El Discurso Del Monte De Los Olivos: Profecía Y Enseñanza
Hemos visto ya que el rechazo del testimonio en gracia acerca del reino, es la causa del juicio que cae sobre Jerusalén y sus habitantes. Ahora, en el capítulo 24, tenemos la posición de este testimonio en medio del pueblo; la condición de los Gentiles, y la relación en la cual permanecían ante el testimonio dado por los discípulos; después de esto, la condición de Jerusalén, a consecuencia de su rechazo del Mesías y del menosprecio del testimonio; y, luego, el trastorno universal al final de aquellos días: un estado de cosas que deberá cesar por la aparición del Hijo del Hombre, y por la reunión de los elegidos de Israel desde los cuatro vientos.
Debemos examinar este notable pasaje, presentado ya como profecía y enseñanza a los discípulos para su guía en el camino que deben seguir en medio de los acontecimientos futuros.
Jesús se marcha del templo, y esto para siempre—un acto solemne, el cual, podemos decir, ejecutaba el juicio que Él acababa de pronunciar. La casa estaba ahora desierta. Los corazones de los discípulos estaban todavía ligados a ella por su anterior atractivo. Ellos dirigen la atención del Señor hacia los magníficos edificios que lo componían. Jesús les anuncia su completa destrucción. Sentados aparte con Él en el monte de los Olivos, los discípulos preguntan cuándo tenían que suceder estas cosas, y cuál sería la señal de Su venida y la del fin del siglo. Ellos clasifican la destrucción del templo, el regreso de Cristo, y el fin del siglo, como un solo acontecimiento. Debemos observar que el fin del siglo es aquí el fin del período durante el cual Israel estaba sujeto a la ley bajo el antiguo pacto: un período que tenía que cesar, dando lugar al Mesías y al nuevo pacto. Observen también que el asunto es aquí el gobierno de la tierra por parte de Dios, y los juicios que deben tener lugar a la venida de Cristo, la cual pondría fin al presente siglo. Los discípulos confundían aquello que el Señor había dicho acerca de la destrucción del templo, con este período. El Señor trata el asunto desde Su propio punto de vista (es decir, con respecto al testimonio que los discípulos tenían que rendir en relación con los judíos durante Su ausencia y hasta el fin del siglo). Él no añade nada acerca de la destrucción de Jerusalén, la cual ya había anunciado. El tiempo de Su venida estaba oculto a propósito. Además, la destrucción de Jerusalén por Tito puso fin, de hecho, a la posición que las enseñanzas de Cristo tenían en perspectiva. No existía ya ningún testimonio reconocible entre los judíos. Cuando esta posición sea retomada, la aplicabilidad del pasaje también comenzará de nuevo. Después de la destrucción de Jerusalén hasta esa época, sólo la Iglesia es tenida en consideración.
La División Del Discurso
El discurso del Señor se divide en tres partes:
