Las Divisiones Y Los Contenidos Del Sermón Del Monte
Este discurso puede dividirse en las siguientes partes:
El carácter y la porción de aquellos que debían estar en el reino (versículos 1-12).
La posición de ellos en el mundo (versículos 13-16).
La conexión entre los principios del reino y la ley (versículos 17-48).
El espíritu en el cual los discípulos deberían hacer buenas obras (Mateo 6:1-18).
La separación del espíritu del mundo y de sus preocupaciones (versículos 19-34).
El espíritu de sus relaciones con los demás (Mateo 7:1-6).
La confianza en Dios, la cual debía caracterizarlos (versículos 7-12).
La energía que debía caracterizarlos, a fin de que pudieran entrar en el reino; no obstante, no meramente entrar, ya que muchos intentarían hacerlo, sino conforme a aquellos principios que lo hacían difícil para el hombre, según Dios—la puerta estrecha; y después, el medio por el cual discernirían a aquellos que procurarían engañarlos, así como la vigilancia necesaria para no ser engañados (versículos 13-23).
Obediencia real y práctica a Sus dichos, la verdadera sabiduría de aquellos que oyen Sus palabras (versículos 24-29).
La Revelación Del Nombre Del Padre
Hay otro principio que caracteriza a este discurso, y es la presentación del nombre del Padre. Jesús pone a Sus discípulos en relación con Su Padre, como Padre de ellos. Les revela el nombre del Padre, para que ellos puedan estar en relación con Él, y para que puedan actuar en conformidad a lo que Él es.
El Rechazo Del Rey; La Posición Y La Conducta Consiguientes De Sus Seguidores
Este discurso da los principios del reino, pero supone el rechazo del Rey, y la posición en la cual esto llevaría a aquellos que eran Suyos; quienes, por consiguiente, deben buscar una recompensa celestial. Tenían que ser un olor divino donde Dios era conocido y actuaba, e iban a ser un espectáculo al mundo. Además, éste era el objetivo de Dios. Su confesión tenía que ser tan abierta como para que el mundo atribuyera las obras de ellos al Padre. Por una parte, ellos tenían que actuar según un juicio del mal que alcanzara al corazón y a los motivos, pero también, por otra parte, debían actuar conforme al carácter del Padre en gracia—para ser aprobados por el Padre que ve en lo secreto, donde el ojo del hombre no podía penetrar. Tenían que poseer plena confianza en Él para todas sus necesidades. Su voluntad era la norma según la cual había entrada en el reino.
El Discurso Pronunciado En Israel Antes De Que El Reino Sea Establecido
Podríamos observar que este discurso está relacionado con la proclamación del reino como estando cercano, y que todos estos principios de conducta son dados como características del reino, y como condiciones para la entrada en él. De ello se deduce, sin duda, que estos principios son apropiados para aquellos que han entrado. Pero el discurso es pronunciado en medio de Israel, antes que el reino sea establecido, y como estado previo para entrar en él, y para presentar los principios fundamentales del reino en relación con ese pueblo, y en contraste moral con las ideas que ellos se habían formado respecto a él.
Las Bienaventuranzas: El Carácter Y La Porción De Aquellos En El Reino
Al examinar las bienaventuranzas, hallaremos que esta porción entrega, en general, el carácter de Cristo mismo. Estas bienaventuranzas dan por sentadas dos cosas: la posesión futura de la tierra de Israel por los mansos, y la persecución del remanente fiel, verdaderamente justo en sus caminos, y quienes afirmaban los títulos del verdadero Rey (estando el cielo puesto ante ellos como su esperanza para sostener sus corazones).
