Una Nueva Posición, Una Nueva Obra Como El Sembrador Para Producir Fruto
Sus acciones y Sus palabras, después de esto, testifican de la nueva obra que Él estaba haciendo realmente en la tierra. Él sale (capítulo 13) de la casa, se sienta junto al lago. Toma una nueva posición externa para anunciar a la multitud aquello que era Su verdadera obra. Un sembrador salió a sembrar.
El Señor ya no buscaba fruto en Su viña. Había sido indispensable, conforme a las relaciones de Dios con Israel, que Él buscara este fruto; pero Su verdadero servicio, como Él bien sabía, era traer aquello que podía producir fruto, y no buscar fruto alguno en los hombres.
Es importante comentar aquí, que el Señor habla del efecto visible y exterior de Su obra como Sembrador. La única ocasión en que expresa aquí Su juicio acerca de la causa interior, es cuando dice: “No tenía raíz”; e incluso aquí es preciso. Aquí no se habla de las doctrinas respecto a la operación divina necesaria para la producción de fruto. Es el Sembrador quien es exhibido, y el resultado de Su siembra, no aquello que hace que la semilla germine en la tierra. En cada caso, excepto el primero, se produce un determinado efecto.
El Señor, entonces, es presentado aquí comenzando una obra, la cual es independiente de toda relación anterior entre Dios y los hombres, llevando con Él la semilla de la Palabra, que Él siembra en el corazón mediante Su ministerio. Donde esta permanece, donde es comprendida, donde no es ahogada ni secada, produce fruto para Su gloria y para la felicidad y provecho del hombre que la tiene.
La Distinción Hecha Entre El Remanente Y La Nación; La Razón Por La Cual El Señor Usa Parábolas
En el versículo 11, el Señor muestra la razón por la cual Él habla enigmáticamente a la multitud. Una distinción entre el remanente y la nación es hecha definitivamente ahora: esta última estaba bajo el juicio de ceguera anunciado por el profeta Isaías. Bienaventurados eran los ojos de los discípulos que veían al Emanuel, al Mesías, el objeto de las esperanzas y de los deseos de tantos profetas y hombres justos. Todo ello indica el juicio, y un remanente llamado y preservado.
El Carácter De Las Clases De Personas a Quienes La Palabra Llega
Yo haría ahora unos pocos comentarios sobre el carácter de las personas de las que el Señor habla en las parábolas.
Cuando la Palabra es sembrada en el corazón que no la comprende, cuando no produce ninguna relación de inteligencia, de sentimiento, o de conciencia, entre el corazón y Dios, el enemigo se la lleva: no permanece en el corazón. Aquel que la escuchó, no es menos culpable: lo que fue sembrado en su corazón se adaptaba a cada necesidad, a la naturaleza y a la condición del hombre.
El recibimiento inmediato de la Palabra con gozo, en el siguiente caso, tiende más bien a probar que el corazón no la retendrá; porque es apenas probable, en tal caso, que la conciencia sea alcanzada. Una conciencia tocada por la Palabra hace que un hombre sea serio; se ve en la presencia de Dios, lo cual es siempre algo serio, por mucho que atraigan Su gracia y la esperanza inspirada por Su bondad. Si la conciencia no ha sido alcanzada, no hay raíz. La Palabra fue recibida por el gozo que impartía: cuando trae tribulación, es abandonada. Cuando la conciencia ha sido ejercitada, el evangelio trae alegría de inmediato; pero cuando no, despierta la conciencia donde de veras se está produciendo una obra. En el primer caso es la respuesta a las necesidades que ya estaban allí, y las satisface. En el segundo, ella crea estas necesidades.
La historia de cada día es, ¡lamentablemente!, la triste y mejor explicación de la tercera clase de personas. No existe siquiera mala voluntad, sino esterilidad.
