Juan 5:20-47
OBSERVAD las palabras del Señor, al final de este capítulo, donde dice: "Porque si creyeseis en Moisés, Me creeríais a Mí, porque de Mí escribió él. Pero si no creéis a sus escritos, ¿cómo creeréis a Mis palabras?" Vivimos en un día en el que la gente cree que lo que Moisés escribió no se debería de aceptar. Hay dudas acerca de sus palabras. Solamente quiero deciros, antes de que nos ocupemos del tema que tengo en mente, que el Señor Jesús pone el sello de Su aprobación sobre los escritos de Moisés, como Él dice: "No penséis que Yo voy a acusaros delante del Padre; hay quien os acusa, Moisés, en quien tenéis vuestra esperanza. Porque si creyeseis a Moisés, Me creeríais a Mí, porque de Mí escribió él." Observad esto: dice de una manera clara que Moisés escribió de Él. No me digáis que Moisés no escribió aquello que lleva su nombre, porque ¿estaba acaso Cristo equivocado al decir lo que dijo? no creo que el Señor Jesús se equivocara. ¡Claro que no! Y Él dice, Moisés escribió acerca de Él. Digo esto porque vivimos en una época en la que existen tantas dudas con respecto a la autenticidad de las Escrituras, y muchos jóvenes quedan atrapados en esta trampa de Satanás. Será cosa buena para vosotros si disipáis vuestras dudas. Nuestro Señor dice, con toda Su autoridad: "De Mí escribió Moisés. Pero si no creéis a sus escritos, ¿cómo creeréis a Mis palabras?" (vv. 46, 47). ¿Hemos de dar crédito a Cristo, o no?
Ahora, el punto que quisiera apremiar sobre vosotros es el valor de la palabra del Señor Jesucristo. Creo que es importante observar estas palabras. "Si no creéis a sus escritos (los de Moisés) ¿cómo creeréis a Mis palabras?" ¿Creéis en los escritos de Moisés?
Contestáis, "tengo mis dudas." Gracias a Dios que yo no las tengo. Estoy bien seguro de que el Señor Jesús, la Verdad Eterna, el Hijo del Padre, sabía exactamente lo que estaba diciendo cuando lo afirmó de una manera tan clara—que los escritos de Moisés daban testimonio de Él. Moisés era un testigo, un testigo distintivo, de Cristo: y encontraréis que las Escrituras del Antiguo Testamento están en pleno acuerdo con lo que llamamos el Nuevo Testamento, mientras que las Escrituras del Nuevo Testamento arrojan gran luz sobre el Antiguo. El Nuevo Testamento, si se toma correctamente, arroja una luz maravillosa sobre lo que Dios nos ha dado en figuras, tipos, y sombras en el Antiguo Testamento.
Pero alguien podría decir, ¿Cuál es el propósito del Antiguo Testamento? En realidad, es el libro de las figuras de Cristo. Podrás hallar allí, si buscas, lo que exhibe, mediante ilustraciones, las más preciosas verdades con respecto al Señor Jesucristo.
En el capítulo que tenemos ahora ante nosotros, el Señor aduce cuatro testigos de Sí mismo, y es de la máxima importancia que prestemos atención a lo que el Señor Jesús dice. (1) Juan el Bautista fue testimonio de Él: "Vosotros enviásteis mensajeros a Juan, y él dio testimonio de la verdad" (v. 33). (2) "Mas Yo tengo mayor testimonio que el de Juan; porque las obras que el Padre Me dio para que las cumpliese, las mismas obras que Yo hago, dan testimonio de Mí, que el Padre Me ha enviado" (v. 36). Otra vez, "También el Padre que Me envió ha dado testimonio de Mí" (v. 37). (4) Y, por fin, las Escrituras dan testimonio de Él: "Escudriñad las Escrituras; porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de Mí" (v. 39). Pero Él añade muy solemnemente, "Y no queréis venir a Mí para que tengáis vida." Vosotros "escudriñad las Escrituras." Pero la vida eterna no se halla en las Escrituras: "Ellas son las que dan testimonio de Mí; y no queréis venir a Mí para que tengáis vida." Este cuádruple testimonio de Cristo bien podría convencer a cualquier corazón.