1. La condición general de los discípulos y del mundo durante el tiempo del testimonio, hasta el final del versículo 14.
2. El período marcado por el hecho de que la abominación desoladora se halla en el lugar santo (versículo 15).
3. La venida del Señor y la reunión de los escogidos en Israel (versículo 29).
El Testimonio Entre El Pueblo Y Entre Los Gentiles Hasta El Fin Del Siglo
El tiempo del testimonio de los discípulos está caracterizado por falsos Cristos y falsos profetas entre los judíos; por la persecución de aquellos que dan testimonio, quienes son delatados a los Gentiles. Pero hay aún algo más definido con respecto a esos días. Habría falsos Cristos en Israel. Habría guerras, hambres, pestilencias, terremotos. Ellos no debían turbarse, porque aún no sería el fin. Estas cosas iban a ser sólo un principio de dolores. Eran, principalmente, cosas exteriores. Había otros acontecimientos que los llevarían a mayores pruebas, y los probarían más completamente—cosas más desde adentro. Los discípulos serían entregados, se les daría muerte y serían “aborrecidos de todas las naciones.” (Mateo 24:9—Versión Moderna). La consecuencia, entre quienes hacían profesión, iba a ser que muchos tropezarían; se traicionarían unos a otros. Surgirían falsos profetas que engañarían a muchos, y debido al aumento de la iniquidad, el amor de muchos se enfriaría—un triste cuadro. Pero estas cosas darían oportunidad para el ejercicio de una fe que hubiera sido probada. El que perseverare hasta el fin, sería salvo. Esto concierne a la esfera del testimonio en particular. Aquello que dice el Señor, no está absolutamente limitado al testimonio en Canaán; sino que ya que es desde allí que el testimonio se expande, todo está relacionado con esa tierra como el centro de los caminos de Dios. Pero, añadido a esto, el Evangelio del reino sería predicado en todo el mundo para testimonio a todas las naciones, y entonces vendría el fin. Ahora bien, aunque el cielo será la fuente de la autoridad cuando sea establecido el reino, Canaán y Jerusalén serán sus centros terrenales. De modo que la idea del reino, extendiéndose por todo el mundo, vuelve nuestros pensamientos hacia la tierra de Israel. Es de “este evangelio del reino” del que se habla aquí. No es la proclamación de la unión de la Iglesia con Cristo, ni de la redención en su plenitud, predicada y enseñada por los apóstoles después de la ascensión, sino el reino que iba que ser establecido en la tierra, como Juan el Bautista y como el Señor mismo habían anunciado. El establecimiento de la autoridad universal del Cristo ascendido, debería ser predicado en todo el mundo para probar la obediencia de ellos, y para proporcionar el objeto de la fe a aquellos que tenían oídos para oír.
Esta es la historia general de aquello que tendría lugar hasta el fin del siglo, sin entrar en el asunto de la proclamación que fundó la asamblea propiamente dicha. La destrucción inminente de Jerusalén, y la negativa de los judíos a recibir el Evangelio, hicieron que Dios levantara un testimonio especial por medio de Pablo, sin anular la verdad del reino venidero. Lo que sigue después, demuestra que tal avance del testimonio del reino tendrá lugar al final, y que ese testimonio alcanzará a todas las naciones antes de la venida del juicio que pondrá término a este siglo.
La Gran Tribulación; “El Tiempo Del Fin”
Pero habrá un momento cuando, dentro de una cierta esfera (es decir, en Jerusalén y en sus cercanías), comenzaría un tiempo especial de sufrimiento en cuanto al testimonio en Israel. Al hablar de la abominación desoladora, el Señor nos remite a Daniel para que podamos entender de qué habla Él. Ahora bien, Daniel (cap. 12, donde se habla de esta tribulación) nos trae definitivamente a los postreros días—el momento cuando Miguel se levantará por el pueblo de Daniel, es decir, los judíos, los cuales están bajo la dominación de los Gentiles—los tiempos en los cuales sobrevendrá un tiempo de angustias, tal como no ha acontecido nunca, ni lo habrá, y en el cual el remanente será liberado. En la última parte del capítulo anterior de ese profeta, este tiempo es llamado “el tiempo del fin” (N. del T.: Daniel 11:4040And at the time of the end shall the king of the south push at him: and the king of the north shall come against him like a whirlwind, with chariots, and with horsemen, and with many ships; and he shall enter into the countries, and shall overflow and pass over. (Daniel 11:40)—Versión Moderna; la versión Reina-Valera 1960 traduce “al cabo del tiempo”), y la destrucción del rey del norte es declarada proféticamente. Ahora bien, el profeta anuncia que 1.335 días antes de la plena bendición (¡Bienaventurado el que tiene parte en ella!) el continuo sacrificio será quitado y será establecida la abominación desoladora; que desde ese momento habrá 1.290 días (es decir, un mes más que los 1.260 días mencionados en Apocalipsis capítulo 12, durante los cuales la mujer que huye de la serpiente es sustentada en el desierto; y también más que los tres años y medio de Daniel 7). Al final, como vemos aquí, viene el juicio y el reino es dado a los santos.