La Palabra Comprendida; El Verdadero Conocimiento De Dios Es Vida Eterna
Que la Palabra fuera comprendida, se afirma solamente de aquellos que dan fruto. La comprensión verdadera de la Palabra trae a un alma a relacionarse con Dios, porque la Palabra revela a Dios—expresa lo que Él es. Si yo la comprendo, yo Le conozco; y el conocimiento verdadero de Dios (es decir, del Padre y de Su Hijo Jesucristo) es la vida eterna. Ahora bien, cualquiera que sea el grado de luz, es siempre Dios así revelado el que es dado a conocer por la Palabra que Jesús siembra. Así, siendo engendrados por Dios, produciremos, en diversas medidas, los frutos de la vida de Dios en este mundo. Porque el tema aquí es el efecto, en este mundo, de la recepción de la verdad traída por Jesús (no es el cielo, ni aquello que Dios hace en el corazón para hacer que la semilla de fruto.)
La Parábola Del Sembrador Como El Gran Principio Del Servicio De Cristo
Esta parábola no habla, a modo de analogía, del reino, aunque la Palabra sembrada fuese la Palabra del reino, sino del gran principio elemental del servicio de Cristo en la universalidad de su aplicación, y de la forma que fue llevado a cabo en Su propia Persona y servicio mientras estaba en la tierra, y después de Su partida, aunque pudieran presentarse entonces aspectos más plenos de la gracia.
Similitudes Del Reino Caracterizado Por La Ausencia Del Rey; Sus Dos Divisiones
En las seis parábolas siguientes, hallamos similitudes del reino. Debemos recordar que se trata del reino establecido durante el rechazo del Rey, y que, por consiguiente, tiene un carácter peculiar. O sea, se caracteriza por la ausencia del Rey, añadiéndole a esto, en la explicación de la primera parábola, el efecto de Su retorno.
Las primeras tres de estas seis parábolas, presentan el reino en su forma exterior en el mundo. Son dirigidas a la multitud. Las últimas tres presentan el reino según la estimación del Espíritu Santo, según la realidad de su carácter visto por Dios—la mente y los consejos de Dios en ello. Estas últimas son dirigidas, por consiguiente, sólo a los discípulos. El establecimiento público del reino en la justicia y el poder de Dios, es anunciado también a estos últimos, en la explicación de la parábola de la cizaña.
La Forma Exterior Del Reino
Consideremos primero el exterior del reino anunciado públicamente a la multitud—la forma externa que el reino asumiría.
Debemos recordar que el Rey, es decir, el Señor Jesús, fue rechazado en la tierra; que los judíos, al rechazarlo, se condenaron ellos mismos; que, siendo la Palabra de Dios utilizada para cumplir la obra de Aquel a quien el Padre había enviado, el Señor dio a conocer así que Él estableció el reino, no por Su poder ejercido en justicia y en juicio, sino testificando a los corazones de los hombres; y que el reino asumía ahora un carácter relacionado con la responsabilidad del hombre y con el resultado de la Palabra de luz siendo sembrada en la tierra, dirigida a los corazones de los hombres, y dejada como un sistema de verdad, a la fidelidad y al cuidado de los hombres (Dios, sin embargo, manteniendo Su derecho soberano para la preservación de Sus hijos y manteniendo la verdad misma). Esta última parte no es el tema de estas parábolas. La he introducido aquí porque de otro modo se habría supuesto que todo dependía absolutamente del hombre. Si así hubiera sido, ¡lamentablemente! todo se habría perdido.
La Parábola De La Cizaña: El Reino Aquí En Le Tierra En Manos De Los Hombres
La parábola de la cizaña es la primera. Nos proporciona una idea general del efecto de esas siembras en cuanto al reino, o más bien, el resultado de haber encomendado el reino, por el momento, a manos de los hombres.
El resultado fue que el reino aquí abajo ya no presentaba el aspecto de la propia obra del Señor como un todo. Él no siembra cizaña. Aunque por el descuido y la debilidad de los hombres, el enemigo encontró el medio de sembrar esta cizaña. Obsérvese que esto no se aplica a los paganos ni a los judíos, sino al mal hecho por Satanás entre los cristianos a través de malas doctrinas, malos maestros y sus seguidores. El Señor Jesús sembró. Mientras dormían los hombres, Satanás también sembró. Había judaizantes, filósofos, herejes que estaban de acuerdo tanto con lo antiguo por una parte, y por otra, se oponían a la verdad del Antiguo Testamento.