No tengo duda alguna de que Él estaba entonces dirigiéndose a un grupo de judíos caviladores. Espero que no estoy dirigiéndome a un grupo de caviladores. No creo que muchos de vosotros jóvenes sois de aquel tipo desesperanzado, que desprecian la gracia y que rechazan la verdad. Espero y creo que tengáis un deseo verdadero de aprender lo que cubrirá la necesidad de vuestras almas, para el tiempo y la eternidad. Creo que estáis en un deseo vivo. Yo lo estoy, por la gracia; y espero mostraros que el conocimiento de Cristo es de una importancia trascendental. Ahora bien, hay muchos jóvenes que creen que hacerse cristiano es algo de poca monta. Yo digo que es la cosa más grande posible llegar a ser cristiano; y no podría haber un mejor momento para llegar a ser cristiano que cuando uno es joven. ¿Por qué? Porque, si Dios te guarda, tienes mucha vida por delante, y qué mejor será que dedicar esta vida en el servicio del bendito Hijo de Dios, que dedicarla a una rutina de pecado, vaciedad, y placeres insatisfactorios, que nunca dan ninguna bendición verdadera al alma, incluso aunque al final de vuestros días os podáis volver al Señor. No creo que ninguna persona que se convierte a Cristo en las últimas horas de su vida pueda mirar hacia atrás con placer.
¿Hay alguna persona aquí que diga, "me dedicaré a las cosas de la carne y del diablo hasta que esté a punto de ser quitado del mundo, y después me volveré a Jesús"? ¿Y qué es lo que Le darás entonces? Le darás la escoria de una vida malgastada. ¿Qué piensas de esto, tú mismo? Sé lo que piensas. Juzgarías que el que hiciera esto es un completo cobarde. No obstante, tal es la gracia de Cristo, que incluso en este caso serías recibido. Él dice que no va a echar fuera a nadie que vaya a Él. Lo que yo quiero ahora es que lleguéis a poseer a Cristo como un Salvador presente, vivo, amante. Podéis tenerle, amigos míos, aquí donde estáis, ahora mismo.
Podéis ahora tener el conocimiento de la vida eterna, y podéis marchar por vuestra vida en el servicio dulce y feliz del Señor, y en el goce de Su amor; y podéis confiar en esto: la posesión de una buena conciencia es una gran cosa; y la posesión de la vida eterna es una cosa maravillosa. Estar al servicio de Cristo es infinitamente mejor que estar al servicio del diablo.
El dios de este mundo conoce a todas sus tropas; conoce a todos sus súbditos. Admito, amigos míos, que él os pueda mantener en paz, y que no os haga conscientes de su gobierno; pero nuestro Señor dice, "Cuando el hombre fuerte armado guarda su palacio, en paz está lo que posee" (Lc. 11:21). Y ¿quién es el hombre fuerte? El diablo. ¿Y cuál es su palacio? El mundo. Y ¿quiénes son sus bienes? Los pecadores. Yo antes era de él. ¡Gracias a Dios, ya no lo soy! Si tú no estás del lado del Señor, eres del maligno. Cada uno de nosotros se halla marcado. ¡Ah, pero a ti no te gusta reconocer este contraste! Puedes estar bien seguro de esto: Dios conoce a los que son Suyos, y el diablo conoce a los que son suyos. Si, es muy sencillo. O estás del lado de Dios, o no. ¿En qué lado te hallas? Si no estás al lado del bendito Señor, te apremio a que tengas que ver con Él ahora. Porque, recuerda esto bien, tendrás que hacerlo una u otra vez. Cada persona que me está leyendo tendrá que ver con el Señor Jesucristo tarde o temprano. Puede que sea hoy. Puede que mañana. No tienes contrato para tu vida. Puedes haber alquilado tu casa, o tu habitación, por un mes. Pero no hay contratos para la vida presente y no puedes decir cuándo vas a pasar a la eternidad. Ya entonces, o ahora, tendrás que tratar con Aquel cuyas benditas palabras tenemos ante nosotros. Te ruego que las escuches. ¡Oh, escucha las palabras del bendito Señor! Es de una inmensa importancia dar oído a Su voz.