La Posición De Los Discípulos En El Mundo
Esta será la posición del remanente en los últimos días antes de la introducción del reino, siendo este último algo excepcional. Así era, moralmente, en los días de los discípulos del Señor, en referencia a Israel, cuando la parte terrenal era demorada. En referencia al cielo, los discípulos son contemplados como testigos en Israel; pero—mientras que ellos eran lo único que preservaba la tierra—eran un testimonio al mundo. Así que los discípulos son vistos en relación con Israel, pero, al mismo tiempo, como testigos de parte de Dios al mundo (teniendo el reino en vista, pero aún no establecido). La relación con los últimos días es evidente; sin embargo su testimonio tenía entonces, moralmente, este carácter. Solamente que el establecimiento del reino terrenal había sido demorado, y la iglesia, la cual es celestial, es introducida. Mateo 5:25 alude evidentemente a la posición de Israel en los tiempos de Cristo. Y, de hecho, ellos permanecen cautivos, en prisión, hasta que hayan recibido su pleno castigo, y entonces saldrán nuevamente.
El Hombre Obediente, El Señor Del Cielo
El Señor habla y actúa siempre como el Hombre obediente, movido y guiado por el Espíritu Santo; pero vemos de la manera más extraordinaria, en este Evangelio, quién es el que actúa así. Y es esto lo que confiere su verdadero carácter moral al reino de los cielos. Juan el Bautista podía anunciarlo como un cambio de dispensación, pero su ministerio era terrenal. Cristo podía igualmente anunciar este mismo cambio (y el cambio era de suma importancia); pero en Él había más que esto. Él era del cielo, el Señor que vino del cielo. Al hablar del reino de los cielos, Él hablaba desde la profunda y divina abundancia de Su corazón. Ningún hombre había estado en el cielo, excepto Él, que había descendido de allí, el Hijo del Hombre que estaba en el cielo. Por lo tanto, cuando hablaba del cielo, Él hablaba de lo que conocía, y testificaba de lo que había visto. Esto era así de dos maneras, como se expone en el Evangelio de Mateo. Ya no era un gobierno terrenal según la ley; Jehová, el Salvador, Emanuel, estaba presente. ¿Podía ser Él de otro modo que no fuera celestial en Su carácter, en el tono, en los sentidos, de Su vida entera?
El Carácter De Cristo Identificado Con El Cielo
Además, cuando Él empezó Su ministerio público y fue sellado por el Espíritu Santo, los cielos Le fueron abiertos. Fue identificado con el cielo como un hombre sellado con el Espíritu Santo en la tierra. Él fue así, la expresión permanente del espíritu, de la realidad, del cielo. Todavía no existía el ejercicio del poder judicial, el cual sostendría este carácter ante todo lo que se le opusiera. Fue su manifestación en paciencia, no obstante, la oposición de todos los que le rodeaban y de la incapacidad de Sus discípulos para comprenderle. Así, en el sermón del Monte hallamos la descripción de aquello que era apropiado para el reino de los cielos, e incluso el aseguramiento del galardón en los cielos para aquellos que deberían sufrir en la tierra por causa de Su nombre. Esta descripción, como hemos visto, es esencialmente el carácter de Cristo mismo. Es de esta forma que un espíritu celestial se expresa en la tierra. Si el Señor enseñó estas cosas, es porque Él los amaba, porque Él era de ellos y se deleitaba en ellos. Siendo el Dios del cielo, siendo lleno, como hombre, del Espíritu sin medida, Su corazón estaba perfectamente en armonía con un cielo que Él conocía perfectamente. En consecuencia, de ahí que Él determine el carácter que Sus discípulos tenían que asumir con estas palabras: “Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto.” Toda su conducta debía ser en referencia al Padre de ellos en los cielos. Cuanto más comprendemos la gloria divina de Jesús, más comprendemos la manera en que Él era hombre relacionado con el cielo, mejor aprenderemos lo que el reino de los cielos era para Él, en cuanto a lo que era apropiado a él. Cuando sea establecido con poder en un futuro, el mundo será gobernado conforme a aquellos principios, aunque no sean estos, propiamente hablando, suyos propios.
El remanente en los últimos días, no lo dudo, encontrando que todo alrededor es contrario a la fidelidad, y viendo fracasar toda la esperanza judía ante sus ojos, estarán obligados a levantar el rostro en alto, y adquirirán más y más este carácter, el cual, si no celestial, es al menos muy conformado a Cristo.
