Rompiendo Nuestras Voluntades (Destete)

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Hemos visto algunas de las formas en que el Señor atrae nuestros corazones. Ahora quiero hablar un poco de la manera en que Él utiliza el destete. Pasemos a Hebreos 12: “Por tanto nosotros también, teniendo en derredor nuestro una tan grande nube de testigos, dejando todo el peso del pecado que nos rodea, corramos con paciencia la carrera que nos es propuesta, puestos los ojos en al autor y consumador de la fe, en Jesús; el cual, habiéndole sido propuesto gozo, sufrió la cruz, menospreciando la vergüenza, y sentóse á la diestra del trono de Dios. Reducid pues á vuestro pensamiento á aquel que sufrió tal contradicción de pecadores contra sí mismo, porque no os fatiguéis en vuestros ánimos desmayando. Que aun no habéis resistido hasta la sangre, combatiendo contra el pecado: Y estáis ya olvidados de la exhortación que como con hijos habla con vosotros, diciendo: Hijo mío, no menosprecies el castigo del Señor, Ni desmayes cuando eres de él reprendido. Porque el Señor al que ama castiga, Y azota á cualquiera que recibe por hijo. Si sufrís el castigo, Dios se os presenta como á hijos; porque ¿qué hijo es aquel á quien el padre no castiga? Mas si estáis fuera del castigo, del cual todos han sido hechos participantes, luego sois bastardos, y no hijos. Por otra parte, tuvimos por castigadores á los padres de nuestra carne, y los reverenciábamos, ¿por qué no obedeceremos mucho mejor al Padre de los espíritus, y viviremos? Y aquéllos, á la verdad, por pocos días nos castigaban como á ellos les parecía, mas éste para lo que nos es provechoso, para que recibamos su santificación. Es verdad que ningún castigo al presente parece ser causa de gozo, sino de tristeza; mas después da fruto apacible de justicia á los que en él son ejercitados” (Hebreos 12:1-11).
Como vemos en este capítulo, el Señor usa las disciplinas de la vida para amonestarnos y destetarnos de hacer nuestra propia voluntad, lo cual es un obstáculo para obtener Su bendición práctica en nuestras vidas. Como se mencionó anteriormente, el propósito del destete es frustrar la voluntad de la carne. Es un proceso a través del cual aprendemos a renunciar el hacer nuestra propia voluntad y en vez, aprender a hacer Su voluntad. Poco a poco, a través de la disciplina del Señor, se nos enseña el vacío del mundo y la inutilidad de tratar de complacernos a nosotros mismos. Por medio de la gracia divina, somos llevados a entender que no tiene sentido continuar de otra manera que no sea haciendo la voluntad de Dios.
El instrumento principal que el Señor utiliza para destetarnos es la aflicción, como se mencionó en el Salmo 119:67. Hay algo en la aflicción que nos hace despertarnos y prestar atención. El Señor no se place en usar la aflicción cuando busca destetarnos, pero Su amor lo obliga a hacerlo. En el libro de Lamentaciones dice: “Antes si afligiere, también se compadecerá según la multitud de sus misericordias. Porque no aflige ni congoja de su corazón á los hijos de los hombres” (Lamentaciones 3:32-33). Su corazón no se deleita en eso, pero Él sabe que es necesario para nuestra salud espiritual; por lo tanto, Su amor lo lleva a hacerlo.
El Señor sabe cómo hacernos dispuestos a través de las disciplinas de la vida; podemos estar seguros de eso. Recuerdo haber escuchado la historia de una niña que no quería comerse sus verduras a la hora de la cena. Después de una serie de estímulos y exhortaciones de sus padres, su padre la miró fijamente a los ojos y le dijo: “¿Quieres comerte las verduras o quieres que saque la chancla?” Ella sabía lo que implicaba sacar la chancla, así que se sentó en su silla y dijo: “Creo que me comeré las verduras”. Sabes, aun el pensamiento de tener la mano correctora del Señor sobre nosotros debería ser suficiente para hacernos reaccionar y evitar hacer algo que sabemos desagradaría al Señor. Debemos pasar el tiempo de nuestra estancia en la tierra en “temor” (1 Pedro 1:17). Ese es el temor de hacer cualquier cosa que desagrade a nuestro Padre.