Podrás observar que nuestro Señor habla de dos horas en este quinto capítulo de Juan. "De cierto, de cierto os digo: Viene la hora, y ahora es, cuando los muertos oirán la voz del Hijo de Dios; y los que la oyeren vivirán" (v. 25). Otra vez: "No os maravilléis de esto; porque vendrá hora cuando todos los que están en los sepulcros oirán Su voz; y los que hicieron lo bueno, saldrán a resurrección de vida, mas los que hicieron lo malo, a resurrección de condenación" (vv. 28, 29). Aquí tenéis expuesto el contraste absoluto entre las dos horas: la hora de la gracia, y la hora del juicio. ¡Recuerda! Hay una gran diferencia entre la "resurrección de vida," y la "resurrección de condenación." Es una creencia común que va a haber una resurrección general el día de mañana. No es esto lo que enseñan las Escrituras: no hay resurrección general. Hay dos resurrecciones; la resurrección de vida, y la resurrección de juicio. "Bienaventurado y santo el que tiene parte en la primera resurrección," dicen las Escrituras (Ap. 20:6). Las dos resurrecciones se hallan separadas por lo menos por un tiempo de mil años. No hay duda alguna acerca de ello. En Apocalipsis 20:4, 5, los santos resucitados se mencionan como viviendo, y reinando con Cristo por mil años; y después leemos: "Pero los otros muertos no volvieron a vivir hasta que se cumplieron mil años." La primera resurrección toma lugar antes del reino milenial del Señor Jesucristo, y la segunda resurrección después del final de este reinado. Ten la completa certeza de que el Señor Jesús ha de reinar aún. Él es Rey de reyes, y Señor de señores, y Él va a reinar sobre la tierra. El primer hombre la perdió; el segundo Hombre la redime. El primer hombre introdujo en ella la maldición; el segundo Hombre, el último Adán, eliminará esta maldición, e introducirá una bendición universal cuando venga como Rey a reinar.
La resurrección de vida, y la resurrección de condenación, son tan diferentes como la luz y la oscuridad. La resurrección de vida es la parte de la persona que tiene a Cristo, y si muere, cuando Jesús venga de nuevo, es resucitado a vida. La persona que ha vivido y muerto en sus pecados y que no ha conocido a Cristo, es resucitado para condenación. ¿Y qué va a ser esto? ¡Oh! No os enfrentéis a ello. No os arriesguéis a ello. Deteneos, amigos, os lo imploro, no os arriesguéis a ello. No intentaré delinearlo, pues ¿cómo podría? Ninguna lengua humana puede describir aquel terrible momento cuando Dios resucite al hombre para juicio. Suficiente que se trate de una resurrección para juicio, y que todo hombre sensato debería huir de tal cosa. Toda persona que tiene sus sentidos ejercitados delante de Dios huirá de ello. La resurrección para vida es una resurrección para bendición. Constituye el momento en que el Señor vendrá, y sacará de la tumba a Su propio pueblo, comprados por Su propia sangre y que, por la gracia, Le han hallado como el Salvador de ellos. La resurrección de juicio será cuando los incrédulos se hallarán delante del Gran Trono Blanco, y serán juzgados según sus obras.
¿Creéis por un momento que una persona que ha pasado su vida en pecado no será juzgada? ¿Cómo podrá librarse el día del juicio? ¿Cómo podrá librarse entonces, si la cuestión de sus pecados no ha sido resuelta y no ha recibido perdón? Todo el espíritu del evangelio de nuestro Señor Jesucristo hace esto imposible; porque la gran verdad del evangelio es que, después de que el pecado entrara en la escena en la que el hombre había caído, y antes de que Dios la vaya a juzgar, Cristo ha irrumpido, y ha llevado sobre Sí aquel juicio. Por ello el creyente nunca cae en este juicio, exactamente como afirma nuestro pasaje. Jesús dice: "De cierto, de cierto os digo: el que oye Mi palabra, y cree al que Me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, mas ha pasado de muerte a vida. De cierto, de cierto os digo: Viene la hora, y ahora es, cuando los muertos oirán la voz del Hijo de Dios; y los que la oyeren vivirán" (vv. 24, 25).