No obstante, Cristo sólo había sembrado buena semilla. Entonces, ¿debe la cizaña ser arrancada? Está claro que la condición del reino durante la ausencia de Cristo depende de la respuesta a esta pregunta; y también arroja luz sobre esa condición. Pero había aún menos poder para introducir un remedio, que el que hubiese debido prevenir el mal. Todo debería permanecer sin remedio hasta la intervención del Rey en el tiempo de la siega. El reino de los cielos en la tierra, tal como es en manos de los hombres, debe quedar como un sistema mezclado. Herejes y falsos hermanos, estarán allí, así como el fruto de la Palabra de Dios, testificando, en este último trato de Dios con él, de la incapacidad del hombre para mantener en su estado original, aquello que es bueno y puro. Así ha sido siempre.
Ejecución De Juicio Sobre Lo Que No Es De Dios
“Al tiempo de la siega” (una frase que designa un determinado espacio de tiempo durante el cual sucederán los eventos relacionados con la cosecha) el Señor tratará primero, en Su providencia, con la cizaña. Digo ‘en Su providencia’, porque Él utiliza a los ángeles. La cizaña será atada en manojos para ser quemada.
Debemos observar que el tema aquí son las cosas exteriores en el mundo—acciones que arrancan de raíz la corrupción—corrupción que ha crecido en medio del cristianismo.
Los siervos no son capaces de hacer esto. El entremezclarse (provocado por su debilidad y descuido) es tal, que al recoger la cizaña también arrancarían el trigo. No solamente el discernimiento, sino el poder práctico de separación, estaría faltando aquí para que ellos pudieran cumplir su propósito. Una vez que la cizaña esta allí, los siervos no deben hacer nada con ella en cuanto a su presencia en este mundo, en la Cristiandad. Su servicio es para con lo bueno. La obra de purificar la cristiandad de la cizaña no era de su incumbencia. Es una obra de juicio sobre aquello que no es de Dios, perteneciéndole a Aquel que puede ejecutarla según la perfección de un conocimiento que todo lo abarca, y de un poder del cual nada escapa; el cual, si dos hombres están en una cama, sabe cómo tomar al uno y dejar al otro. La ejecución del juicio en este mundo sobre los impíos, no pertenece a los siervos de Cristo. Él lo llevará a cabo por medio de los ángeles de Su poder, a quienes Él confía la ejecución de esta tarea.
Recogiendo El Trigo
Tras atar toda la cizaña, Él recoge el trigo en Su granero. No se habla de atar el trigo en manojos; Él lo toma todo para Sí. Tal es el fin de aquello concerniente al aspecto externo del reino aquí abajo. Esto no es todo lo que la parábola nos puede enseñar, pero concluye el tema del que habla esta parte del capítulo. Durante la ausencia de Jesús, el resultado de Su siembra será estropeado, como un todo aquí abajo, por la obra del enemigo. Al final, Él atará toda la obra del enemigo en manojos; es decir, los preparará en este mundo para el juicio. Entonces Él se llevará a la Iglesia. Es evidente que esto termina la escena bajo la cual continúa durante Su ausencia. El juicio no se ejecuta aún. Antes de hablar de ello, el Señor entrega otros ejemplos de las formas que el reino asumirá durante Su ausencia.
El Grano De Mostaza: La Forma De Un Gran Poder
Aquello que había sido sembrado como un grano de mostaza, llega a ser un árbol grande; un símbolo que representa un gran poder en la tierra. Los asirios, Faraón, Nabucodonosor, son presentados ante nosotros en la Palabra como árboles grandes. Tal sería la forma del reino, la cual empezó siendo pequeña por la Palabra que sembró el Señor, y más tarde Sus discípulos. Aquello que esta semilla produjo, asumiría gradualmente la forma de un gran poder que se haría prominente en la tierra, de tal forma que otros se cobijaran bajo él como aves debajo de las ramas de un árbol. Este ha sido, en efecto, el caso.