La razón principal por la cual el Señor tiene que destetarnos con disciplina es que nuestras voluntades son muy fuertes. Él sabe cómo romper nuestra voluntad y ablandar nuestros corazones. Él usa ambas cosas, Su cortejo y el destete. Creo que ambos procesos continúan concurrentemente. ¡Y lo hace, todo porque Él quiere nuestra atención! Esa fue una de las últimas cosas que Christie Coleman me dijo antes de que el Señor la llevara consigo. Ella dijo: “El Señor quiere nuestra atención”. Podría agregar que Él no se detendrá hasta que consiga nuestra atención. Él pagó un precio demasiado alto como para dejarnos seguir nuestro propio camino y desperdiciar nuestras vidas en las cosas pasajeras que no tienen valor eterno—cosas que ni siquiera nos hacen felices.
Al igual que el cortejo, el destete es una labor que el Señor no encarga a nadie. Es tan importante para Él, que lo hace todo por Sí mismo.
Pesos Y El Pecado
Se observará que el capítulo no comienza con las formas del Señor en disciplinar a Su pueblo. El capítulo comienza exhortándonos a “correr ... la carrera” de la fe, manteniendo nuestros ojos en el objetivo que tenemos por delante—Cristo en gloria (Hebreos 12:1-4). Se nos dice “dejando todo el peso del pecado que nos rodea” que impida nuestra búsqueda de ese objeto singular. Conociendo que estamos apegados a nuestros pesos y pecados, el escritor menciona una motivación más, que es “el castigo del Señor” (versículos 5-11). Esta no es una amenaza; es solo que el Señor conoce y comprende nuestra debilidad o falta de dominio propio para dejar a un lado estas cosas. Esto es mencionado esencialmente para ayudarnos a hacer la voluntad de Dios.
Estas dos cosas, pesos y pecados, obstruyen nuestra carrera. Para estos creyentes Hebreos, los pesos eran la religión terrenal. Los rasgos del Judaísmo y la incredulidad asociada con ello, les impedía correr la carrera de la fe hacia Cristo en gloria. Los estaba llevando de regreso al redil del Judaísmo. Para nosotros, los pesos pueden ser otras cosas terrenales. Un peso, en principio, es cualquier cosa que distraiga el corazón de Cristo en gloria y arrastre la mente a esta tierra. Un peso es algo que no necesariamente es moralmente incorrecto, pero distrae el corazón y nos ocupa con cosas terrenales. Puede ser algo diferente para cada uno de nosotros. Para uno puede ser un deporte, para otro la música, y para otro un pasatiempo, etc. Pueden ser 100 cosas diferentes. Estas cosas no son moralmente ilícitas, pero si se meten en nuestros corazones y ocupan una cantidad excesiva de nuestro tiempo y atención, es una cierta indicación de que es un peso.
Los jóvenes a menudo preguntan: “¿Qué tiene de malo esta cosa o esa actividad?” Pero están perdiendo de vista la cuestión. Las Escrituras nos dicen que todas las cosas nos son lícitas, mas no todas convenien (1 Corintios 6:12-13). Debemos de despojarnos de todo peso, no porque los pesos sean contrarios a las reglas de la carrera, sino porque son un obstáculo para correr. Imagina que fuiste a ver una carrera a pie que se celebraba en algún lugar, y observas la raya de partida y ves a uno de los competidores ¡llevando un par de botas de goma y una mochila! Así que te acercas a él y le dices que esas cosas le serán un obstáculo si es que quiere mantener el ritmo con los otros competidores en la carrera. Y él dice: “¿Qué hay de malo con las botas de goma y una mochila? ¡No estoy rompiendo las reglas!” Es cierto que él no está rompiendo las reglas, pero no podrá correr bien la carrera. A él lo dejarían atrás en poco tiempo. Esa es la misma razón por la que necesitamos dejar a un lado “todo peso” en nuestra carrera espiritual que lleva al cielo.
¡La forma más rápida de averiguar si algo es un peso en tu vida es empezando a correr! Si no crees que ciertas cosas en tu vida son pesos, es posible que realmente no estés en la carrera. Si te sientas en una silla con un peso sujeto a tu cuerpo, no sentirás los efectos negativos de la gravedad. Es por eso por lo que quizás algunas personas no pueden ver por qué ciertas cosas en sus vidas son un obstáculo.
Ahora, si estás luchando con algo que tienes o estás haciendo, y te preguntas si es un peso, puedes verificarlo con las siguientes tres marcas que nos dio el hermano Hayhoe hace años:
Los Tres Signos De Que Algo Es Un Peso
•  Estás inquieto al respecto; no pareces tener paz al respecto.
•  Te vez discutiendo sobre el asunto.
•  Buscas personas—preferiblemente hermanos ancianos—para que te aconsejen a que continúes en ello.