¿Y cuál es el resultado de oír al Hijo de Dios? "Y los que la oyeren (la voz del Hijo de Dios) vivirán." ¿Qué tipo de vida? ¡La vida eterna! ¡No la vida en esta escena! Esta ya la tienes, pero has perdido el título a ella. No puedes decir cuánto tiempo vas a disfrutarla. Gracias a Dios, el creyente tiene la vida eterna. En aquel versículo 24 nuestro Señor Jesucristo nos manifiesta el presente, el pasado, y el futuro. Acerca del presente, nos dice, "El que oye Mi palabra, y cree al que Me envió, tiene vida eterna." Después, por lo que toca al pasado, le dice al creyente que "ha pasado de muerte a vida." Y, contemplando al futuro, "no vendrá a condenación." Todo el horizonte del alma queda cubierto por este solo versículo. ¡Qué hermoso! ¡Qué sencillo! "El que oye Mi palabra, y cree al que Me envió." ¿Oigo yo Su voz? ¿Oigo Su palabra? ¿Creo que el Padre le envió? Yo sí, desde lo profundo de mi corazón, y confieso que Él es lo que Él dice ser. Le confieso como el Hijo de Dios y el Hijo del Hombre. Confieso mi necesidad de Él, y mi fe en Él. ¿Y quién Le envió? El Padre envió al Hijo. ¡Qué cosa tan maravillosa que el Padre, el Padre Eterno, enviara a Su Hijo para ser el Salvador del mundo! Sí, así es como la Escritura lo dice: "El Salvador del mundo." ¡Verdad maravillosa y asombrosa! Sí, el Padre envió al Hijo para que fuera el Salvador del mundo, y el Hijo fue a la muerte para sacarme a mí y a ti de ella. Murió en la cruz, y presentó Su propia sangre preciosa como expiación por el pecado, para que el hombre pudiera ser lavado en aquella sangre preciosa, y presentarse ante Dios, en toda su eficacia limpiadora, como el receptor de la vida eterna.
Observad que el Señor dice aquí. "El que oye Mi palabra, y cree al que Me envió, tiene vida eterna." Lo que aquí se trata es una vida poseída. Y, ¿cuál era nuestro estado antes de obtener esta vida eterna? Muerte. Observad esto. Podéis tener vida natural; lo admito. Podéis tener mucha vida natural. Quizás se trate de una vida tal que no quisierais publicarla. Es muy probable que no os gustaría que la gente supiera los hechos y actos de vuestra vida. Esto no es lo que a mí me concierne. Dios lo sabe todo esto. Amigo mío, mira aquí, no tienes vida espiritual; pero el Evangelio de Juan pone ante nuestros ojos la bendita verdad de Jesús viniendo a este mundo, revelándonos a Dios a nosotros, y trayéndonos precisamente aquello de que carecíamos. Hay dos lados del que predicamos. Hay lo que llamo el lado positivo y el lado negativo. ¿Cuál es el lado negativo? El negativo es que mis pecados tienen que ser juzgados. ¿Y cuál es el lado positivo? Lo que me viene a mí, y que se hace mío en la Persona de Cristo. Voy a exponeros lo que quiero decir.
En la primera epístola de Juan leemos: "En esto se mostró el amor de Dios para con nosotros, en que Dios envió a Su Hijo unigénito al mundo, para que vivamos por él." Él nos trae aquello de lo que carecíamos: vida. Este es el lado positivo. Pero después añade: "En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que Él nos amó a nosotros, y envió a Su Hijo en propiciación por nuestros pecados." Aquí tenemos el aspecto negativo—nuestros pecados. Cristo nos quita los pecados que teníamos. Veis que el evangelio, cuando llega al hombre, de lo primero que le habla es de sus pecados. Esto es naturalmente la primera cosa. Cuando una persona es tocada por el Espíritu de Dios, es avivada y despertada, de inmediato piensa en sus pecados. ¡Y muy bien que así sea! Piensa acerca de tus pecados, pues tienes pecados. Eres un pecador, y debieras saber que has pecado. La primera cosa que ha tocado es tu conciencia, y es una bendición cuando la conciencia te dice: "Tú eres un pecador."