La Levadura: Corrupción En La Doctrina
A continuación, encontramos que esto no sería solamente un gran árbol en la tierra, sino que el reino se caracterizaría como un sistema de doctrina, que se divulgaría por sí solo—una profesión, que incluiría todo lo que alcanzara, dentro de su esfera de influencia. La totalidad de las tres medidas sería leudada. No es necesario que me detenga aquí en el hecho de que la palabra “levadura” es empleada siempre en su sentido negativo por los escritores sagrados. Pero el Espíritu Santo hace que comprendamos que no se trata del poder regenerativo de la palabra en el corazón de un individuo, trayéndola de vuelta a Dios; tampoco es simplemente un poder que actúa por la fuerza externa, tal como Faraón, Nabucodonosor y los otros grandes árboles de la Escritura. Pero es un sistema de doctrina que debería caracterizar a la masa, penetrándola por todas partes. No es la fe propiamente dicha, ni es la vida. Es una religión, es la Cristiandad. Una profesión de doctrina, en corazones que no llevarán ni a Dios, ni la verdad, se relaciona siempre con la propia corrupción de la doctrina misma.
Esta parábola de la levadura concluye Sus enseñanzas a la multitud. Todo era dirigido ahora a ellos en parábolas, porque no Le recibieron a Él, Rey de ellos, y Él habló de cosas que daban por sentado Su rechazo, y de un aspecto del reino desconocido para las revelaciones del Antiguo Testamento, las cuales tienen a la vista ya sea el reino en poder, o a un pequeño remanente recibiendo, en medio de sufrimientos, la palabra del Profeta-Rey que había sido rechazado.
Con Sus Discípulos, En La Casa, En Apartada Intimidad
Después de esta parábola, Jesús ya no permanece más junto al mar con la multitud—un lugar adecuado a la posición en la cual Él estuvo entre el pueblo después del testimonio dado al final del capítulo 12, y donde Él había acudido al dejar el hogar. Él vuelve a entrar ahora en la casa con Sus discípulos; y allí, en apartada intimidad con ellos, les revela el verdadero carácter—el objetivo—del reino de los cielos, el resultado de lo que se hizo en él, y los medios que deberían emplearse para purificar todo en la tierra cuando la historia exterior del reino durante Su ausencia hubiera terminado. Es decir, hallamos aquí lo que caracteriza al reino para el hombre espiritual, lo que este comprende como los pensamientos reales de Dios con respecto al reino, y el juicio que eliminaría de él todo lo que fuese contrario a Dios—el ejercicio del poder que debería hacerlo lucir exteriormente en conformidad con el corazón de Dios.
La Explicación De La Parábola De La Cizaña a Sus Discípulos
Hemos visto la historia exterior del reino terminando con esto, el trigo escondido en el granero, y la cizaña apartada en manojos en la tierra, lista para ser quemada. La explicación de esta parábola reanuda la historia del reino en ese período; sólo que hace que comprendamos y distingamos las diferentes partes de la mezcla, asignando a cada parte el nombre de su verdadero autor. El campo es el mundo; allí la Palabra fue sembrada para el establecimiento, de esta forma, del reino. La buena semilla eran los hijos del reino; ellos realmente pertenecían a éste según Dios; son sus herederos. Los judíos ya no lo eran, ya no era más el privilegio del nacimiento natural. Los hijos del reino eran engendrados por la Palabra. Pero entre estos, a fin de estropear la obra del Señor, el enemigo introdujo a toda clase de personas, el fruto de las doctrinas que había sembrado entre aquellos que habían sido engendrados por la verdad. Esta es la obra de Satanás en el lugar donde la doctrina de Cristo ha sido plantada. La siega es el fin del siglo. Los segadores son los ángeles. Se comentará aquí que el Señor no explica históricamente aquello que ocurrió, sino los términos usados para introducir la cuestión cuando llegue la siega. El cumplimiento de aquello que es histórico en la parábola se da por supuesto; y Él continúa para ofrecer el gran resultado fuera de aquello que era el reino durante Su ausencia en los cielos. El trigo (esto es, la iglesia) está en el granero, y la cizaña sobre el suelo en manojos. Pero Él toma todo aquello que está incluido en estos manojos, todo lo que en su forma de mal ofende a Dios en el reino, y lo lanza al horno de fuego, donde es el “lloro y el crujir de dientes.” Tras este juicio, los justos resplandecerán como Él mismo, el verdadero Sol de aquel día de gloria—del siglo venidero, en el reino del Padre de ellos. Cristo habrá recibido el reino de manos del Padre, cuyos hijos eran; y ellos resplandecerán en este reino con Él conforme a este carácter.
