El Efecto De La Gracia En La Conducta Cristiana; El Mayordomo Infiel
En el capítulo 16, se presenta el efecto de la gracia sobre la conducta, y el contraste que existe (al ser cambiada la dispensación) entre la conducta que el cristianismo requiere con respecto a las cosas del mundo, y la posición de los judíos en este aspecto. Ahora bien, esta posición era solamente la expresión de aquello que la ley ponía en evidencia en el hombre. De este modo, la doctrina personificada por la parábola es confirmada por la historia parabólica en la historia del hombre rico y Lázaro, alzando el velo que oculta el otro mundo en el que se manifiesta el resultado de la conducta del hombre.
El hombre es el mayordomo de Dios (es decir, Dios ha encomendado Sus bienes al hombre). Israel está, sobre todo, en esta posición.
Pero el hombre ha sido infiel; en verdad, Israel también lo ha sido. Dios le ha retirado su mayordomía; pero el hombre está aún en posesión de los bienes para administrarlos, por lo menos, de hecho (como Israel lo estaba en aquel momento). Estos bienes son las cosas de la tierra—aquello que el hombre puede poseer según la carne. Habiendo perdido su mayordomía a causa de su infidelidad, y estando aún en posesión de los bienes, él los utiliza para hacer amigos de entre los deudores de su amo haciéndoles bien. Esto es lo que los cristianos deberían hacer con las posesiones terrenales, emplearlas para los demás, poniendo sus ojos en el futuro. El mayordomo podría haberse apropiado del dinero que se le debía a su amo; él prefirió hacer amigos mediante éste dinero (es decir, sacrifica el presente por las ventajas del futuro). Podemos convertir las riquezas miserables de este mundo en medios para el cumplimiento del amor. El espíritu de la gracia que llena nuestros corazones (siendo nosotros mismos los objetos de gracia), se ejercita con respecto a las cosas temporales, las cuales utilizamos para otros. Para nosotros es en vista a las moradas eternas. “Para que ... , os reciban” (Lucas 16:9) equivale a decir ‘para que seas recibido’—una forma común de expresión en Lucas, para designar el hecho sin hablar de los individuos que lo realizan, aunque usando la palabra “os”.
Riquezas Terrenales Y Celestiales
Observen que las riquezas terrenales no son cosas nuestras; las riquezas celestiales, en el caso de un verdadero cristiano, son las suyas propias. Estas riquezas son injustas, en el sentido de que pertenecen al hombre caído, y no al hombre celestial, ni tenían ningún lugar cuando Adán era inocente.
El Contraste Entre La Dispensación Judía Y La Cristiana
Ahora bien, cuando el velo es alzado dejando ver el otro mundo, la verdad es sacada a la luz plenamente. Y el contraste entre la dispensación judía y la cristiana, es develada claramente; pues el cristianismo revela aquel mundo, y, en cuanto a su principio, pertenece al cielo.
El judaísmo, conforme al gobierno de Dios en la tierra, prometía a los justos una bendición temporal; pero todo estaba en desorden: incluso el Mesías, la cabeza del sistema, fue rechazado. En una palabra, Israel, contemplado como puesto bajo responsabilidad, y para gozar de la bendición terrenal sobre la base de la obediencia, ha fracasado completamente. El hombre, en este mundo, ya no podía, sobre esa base, de ninguna manera, ser el medio de dar testimonio a los modos de Dios en gobierno. Habrá un tiempo de juicio terrenal, pero todavía no había llegado. Mientras tanto, la posesión de las riquezas era cualquier cosa, en lugar de ser una demostración del favor de Dios. El egoísmo personal y ¡cuán lamentable! la indiferencia hacia un hermano necesitado a su puerta, era, en cambio, la característica del hecho de poseerlas entre los judíos. La revelación abre el otro mundo a nuestra vista. El hombre, en este mundo, está caído, es impío. Si ha recibido sus cosas buenas aquí, él tiene la porción del hombre pecador; será atormentado, mientras que el otro al cual había despreciado encontrará la felicidad en el otro mundo.
La Historia En Forma De Parábola Del Hombre Rico Y Lázaro: Este Mundo Y El Otro
No se trata aquí de aquello que da derecho a entrar al cielo, sino del carácter y el contraste entre los principios de este mundo y los del mundo invisible. El judío escogió este mundo; él ha perdido este, y también el otro. El pobre de quien había pensado en forma tan despreciativa, se encuentra en el seno de Abraham. El tenor completo de esta parábola muestra su conexión con el asunto de las esperanzas de Israel, y la idea de que las riquezas eran una prueba del favor de Dios (una idea que, aunque es falsa en cada caso, es bastante comprensible si este mundo es la escena de bendición bajo el gobierno de Dios). El asunto de la parábola es mostrado también por lo que se encuentra al final de ella. El miserable hombre rico, desea que sus hermanos puedan ser advertidos por alguien que se hubiera levantado de entre los muertos. Abraham le declara la inutilidad de este procedimiento. Todo había terminado con Israel. Dios no ha presentado nuevamente a Su Hijo a la nación que le rechazó, despreciando a la ley y a los profetas. El testimonio de Su resurrección se enfrentó con la misma incredulidad que le había rechazado cuando vivía, así como con los profetas antes de Él. No hay consuelo en el otro mundo si el testimonio de la Palabra a la conciencia es rechazado en este mundo. La gran sima (abismo) no puede ser cruzada. Un Señor que regresase no convencería a aquellos que habían despreciado la Palabra. Todo está relacionado con el juicio de los judíos, el cual daría fin a la dispensación; así como la parábola anterior muestra cual debería ser la conducta de los cristianos con respecto a las cosas temporales. Todo fluye de la gracia la cual, en amor de parte de Dios, llevó a cabo la salvación del hombre, y desechó la dispensación legal y sus principios, introduciendo las cosas celestiales.