¿Pero qué hace la gracia de Cristo por mis pecados? Los veo borrados en Su propia preciosa sangre. Mi conciencia me acusa de pecado, y a continuación viene el pensamiento: no tengo una vida apta delante de Dios; no tengo nada apto para Dios. Quedo consciente de que estoy muerto delante de Dios, y entonces oigo, "En esto se mostró el amor de Dios para con nosotros, en que Dios envió a Su Hijo unigénito al mundo, para que vivamos por Él." Dios tiene el propósito de darte vida, vida eterna; y, observa, "la dádiva de Dios es vida eterna." No puedes conseguirla ni ganarla por tus propios esfuerzos. No la puedes comprar, ni te la mereces. Pero Dios nos la da.
Sé que la paga del pecado es la muerte, pero ¿qué veo? Veo a Cristo, por decirlo de esta forma, recibiendo esta paga, a fin de que tú y yo podamos ser salvos. Veo a Cristo, y la obra que Él ha hecho en la cruz. Él ha llevado todo el castigo y la culpa del pecado, ha llevado nuestros pecados, los ha expiado, y, ¡gracias a Dios! los ha borrado. "Ahora, en la consumación de los siglos, se presentó una vez para siempre por el sacrificio de Sí mismo para quitar de en medio el pecado" (Heb. 9:2626For then must he often have suffered since the foundation of the world: but now once in the end of the world hath he appeared to put away sin by the sacrifice of himself. (Hebrews 9:26)). Mira, mira a Cristo crucificado. Allí mis pecados fueron llevados, y han desaparecido.
Ve, entonces, que, por el fruto de la cruz, Dios puede en justicia y libertad darnos vida, vida eterna. ¿Queridos amigos, tenéis vosotros esta vida? La persona que no la posea se halla en mal estado. ¡Qué frágil es la vida que tenéis! Precisamente esta semana alguien me dijo que un joven había muerto hace solamente una semana. Cayó enfermo. Se le hizo una pequeña operación, y ¡en tres días había pasado a la eternidad! Querido amigo, ¿no preferirías estar preparado para la eternidad? ¿Crees que serías peor persona si fueras un cristiano? Supón que vas a ser un médico: ¿Crees que vas a ser un peor médico por ser cristiano?
Pero, dirá alguno de vosotros, voy a entrar en un tipo de vida en el que no se puede ser cristiano. Bien, pues entonces sal de este tipo de vida; esto es todo lo que tengo que decir. ¿Para qué asegurar la condenación eterna de tu alma? Si no puedo dirigirme con Cristo al tipo de vida que voy a llevar, entonces tengo que salir de ella. Lo esencial es este: tienes que ir a la eternidad.
Tienes la eternidad ante ti. ¿Cómo la vas a pasar? ¿Y con quien la vas a pasar? Puede que tú no lo sepas. Yo sí sé cuál va a ser mi eternidad. Va a ser una eternidad con Cristo. ¡Gracias a Dios! Sé que tengo la vida eterna, y cada cristiano debiera saberlo, porque "el que oye Mi palabra, y cree al que Me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a condenación," nunca será juzgado, "mas ha pasado de muerte a vida," dice el Salvador.
¿Y cómo viene esto a suceder? El Señor nos dice: "De cierto, de cierto os digo: Viene la hora, y ahora es, cuando los muertos oirán la voz del Hijo de Dios; y los que la oyeren vivirán." Esta hora empezó con Su propio ministerio en la tierra, y no ha acabado aun; aunque Él ya ha acabado Su obra de redención, y está ya a la diestra de Dios en la gloria. ¿Pero quiénes son los muertos? Todos los que no Le han oído ni creído en Él son los muertos. Aquellos que sí, viven porque "los muertos oirán la voz del Hijo de Dios; y los que la oyeren vivirán." Nada podría ser más sencillo, ni más seguro. "De cierto, de cierto," estas palabras constituyen un buen cimiento sobre el que asentar la fe. No es con frecuencia que encontramos esto en las Escrituras; en pocas ocasiones utilizó Jesús estas palabras. Llego a la conclusión de que Jesús nos está apremiando a que Le escuchemos. Verdaderamente son excelentes los resultados de oír la voz del Hijo de Dios. "Aquellos que la oyeren [la voz del Hijo de Dios] vivirán." Bendito es el hombre que ha oído la voz del Hijo de Dios. Yo he oído Su voz ¿Tú también puedes decir: "Yo sí he oído la voz del Hijo de Dios hablándome en estas reuniones. Vinieron por medio de labios humanos, pero fue Su voz la que oí, la voz del Hijo de Dios. Su palabra se hundió en mi corazón, y he sido despertado"?
