría sido inútil haberles declarado inmundos; y ellos lo sabían. Ellos aceptan la Palabra del Señor, y se marchan con esta convicción, y son sanados inmediatamente en el camino. Nueve de ellos, satisfechos con cosechar el beneficio de Su poder, prosiguen su camino hacia los sacerdotes, y continúan siendo judíos, sin salir del antiguo redil. Jesús, en realidad, todavía reconocía este redil; pero ellos solamente le reconocían a Él mientras podían beneficiarse de Su presencia y quedarse donde estaban. No vieron nada en Su Persona, ni en el poder de Dios en Él, que les atrajese. Ellos siguen siendo judíos. Sin embargo, este pobre desconocido—el décimo—reconoce la buena mano de Dios. Él cae a los pies de Jesús, dándole gloria. El Señor le dice que se vaya en la libertad de la fe: “Levántate, vete; tu fe te ha salvado.” Ya no necesita ir al sacerdote. Él había encontrado a Dios y la fuente de la bendición en Cristo, y se va liberado del yugo que pronto iba a ser roto judicialmente para todos.
El Reino De Dios Entre Ellos Con El Rey En Medio De Ellos
Porque el reino de Dios estaba entre ellos. Para aquellos que lo podían discernir, el Rey estaba allí en medio de ellos. El reino no vino de forma tal como para atraer la atención del mundo. Estaba allí, para que los discípulos deseasen ver pronto uno de aquellos días que habían disfrutado durante el tiempo de la presencia del Señor en la tierra, pero no lo verían. Él anuncia, entonces, las pretensiones de los falsos Cristos, habiendo sido rechazado el verdadero, de modo que el pueblo sería presa de las asechanzas del enemigo. Los discípulos no tenían que seguirlos. En relación con Jerusalén, ellos estarían expuestos a estas tentaciones, pero tenían las instrucciones del Señor como guía para pasar a través de ellas.
Los Postreros Días; El Regreso Del Hijo Del Hombre a La Tierra En Juicio Discernidor, Diferenciador, En La Tierra
Luego el Hijo del Hombre, en Su día, sería como el relámpago: pero, antes de eso, Él debe sufrir muchas cosas de parte de los judíos incrédulos. El día sería como aquel de Lot y de Noé: los hombres estarían confiados, continuando con sus ocupaciones carnales, como el mundo sorprendido por el diluvio, y como Sodoma por el fuego del cielo. Será la revelación del Hijo del Hombre—Su revelación pública—súbita y vívida. Esto se refería a Jerusalén. Siendo advertidos así, la preocupación de ellos era escapar del juicio del Hijo del Hombre el cual, en el tiempo de Su venida, caería sobre la ciudad que le había rechazado; porque este Hijo del Hombre, a quien ellos habían desconocido, vendría de nuevo en Su gloria. No se debía mirar atrás; eso sería tener el corazón en el lugar de juicio. Mejor perderlo todo, aún la vida misma, que estar asociado con aquello que iba a ser juzgado. Si lograban escapar y salvar sus vidas mediante la infidelidad, el juicio era el juicio de Dios; Él sabría cómo alcanzarlos en su cama, y distinguir entre dos que estuvieran en una cama, y entre dos mujeres que molieran el grano de la familia en el mismo molino.
Este carácter del juicio muestra que no es la destrucción de Jerusalén por mano de Tito lo que se da a entender. Era el juicio de Dios que podía discernir, quitar, y salvar. Ni es el juicio de los muertos, sino un juicio en la tierra: ellos están en cama, están en el molino, están en las azoteas y en los campos. Advertidos por el Señor, debían abandonar todo, y ocuparse solamente de Aquel que venía a juzgar. Si preguntaban dónde sucedería todo esto—dondequiera que yaciera el cuerpo, allí sería el juicio que vendría como un águila, la cual ellos no podían ver, pero de la cual la presa no escaparía.