La Multitud, Y El Poder, Y El Carácter Del Señor
Hay dos cosas relacionadas con la presencia de la multitud en el versículo 1. En primer lugar, el tiempo necesario para que el Señor les diese una idea verdadera del carácter de Su reino, puesto que Él ya había atraído a la multitud tras de Él. Al hacerse sentir Su poder, era importante que Su carácter fuese dado a conocer. Por otro lado, esta multitud que estaba siguiendo a Jesús era un lazo para Sus discípulos; y Él les hace entender qué completo contraste había entre el efecto que la multitud podía tener sobre ellos, y el espíritu correcto que debía gobernarlos. Así, lleno Él mismo de lo verdaderamente bueno, presenta inmediatamente lo que llenaba Su propio corazón. Este era el verdadero carácter del remanente que, en lo principal, se asemejaba a Cristo en esto. A menudo es así en los Salmos.
La Sal De La Tierra Y La Luz Del Mundo
La sal de la tierra es una cosa diferente de la luz del mundo. La tierra, según me parece, expresa aquello que ya profesaba haber recibido luz de Dios—aquello que estaba en relación con Él en virtud de la luz—habiendo asumido una forma determinada ante Él. Los discípulos de Cristo eran el principio conservante en la tierra. Ellos eran la luz del mundo, que no poseía esa luz. Esta era su posición, reflejaran esa luz o no. Era el propósito de Dios que ellos fueran la luz del mundo. Una luz no se enciende para ser escondida.
La Oposición De Los Hombres Al Establecimiento Del Reino
Todo esto da por sentado el caso de la posibilidad del establecimiento del reino, pero también da por sentada la oposición de la mayoría de los hombres a su establecimiento. No se trata de la redención del pecador, sino de la comprensión del carácter apropiado a un lugar en el reino de Dios; aquel que el pecador debería buscar en tanto está en el camino con su adversario, a fin de no ser entregado al juez—lo cual, de hecho, ha sucedido a los judíos.
Relación Con El Padre; Oración En Dependencia
Al mismo tiempo, los discípulos son traídos individualmente a la relación con el Padre—el segundo gran principio del discurso, la consecuencia de que el Hijo está allí—y una cosa aún más excelente que su posición de testimonio para el reino, es puesta ante ellos. Ellos tenían que actuar en gracia, así como su Padre actuaba, y su oración debía ser para un orden de cosas en que todo correspondiera moralmente al carácter y a la voluntad de su Padre. “Santificado sea tu nombre, venga tu reino” significa que todo debiera responder al carácter del Padre, que todo debiera ser el efecto de Su poder; “Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra”, es obediencia perfecta. La sujeción universal a Dios en el cielo y en la tierra será, hasta cierto punto, cumplida por la intervención de Cristo en el milenio, y de manera absoluta cuando Dios será todo en todos. Mientras tanto, la oración expresa dependencia diaria, la necesidad de perdón, la necesidad de ser guardados del poder del enemigo, el deseo de no ser zarandeados por él, como una administración de Dios, igual que lo fueron Job o Pedro, y de ser preservados del mal.
La Aplicación Especial De “La Oración Del Señor”
Esta oración también se adapta a la posición del remanente; pasa por alto la dispensación del Espíritu, e incluso aquello que es apropiado al milenio como un reino terrenal, para expresar los deseos correctos, y hablar de la condición y de los peligros del remanente hasta que el reino del Padre haya de venir. Muchos de estos principios son siempre verdaderos, ya que nosotros estamos en el reino, y deberíamos manifestar en el espíritu sus características; pero la aplicación especial y literal es aquella que he dado. Ellos son traídos a la relación con el Padre, en la comprensión de Su carácter, el cual tenía que ser exhibido en ellos en virtud de esta relación, haciendo que desearan el establecimiento de Su reino, para vencer las dificultades de un mundo opuesto, guardarse a sí mismos de los lazos del enemigo y hacer la voluntad del Padre. Era Jesús quien podía impartirles esto. De esta manera, Él pasa de la ley, reconocida como proveniente de Dios, a su cumplimiento, cuando será como absorbida en la voluntad de Aquel que la dio, o cumplida en sus propósitos por Aquel solo que podía hacerlo así en cualquier sentido.