Es importante señalar la diferencia en el carácter de las dos horas que nuestro Señor menciona aquí. Durante la primera, vivifica, dando vida por Su palabra: "Porque como el Padre tiene vida en Sí mismo, así también ha dado al Hijo tener vida en Sí mismo." Y, además de esto, el Padre también Le ha dado "autoridad de hacer juicio, por cuanto es el Hijo del Hombre. No os maravilléis de esto; porque vendrá hora cuando todos los que están en los sepulcros oirán Su voz; y . . . saldrán." Hay una segunda hora, la hora del juicio. ¿Supones que la paciencia de Dios va a durar siempre? ¿Acaso crees que la primera hora no tiene fin, y que la longanimidad de Dios con el pecado del hombre va a ser infinita y eterna? No os equivoquéis, que la primera hora está a punto de ver su final. "La paciencia de nuestro Señor es para salvación" (2 Pedro 3:15); pero el reloj de arena será girado. Cuando haya de ser solamente lo sabe Dios; pero su giro introducirá el juicio en lugar de la gracia. Dios te está dando ahora la oportunidad de ser salvo. Escucha lo que el Señor Jesús te dice: "Mas digo esto para que vosotros seáis salvos" (v. 34). ¿Estás salvado? ¡No todavía! ¿Acaso no quieres salvarte? Él tan solo quiere que seas salvado. ¿Cómo puedes ser salvo? Solamente por Él. ¿No valen las buenas obras? Un hombre muerto no puede trabajar, y así es como tú estás. Las obras no pueden salvarte. ¡Este es un error grave!
Recuerdo la época cuando no estaba convertido. Empecé a pensar en mi alma, y pensé que tenía que hacer algo. Me acostumbré a trabajar intensamente en el estudio de la Biblia, lo que yo creía ser una obra meritoria. Traté de llegar a dominar las profecías de Isaías; pero pronto me cansé de ellas. Solamente era yo un pobre muerto, tratando de conseguir por las obras una salvación que no poseía. Estaba muerto cuando empecé, y estaba muerto cuando acabé. Naturalmente que fracasé, pero Dios intervino, y el Hijo de Dios me habló poco después. Bendito sea Su Nombre, oí Su voz. ¿La has oído tú? ¡Oh, amigo mío, óyela ahora! "Viene la hora, y ahora es." Esta es la hora de la gracia. Es una hora que Dios ha alargado, lo admito. Toma la figura del reloj de arena. La hora de la gracia de Dios ha estado transcurriendo desde el momento en que Cristo habló entonces. Su muerte, resurrección, y ascensión a la gloria han tenido todas ellas lugar, y todavía continúa aquella hora. Pero ya casi está por terminar, y nuestro Señor dice que se está aproximando otra hora, y ¿qué sucederá entonces? El reloj de arena se invertirá, y lo que ha sido la hora de la misericordia y de la salvación se transformará en la hora del juicio. ¿No crees que es una gran misericordia que el reloj de arena no gire aun, debido a que todavía no estás salvo? Cuando gire, el incrédulo se hallará sin salvación, y sin la posibilidad de ser salvo. Pudiera girar esta noche. Entretanto, gracias a Dios, no se ha cumplido el tiempo, y existe aún otra oportunidad para ti y para cualquiera de llegar al Salvador, si es que todavía no lo hemos hecho. Si no has venido todavía a Él, a Aquel que dice en el capítulo diez de Juan, "Yo soy la puerta," oye Su voz ahora. Puedes ser salvado esta noche si entras por Él. Cristo dice: "Yo soy la puerta." Ven, dice Él, entra por Mí. Es a Cristo que tienes que conocer. Es a Cristo que necesitas. Creo que muchos de vosotros tenéis un anhelo de descanso que el mundo no puede dar. Te voy a hacer una pregunta sencilla. ¿Te ha dado satisfacción el mundo? No. Encuentro a un hombre que dice, "Voy al baile mañana, y a alguna otra cosa el martes, y me gustaría algo distinto el miércoles—tengo que tener