La Época Y El Pueblo a Quienes Se Aplica La Profecía
Así se demuestra que este pasaje se refiere a los postreros días y a la posición de los judíos en aquel tiempo. Los acontecimientos del tiempo pasado desde que el Señor hablara de ello, confirman este pensamiento. Ni en 1.260 días, ni en 1.260 años, después de los días de Tito, ni en 30 días o años más tarde, ocurrió jamás ningún acontecimiento que pudiera ser el cumplimiento de estos días indicados en Daniel. Los períodos pasaron hace muchos años. Israel no ha sido liberado, ni Daniel ha recibido su heredad al fin de aquellos días (Daniel 12:1313But go thou thy way till the end be: for thou shalt rest, and stand in thy lot at the end of the days. (Daniel 12:13)). Es igualmente claro que se trata de Jerusalén en este pasaje, y sus cercanías; pues a los que están en Judea se les ordena huir a los montes. Los discípulos que estarán allí en ese momento, tendrán que orar para que su huída no sea en día de reposo—un testimonio adicional de que los sujetos de esta profecía son los judíos; pero también un testimonio del tierno cuidado que tiene el Señor para con los que son Suyos, pensando incluso en medio de estos acontecimientos sin precedentes, de que el momento de su huida no fuera en invierno.
El Remanente Judío Está En Consideración, No La Asamblea
Además de esto, otras circunstancias demuestran, si son necesarias más pruebas, que se trata del remanente judío, y no de la asamblea. Sabemos que todos los creyentes serán arrebatados para encontrarse con el Señor en el aire. Más tarde, ellos volverán con Él. Pero aquí habrá falsos Cristos en la tierra, y el pueblo dirá, “está en el desierto”, “está en los aposentos”. Pero los santos que serán arrebatados y que volverán con el Señor, no tienen nada que ver con falsos Cristos en la tierra, ya que ellos irán al cielo para estar allí con Él, antes de que Él regrese a la tierra; aunque es fácil entender que los judíos, quienes están esperando la liberación terrenal, estén sujetos a tales tentaciones, y que sean engañados por ellas a menos que Dios mismo los guarde.
La Venida Del Hijo Del Hombre
Esta parte, entonces, de la profecía, se aplica a los postreros días, los últimos tres años y medio antes del juicio que será derramado repentinamente a la venida del Hijo del Hombre. El Señor regresará de repente como el resplandor de un rayo, como águila a recoger su presa, al lugar donde se halla el objeto de Su juicio. Inmediatamente después de la tribulación de aquellos últimos tres años y medio, todo el sistema jerárquico de gobierno será conmovido y caerá completamente. Entonces, aparecerá la señal del Hijo del Hombre en el cielo, y verán al Hijo del Hombre viniendo sobre las nubes del cielo con poder y gran gloria. Este versículo 30 contiene la respuesta a la segunda parte de la pregunta de los discípulos en el versículo 3. El Señor da a Sus discípulos la advertencia necesaria para su guía; pero el mundo no verá señales, por muy claras que ellas puedan ser para aquellos que entienden. Pero esta señal sería en el momento de la venida del Señor. El resplandor de Su gloria que ellos habían despreciado, les mostraría quién era Aquel que venía ahora; y sería algo inesperado. ¡Qué terrible momento cuando, en lugar de un Mesías que respondía a su mundanal orgullo, el Cristo a quien despreciaron aparecerá en los cielos!
Después el Hijo del Hombre, así venido y manifestado, enviaría a reunir a todos los escogidos de Israel de los cuatro vientos. Es esto lo que finaliza la historia de los judíos, e incluso aquella de Israel, en respuesta a la pregunta de los discípulos, y revela los tratos de Dios con respecto al testimonio entre el pueblo que le había rechazado, anunciando el momento de su profunda angustia, y el juicio que será derramado en medio de esta escena cuando Jesús venga, siendo trastornados completamente todos los poderes grandes y pequeños.
La Importancia De La Captura De Jerusalén; Los Judíos Como Una Raza Distinta Hoy En Día
El Señor entrega la historia del testimonio en Israel, y la del pueblo mismo, desde el momento de Su partida hasta Su regreso; pero no se especifica la duración del tiempo durante el cual no debería existir ni pueblo, ni templo, ni ciudad. Es esto lo que da importancia a la captura de Jerusalén. No se nos habla aquí de la misma en términos directos—el Señor no la describe; pero esto puso fin a aquel orden de cosas al cual se aplica Su discurso, y esta aplicación no es reanudada hasta que Jerusalén y los judíos están nuevamente presentes. El Señor lo anunció al principio. Los discípulos pensaron que Su venida tendría lugar al mismo tiempo que ese acontecimiento. Les responde de manera tal que Su discurso les sería de utilidad a ellos hasta la captura de Jerusalén. Pero una vez mencionada la abominación desoladora, nos vemos transportados a los postreros días.
