Denuncias y profecías de juicio concluidas por la promesa del pleno restablecimiento de la gloria y la bendición
Pero nuevamente el profeta, en el espíritu de Isaías, concluye sus denuncias del pecado, y sus profecías de juicio y desolación, anunciando el pleno restablecimiento de la bendición y la gloria en Sión. El Espíritu repite (no había lugar para el cambio) la declaración de la gloria de Sión en los últimos días, dada en Isaías 2. Pero, como la profecía está mucho menos desarrollada, conecta esta declaración inmediatamente con los acontecimientos de los últimos días. Israel debe morar en perfecta paz, como consecuencia de que Dios reprendiera a las naciones fuertes y juzgara entre los pueblos (vss. 3-4); y Jehová es exaltado entre ellos. Cada nación, dicen ellos, se jactará de su dios: pero Jehová es nuestro Dios por los siglos de los siglos. Jehová es la gloria de Su pueblo. En aquel día Jehová aceptará al remanente de Su pueblo; Él reunirá al pobre, débil y vacilante Jacob, y reunirá lo que Él había dispersado y afligido. Debe ser el remanente de Su deseo; lo que Él había desechado debía ser una nación fuerte. Jehová mismo reinaría sobre ellos en Sion para siempre.
Un doble juicio sobre Jerusalén; el cautiverio anunciado; liberación concedida; El sorprendente acontecimiento de los últimos días de su historia
Sin embargo, aunque la profecía esté menos desarrollada, el orden de los eventos por los cuales el pueblo tuvo que pasar se pone de manifiesto tanto más claro por la brevedad de la profecía, que es por lo tanto una clave para los desarrollos más prolongados de Isaías. El profeta anuncia que “el primer dominio”, el reino de David y Salomón, volverá a Jerusalén: y con esta declaración se cierra el anuncio directo del estado milenario de bienaventuranza. Pero, mientras tanto, la realeza con la que estaba conectada la gloria de Jerusalén tuvo que ser dejada de lado (vs. 9): un doble juicio sobre Jerusalén se conectó con esto. La hija de Jerusalén debe ir a Babilonia, y allí ser liberada y redimida de la mano de sus enemigos, por el poder de Dios. Ella iba a ser su cautiva, lejos de Sión. Es decir, se anuncia el cautiverio de Jerusalén en medio de las monarquías gentiles. Fue mientras estaba en esta condición que se le concedería la liberación. Pero otro evento fue caracterizar estos últimos días de su historia. Muchas naciones deben reunirse contra ella, tratando de profanarla y mirarla insultantemente (este es el ataque hecho contra Jerusalén cuando Jehová estaba tratando con ella en su propio lugar); pero los que se enfrentaron a ella no conocían los pensamientos de Jehová. Los había reunido como gavillas en la era. La hija de Sión debe pisotearlos y golpearlos en pedazos, y consagrar su botín a Jehová, quien en aquel día magnificará Su nombre del Dios de toda la tierra. (Compare Isaías 17:12-14, y Zacarías 14:2, 12:2-3 y el Salmo 83.)