Luego también existe el “pecado” que tiene que ser dejado a un lado. Esto es aún más serio. Esto no es de lo que algunas personas hablan como su pecado dominante, sino más bien, la raíz de rebeldía que es hacer nuestra propia voluntad. (El artículo “el” en “dejando todo ... el pecado” no está en el texto original, lo que implica que no está hablando de ningún pecado específico que lo perturbe). No hay nada que nos impida correr la carrera de la fe tanto como lo hace la raíz de rebeldía en nuestras vidas, y eso es esencialmente lo que es el pecado. Lamentablemente, estamos acostumbrados a hacer lo que queremos, y no nos gusta que nadie nos imponga su voluntad. La voluntad del Señor es algo que quizás no estamos acostumbrados a tener en nuestras vidas. Y si ese es el caso, el Señor puede traer Su corrección como forma de ayudarnos a dejar a un lado las cosas terrenales y la rebeldía que tan fácilmente nos acosa.
Hablando sobre los métodos utilizados por el Señor en la disciplina, el escritor enfatiza el hecho de que es el amor que lo mueve hacer todo lo que Él hace. Dice: “Porque el Señor al que ama castiga, Y azota á cualquiera que recibe por hijo” (Hebreos 12:6). ¡Debemos recordar que la mano que sostiene la vara de la corrección lleva la marca de un clavo! El saber que la disciplina proviene de un corazón de amor nos ayudará a recibirlo de parte de Él. Si el Señor sube la temperatura en nuestras vidas, es solo porque lo ve necesario. Él ve en nosotros algo de “escoria” que necesita ser expulsado (Proverbios 25:4; Malaquías 3:3).
Tres Formas De Reaccionar a La Disciplina Del Señor
Debemos tomar todo lo que viene a nuestras vidas como una lección de parte del Señor. El hermano Darby solía buscar al Señor cuando algo tan pequeño como un resfriado común lo tocaba. Esto es bueno; esto muestra sensibilidad a la voz del Señor. El escritor de Hebreos 12 Continúa hablando de las diversas formas en que podemos reaccionar al castigo del Señor.
Primero, dice que no lo debemos “menospreciar” (Hebreos 12:5). Esta es una actitud que podemos adquirir. El despreciar la disciplina del Señor es menospreciar las cosas que Él permite que pasen en nuestras vidas. Una persona puede ser arrogante y eludir las cosas sin reconocer que vienen de la mano del Señor. Si este es el caso, ciertamente perderemos la bendición que Él proyecta para nosotros. Una persona que asume esta actitud relacionará a todo lo que viene a su vida como pura coincidencia. Por ejemplo, si Dios les permite tener un accidente automovilístico, dirán: “Bueno, ¿quién aquí no ha tenido un accidente?” Si se trata de un brazo roto, dirán: “Es solo un hueso roto; todo el mundo se rompe un hueso en algún momento de su vida”. En vez de reflexionar en sus corazones en cuanto al por qué Dios ha permitido tal cosa, lo ignoran.
En segundo lugar, dice que no debemos “desmayar” (Hebreos 12:5). Esta es otra actitud que podemos adoptar en cuanto a estas cosas. El desmayarse es desanimarse. La tendencia aquí es quejarse de las cosas que el Señor ha permitido para hablarnos en nuestras vidas. Si esto no se juzga, resultará en un corazón desfallecido y en el abandono de la carrera. Si adoptamos esa actitud en alguna disciplina que el Señor ha permitido en nuestra vida, también perderemos la bendición práctica que hay en ella para nosotros.
El escritor continúa hablando de una tercera actitud que podemos elegir en una prueba—y diría que es la única actitud apropiada—que es estar “ejercitados” en ella (Hebreos 12:11). Cuando somos ejercitados sobre las cosas que Dios permite en nuestras vidas y buscamos Su rostro al respecto, Él nos dará el “fruto apacible de justicia”.
Hay tres aves que ilustran estas tres actitudes. Cuando llueve, el pato deja que todo le corra por su espalda. Este no le presta atención a la lluvia. Es como la persona que desprecia la disciplina. Luego está la gallina. Esta ave es conocida por su disgusto a la lluvia. Cuando llueve, se rasca los pies, se alborota y se queja. Este ilustra a la persona que desmaya bajo las adversidades que el Señor permite en su vida. Luego está el petirrojo. Esta ave recibe la lluvia y obtiene la ganancia de ella. La lluvia trae los gusanos a la superficie, lo que significa que, si él sale a la lluvia, se beneficiará de ella. Éste es como la persona que se ejercita sobre las disciplinas que el Señor trae en su vida y obtiene algún provecho moral y espiritual.