Así, hallamos para la multitud, los resultados de la siega divina en la tierra, y las maquinaciones del enemigo—el reino presentado bajo esta forma; después, las alianzas de los impíos que tienen lugar entre ellos aparte de su orden natural, creciendo en el campo; y el arrebatamiento de la Iglesia. Para Sus propios discípulos, el Señor explica todo lo que era necesario para hacerles comprender el lenguaje de la parábola. Encontramos, entonces, el juicio ejecutado por el Hijo del Hombre sobre los impíos, los cuales son lanzados al fuego; y la manifestación de los justos en gloria (estos últimos acontecimientos ocurren después de que el Señor ha resucitado y puesto fin a la forma exterior del reino de los cielos en la tierra, siendo los impíos recogidos en grupos y los santos tomados al cielo).
El Tesoro Escondido En El Campo
Y ahora, habiendo explicado la historia pública y sus resultados en juicio y en gloria para la plena enseñanza de Sus discípulos, el Señor les comunica los pensamientos de Dios con respecto a lo que transcurría en la tierra, mientras que los eventos exteriores y terrenales del reino iban desarrollándose—aquello que el hombre espiritual debería discernir en ellos. Para él, para uno que comprendía el propósito de Dios, el reino de los cielos era semejante a un tesoro escondido en un campo. Un hombre encuentra el tesoro, y compra el campo para poder poseerlo. El campo no era su objeto, sino el tesoro que había en él, Su pueblo. Así Cristo ha comprado el mundo. Lo posee de justicia. Su objeto es el tesoro escondido en él, Su propio pueblo, toda la gloria de la redención relacionada con él; en una palabra, la Iglesia contemplada,—no en su belleza moral y, en cierto sentido, belleza divina, sino como el objeto especial de los deseos y del sacrificio del Señor—aquello que Su corazón había hallado en este mundo conforme a los consejos y el pensamiento de Dios.
En esta parábola, es la poderosa atracción de esta ‘cosa nueva’ la que induce a aquel que la ha encontrado a comprar todo el lugar, para poder obtener la posesión de ella.
Los judíos no eran nada nuevo; el mundo no tenía atractivo; pero este nuevo tesoro indujo a Aquel que lo había descubierto a vender todo lo que tenía para ganarlo. De hecho, Cristo abandonó todo. No sólo se despojó a Sí mismo para redimirnos, sino que renunció a todo lo que le pertenecía a Él como hombre, como el Mesías en la tierra, a las promesas, a Sus derechos reales, a Su vida, para tomar posesión del mundo que contenía en él este tesoro, el pueblo al cual Él amaba.
