La vanidad encuentra su nivel; Dios confió en
En el Salmo 39, el hombre piadoso todavía está bajo el golpe de Dios; pero hay más el sentido del vacío de toda carne bajo la mano de Dios que la desgracia, la vergüenza y el temor. Se inclina ante Dios en lugar de dejar que su espíritu se levante y hable tontamente con su lengua. Él podría haber replicado, preocupado por hacer el mal; pero, la moderación, cuando estaba bajo la mano de Dios, era su lugar apropiado. Siempre es así. Se abstiene incluso del bien; y la tristeza se agita en él. En un lenguaje hermoso muestra esto. Por fin su corazón estalla; pero es presentar a Dios la nada de la cual el sentido fue así madurado. Desea conocer sus días. ¡Qué pequeño es! Él ve que todo es vanidad; pero él ve su propia transgresión y pecado en presencia de Aquel cuya reprensión consume la belleza del hombre como una polilla. A Jehová le busca liberación. Su accidente cerebrovascular es lo que le importa. Él confía en que Él no lo hará el reproche de los necios. Hay una gran belleza en la vanidad que encuentra su nivel en la autoaniquilación, y luego Dios confió en liberarse del orgullo de los hombres. Él tiene que decir a nuestras transgresiones.
Aquí se cierra la historia moral del remanente, como en relación con Jehová (es decir, como empleando Su nombre, como conectado con Él). Por lo tanto, tenemos mucho de Cristo personalmente en los salmos de este primer libro. Su toma del lugar en el que debe estar asociado con ellos, de acuerdo con los consejos de Dios, se declara en el siguiente salmo. La comprensión de este lugar se muestra entonces como la realmente bendecida.