Los discípulos tenían que comprender las señales que Él les daba. He dicho ya que la destrucción de Jerusalén, por el hecho mismo, interrumpió la aplicación de Su discurso. La nación judía fue puesta aparte; pero el versículo 34 tiene un sentido mucho más amplio, y uno más apropiado realmente a ello. judíos incrédulos iban a existir, como tales, hasta que todo fuera cumplido. Comparen con Deuteronomio 32:5 y 32:20, donde está especialmente en vista este juicio sobre Israel. Dios oculta Su rostro de ellos hasta que vea cuál será el fin de ellos, pues son una generación perversa, hijos en los cuales no hay fe. Eso ha sucedido. Ellos son una raza distinta de personas hasta estos días. Esa generación existe en la misma condición—un monumento a la permanente certeza de los tratos de Dios, y de las palabras del Señor.
Para concluir, el gobierno de Dios, ejercido con respecto a este pueblo, ha sido descrito hasta su final. El Señor viene, y Él junta a los escogidos dispersos de Israel.
El Juicio De Naciones En La Tierra Según Su Trato a Los Mensajeros Del Reino
La historia profética continúa en el capítulo 25:31, el cual está relacionado con el capítulo 24:30. Y así como el capítulo 24:31 relata la reunión de Israel después de la venida del Hijo del Hombre, el capítulo 25:31 anuncia Sus tratos en juicio con los Gentiles. Él aparecerá, indudablemente, como el relámpago con respecto a la apostasía, la cual será un cuerpo muerto ante Sus ojos. Pero cuando Él vendrá solemnemente para tomar Su lugar terrenal en gloria, eso no pasará como el relámpago. Él se sentará en el trono de Su gloria, y todas las naciones se reunirán ante Él en Su trono judicial, y ellas serán juzgadas conforme a su trato otorgado a los mensajeros del reino, quienes habían salido a predicarles. Estos mensajeros son los hermanos (capítulo 25:40); aquellos que los recibieron son las ovejas; los que descuidaron el mensaje de ellos son los cabritos. Entonces, el relato que comienza en el capítulo 25:31, de la separación de las ovejas y los cabritos, y de su resultado, retrata a las naciones que son juzgadas en la tierra según el trato dado a esos mensajeros. Es el juicio de los vivos, al menos en cuanto a las naciones—un juicio de carácter tan final como aquel de los muertos. No se trata del juicio de Cristo en batalla, como en Apocalipsis 20:4. Yo hablo del principio o, más bien, del carácter del juicio. No dudo que estos hermanos son judíos, así como lo eran los discípulos, es decir, aquellos que estarán en una posición similar en cuanto a su testimonio. Los Gentiles, quienes habían recibido este mensaje, serían aceptados como si hubieran tratado a Cristo de la misma manera. El Padre de Cristo les había preparado para el goce del reino; y ellos deberían entrar en él, estando aún en la tierra, pues Cristo había descendido en el poder de la vida eterna.
Los Discípulos De Cristo Fuera Del Testimonio En Israel
Por el momento, he pasado por sobre todo lo que hay entre el capítulo 24:31 y el capítulo 25:31, porque el fin de este capítulo 24 completa todo lo concerniente al gobierno y al juicio de la tierra. Pero hay una clase de personas cuya historia nos es dada en sus grandes rasgos morales, como intermedio, entre estos dos versículos que he mencionado.
Estos son los discípulos de Cristo, fuera del testimonio llevado en medio de Israel, a quienes Él encomendó Su servicio y una posición relacionada con Él mismo, durante Su ausencia. Esta posición y este servicio están en relación con Cristo mismo, y no en relación con Israel, dondequiera que este servicio se cumpla.