La Perla De Gran Precio
En la parábola de la perla de gran precio, tenemos de nuevo la misma idea, pero es modificada por otras. Un hombre estaba buscando buenas perlas. Él sabía lo que hacía. Tenía gusto, discernimiento, conocimiento de aquello que buscaba. Fue la conocida belleza del objeto lo que le indujo a esta búsqueda. Sabe que cuando ha encontrado uno correspondiente a sus ideas, merece la pena venderlo todo para poder adquirirlo. Es valioso a los ojos de uno que puede estimar su valor. Así Cristo ha hallado en la Iglesia, por sí misma, una belleza, y (a causa de esta belleza) un valor que le indujo a despojarse de todo con tal de obtenerla. Es igual de cierto con respecto al reino. Considerando el estado del hombre, incluso el de los judíos, la gloria de Dios demandaba que se renunciase a todo a fin de tener esta cosa nueva; pues en el hombre no había nada que Él pudiera tomar para Sí mismo. No sólo se conformó Él con renunciar a todo para poseer esta cosa nueva, sino que aquello que Su corazón buscaba, lo que no podía hallar en otro lugar, lo halla en aquello que Dios le ha dado en el reino. Él no compró otras perlas. Hasta que hallase esa perla, Él no tenía ningún incentivo para vender todo lo que tenía. Tan pronto como la ve, Él se decide: renuncia a todo por ella. Su valor es lo que le decide, pues Él sabe cómo juzgar y Él busca con discernimiento.
No digo que los hijos del reino no son impulsados por el mismo principio. Cuando hemos aprendido lo que es ser un hijo del reino, renunciamos a todo lo disfrutamos, para poder ser parte de la perla de gran precio. Pero no compramos aquello que no es el tesoro a fin de obtenerla; y estamos muy lejos de buscar buenas perlas antes de haber hallado la de gran precio. En toda su extensión, estas parábolas se aplican solamente a Cristo. La intención en ellas es presentar aquello que estaba entonces haciendo—en contraste con todo lo que había acontecido antes—con las relaciones de Dios con los judíos.
La Red Echada En El Mar; El Pez Bueno
Queda todavía una de las siete parábolas—la de la red echada en el mar. En esta parábola no hay ningún cambio en las personas empleadas en la tarea, es decir, en la parábola misma. Las mismas personas que lanzan la red son las que la sacan a la orilla, y hacen la separación recogiendo el pez bueno en cestas, sin reparar en el malo. Asegurar el pez bueno es la obra de aquellos que sacan la red a la orilla. Esto sólo es efectuado después de desembarcar. La clasificación es su trabajo, no hay duda; pero sólo se ocupan del pez bueno. Ellos lo conocen. Esta es su tarea, el objetivo de su pesca. Otros, en efecto, vienen y son encontrados en la red junto con los buenos; pero estos no son buenos. No se necesita otro juicio. Los pescadores conocen los buenos; pero estos no son buenos. Ellos los dejan. Esto forma una parte de la historia del reino de los cielos. El juicio de los impíos no se encuentra aquí. Los malos son dejados en la orilla cuando los pescadores recogen los buenos en cestas. El destino final tanto del bueno como del malo no es presentado aquí. Esto no ocurre en la orilla con respecto a los buenos; ni en cuanto a los malos por el solo hecho de ser dejados allí. Es subsiguiente a la acción de la parábola; y, con respecto al malo, no ocurre simplemente por su separación del bueno con el que había estado mezclado, sino por su destrucción. Ni en esta parábola, ni en la del trigo y la cizaña, la ejecución del juicio forma parte de la parábola misma. Allí, la cizaña es atada y dejada en el campo; aquí, el pez malo es echado fuera de la red llena.
La red del evangelio ha sido echada así en el mar de las naciones, y ha incluido en ella a toda clase. Después de esta recolección general, que ha llenado la red, los agentes del Señor, teniendo que ver con los buenos, los recogen juntos separándolos de los malos. Observen aquí que esta es una analogía del reino. Es el carácter que asume el reino cuando el evangelio ha reunido una masa que incluye los buenos y los malos. Al final, cuando la red ha sido sacada de tal forma que todas las clases quedan encerradas en ella, los buenos son puestos aparte porque son preciosos, y los otros son dejados. Los buenos son recogidos en diversas cestas. Los santos son recogidos, no por los ángeles, sino por aquellos que han laborado en el nombre del Señor. Esta distinción no es hecha por medio del juicio, sino por medio de los siervos, que se ocupan de los buenos.
La Ejecución Pública Del Juicio
La ejecución del juicio es otro asunto. Los obreros no tienen nada que ver con ello. Al final del siglo, los ángeles saldrán y apartarán a los malos de entre los justos, no a los justos de entre el resto como hicieron los pescadores, y los echarán en el horno de fuego donde será el lloro y el crujir de dientes. Nada se dice aquí de que se ocupen de los justos. Recogerlos en cestas no era la tarea de los ángeles, sino la de los pescadores. En ambas parábolas los ángeles se ocupan de los impíos. El resultado público ha sido dado, ya sea durante el período del reino de los cielos, o más tarde, en la parábola de la cizaña. Aquí no se repite. La tarea a ser realizada con respecto a los justos cuando la red está llena, es añadida aquí. El destino de los malos es reiterado para diferenciar la tarea hecha con respecto a ellos, de la llevada a cabo por medio los pescadores, quienes recogen los buenos en diversas cestas. Con todo, esto es presentado bajo otro aspecto; y los justos son dejados donde estaban. En la parábola de la cizaña, el juicio de los impíos es declarado al igual que en esta. Son echados al lloro y al crujir de dientes, pero allí es revelado el estado general del reino, y tenemos a los justos resplandeciendo como el sol—la parte más alta del reino. Aquí está solamente lo que el inteligente comprende, lo que la mente espiritual ve. Los justos son colocados en cestas. Hay una separación que hace el poder espiritual, antes del juicio, la cual no existía en el estado público del reino, sino sólo lo que la providencia hizo públicamente en el campo, y la buena semilla es recibida arriba. Aquí, la separación se hace tratando con los buenos. Este era el punto principal para la inteligencia espiritual. La manifestación pública no es el punto; de hecho, solamente juicio será ejecutado sobre los impíos; entonces los justos serán dejados allí.
La Explicación De La Parábola De Los Peces
En la explicación de la segunda parábola, se trata del juicio absoluto en el caso de la cizaña, que destruye y consume lo que queda en el campo, ya recogida y separada providencialmente del trigo. Los ángeles son enviados al final, no para separar la cizaña del trigo (lo cual ya fue hecho) sino para echar la cizaña en el fuego, limpiando así el reino. En la explicación de la parábola de los peces (versículo 49), tiene lugar la clasificación misma. Habrá justos en la tierra, y los malos serán separados de entre ellos. La enseñanza práctica de esta parábola es la separación de los buenos de los malos, y la recolección en grupos numerosos de los primeros; esto es hecho más de una vez, siendo también recogidos en un conjunto muchos otros de los mismos en otro lugar. Los siervos del Señor son los instrumentos empleados en lo que acontece en la parábola misma.
Cosas Nuevas Y Cosas Viejas
Estas parábolas contienen cosas nuevas y viejas. La doctrina del reino, por ejemplo, era una doctrina bien conocida. Que el reino tomara las formas descritas por el Señor, y que abarcara a todo el mundo sin excepción, debiendo el pueblo de Dios su existencia no a Abraham sino a la Palabra, todo esto era completamente nuevo. Todo era de Dios. El escriba tenía conocimiento del reino, pero era completamente ignorante del carácter que este asumiría, como reino de los cielos plantado en este mundo por medio de la palabra, de la cual todo depende aquí.
La Obra Reanudada Entre Los Judíos; Cristo Rechazado Como Profeta Así Como Rey
El Señor reanuda Su obra entre los judíos. Para ellos, Él era solamente “el hijo del carpintero.” Ellos conocían a Su familia según la carne. El reino de los cielos no tenía valor a sus ojos. La revelación de este reino fue efectuada en otro lugar, y el conocimiento de las cosas divinas fue comunicado allí. Los judíos no vieron nada detrás de aquellas cosas que el corazón natural podía percibir. La bendición del Señor fue detenida por su incredulidad. Él fue rechazado por Israel como profeta y como Rey.