Juicio Discernidor En Los Días Postreros En La Propia Casa Del Señor
Hay, no obstante, y antes de que lleguemos a estos, algunos versículos de los que no he hablado todavía, los cuales se aplican más particularmente al estado de cosas en Israel, como advertencia a los discípulos que están allí, y describen el juicio discernidor que tiene lugar entre los judíos en los postreros días. Hablo de ellos aquí debido a que toda esta parte del discurso—a saber, desde el capítulo 24:31 al capítulo 25:31—es una exhortación, un sermón del Señor, sobre el tema de sus deberes durante Su ausencia. Me refiero al capítulo 24:32-44. Estos versículos hablan de la continua expectativa, impuesta sobre los discípulos, por la ignorancia de ellos acerca del momento en que el Hijo del Hombre vendría, y en la cual los discípulos fueron dejados intencionalmente (y el juicio es un juicio terrenal); mientras que a partir del versículo 45, el Señor se dirige de manera más directa y, a la vez, en un modo más general, acerca de la conducta de ellos durante Su ausencia, no en relación con Israel, sino con los Suyos—Su casa. Él les había encomendado la tarea de suministrarles comida apropiada a su debido tiempo. Esta es la responsabilidad del ministerio en la asamblea.
Responsabilidad Colectiva En El Servicio
Es importante observar que, en la primera parábola, el estado de la asamblea es contemplado como un todo; la parábola de las vírgenes y la de los talentos entregan una responsabilidad individual. De ahí que el siervo que es infiel es cortado y tiene su porción con los hipócritas. El estado de la asamblea responsable depende de su espera de Cristo, o del corazón de ellos diciendo que Él retarda Su venida. Sería a Su regreso que el juicio sería pronunciado sobre su fidelidad en el intervalo. La fidelidad debería ser aprobada en ese día. Por otra parte, el olvido práctico de Su venida conducirá al libertinaje y a la tiranía. No se trata aquí de un sistema intelectual: el siervo malo dice en su corazón: “Mi señor tarda en venir”; su voluntad estaba implicada en ello. El resultado fue que se manifestó la voluntad carnal. Ya no era el servicio consagrado a Su casa, con un corazón atento a la aprobación del Maestro cuando regresara; sino mundanalidad en la conducta, y la asunción de una autoridad arbitraria, propiciadas por el servicio que se le encomendó. Come y bebe con los borrachos, se une al mundo y participa de sus costumbres; golpea a sus consiervos como él quiere. Tal es el efecto de aplazar durante Su ausencia, deliberadamente en el corazón, la venida del Señor y tratar que la asamblea se instale aquí abajo. ¿No es un cuadro demasiado verdadero?
Recompensa Por El Servicio En La Asamblea
¿Qué es lo que ha sucedido con aquellos que tenían el lugar de servicio en la casa de Dios? Las consecuencias para ambas partes son estas: el siervo fiel, quien a partir del amor y devoción para con su Maestro se dedicó al bienestar de Su casa, al regreso de su Maestro, debía ser puesto a cargo de todos Sus bienes; aquellos que han sido fieles en el servicio de la casa, serán puestos sobre todas las cosas por el Señor, cuando Él tome Su lugar de poder y actúe como Rey. Todas las cosas son entregadas en manos de Jesús por el Padre. Aquellos que, en humildad, hayan sido fieles a Su servicio durante Su ausencia, serán puestos sobre todo lo que es encomendado a Él, es decir, sobre todas las cosas—estas no son sino los “bienes” de Jesús. Por otro lado, aquel que durante la ausencia del Señor se haya establecido como maestro y haya continuado según el espíritu de la carne y del mundo al que se había unido, no solamente tendría la porción del mundo; su Maestro vendría repentinamente, y él recibiría el castigo de los hipócritas. ¡Qué lección para aquellos que se arrogan un lugar de servicio en la asamblea! Observen aquí que no se dice que sea un borracho, sino que come y bebe con aquellos que lo son. Se alía con el mundo y sigue sus costumbres. Este es, además, el aspecto general que el reino asumirá en aquel día, aunque el corazón del siervo malo sea perverso. El Esposo ciertamente esperaría; y las consecuencias que se podían esperar del corazón del hombre no tardarán en realizarse. Pero el efecto, encontramos luego, es hacer manifiestos a aquellos que poseían realmente la gracia de Cristo y a aquellos que no la poseían.