un poco de diversión." Un poco no es suficiente para mí. Tengo que tener algo que sea perpetuo; tengo que tener algo que sea perenne; y ¿qué es? La gracia y el amor de Cristo. Aquella gracia y aquel amor de Cristo llenan el corazón con paz y gozo. Quizás tú dirás, debe ser aburrido ser cristiano. Este es un gran error. Lo único que conozco que sea lleno de vida y sumamente gozoso es ser cristiano. Todo lo que se halla relacionado con Cristo es bendecido y duradero. Todo gozo terreno es transitorio. La risa del mundo es vanidad, porque "la risa del necio es como el estrépito de los espinos debajo de la olla. Y también esto es vanidad" (Ec. 7:6). Aquel fuego pronto se apaga, tal es el significado de este pasaje. La risa del necio es como el estrépito de las espinas ardiendo debajo de la olla, no hay durabilidad. No hay permanencia en aquello a que te dedicas. No hay durabilidad en los placeres del pecado. Solamente son por un poco de tiempo, y tendrás que sufrir las consecuencias de ello y su pena en la eternidad; pero el amor de Cristo llena el corazón de gozo en este mundo y en el venidero para siempre. Él te salva, y te hace saber que estás salvo.
Pero me dices, "¿No es presunción hablar así?" ¿Como puede tratarse de presunción, si es Él quien lo hace? Supongamos que alguien tuviera que saltar al agua para sacarte cuanto te estuvieras ahogando, ¿creerías que sería presunción de tu parte decir que debías tu vida al hombre que arriesgó su vida para salvar la tuya? La razón de que no te hallas seguro de tu salvación es debido a que has estado pensando que necesitas poner algo de tu parte para ello. Pero esto no va a funcionar. No has llegado al punto de ver que no puedes hacer nada en absoluto, y que tienes que descansar solamente en el amor y en la obra de Jesucristo. Hasta que me dé cuenta de que me hallo totalmente perdido, nunca dejaré de luchar. Permitid que ilustre lo que quiero decir. Un hombre había caído al agua. El puerto era profundo, y no había botes cerca. El hombre se estaba ahogando, porque no sabía nadar, y se oyó el grito en demanda de auxilio. Había un hombre, un gran nadador, que había salvado a muchos de morir ahogados, y le llamaron. "Jaime, te necesitan, hay un hombre en el agua." Cuando llegó al sitio, todo el mundo creía que saltaría de inmediato al agua. En lugar de ello, contempló tranquilamente al hombre, mientras que este se debatía. Allí estaba él en el agua, chapoteando, y utilizando todas sus fuerzas para mantenerse a flote. La multitud le gritó ansiosamente a Jaime, que se mantenía inmutable. "Ve, hombre, es una vergüenza. Este hombre se ahogará."
El hombre se hundió, pero volvió a salir, y cuando salió la primera vez, todavía estaba bastante fuerte. Podía chapotear bastante, y mostró bastante energía. De nuevo la multitud apremió a Jaime: "Cobarde" le dijeron. Pero Jaime permanecía impasible, y el hombre se volvió a hundir. Entonces Jaime se quitó la chaqueta y las botas. El hombre volvió a salir por segunda vez, y todavía luchó y chapoteó bastante. Al final levantó los brazos, agotado, y estaba a punto de hundirse cuando, rápido como una flecha, Jaime se lanzó a su lado, y le trajo a la orilla, salvándole así. Entonces le preguntaron, "¿Por qué no te lanzaste antes?" Su contestación fue sencilla: "Porque era demasiado fuerte; si me hubiera lanzado al principio, me hubiera arrastrado con él, y no hubiera podido sacarle fuera."
Esta es precisamente la dificultad que muchos tienen acerca de sus almas. Sois demasiado fuertes. Habéis estado haciendo demasiado. Creéis que tenéis que traer algo, y que tenéis que hacer algo. No es así. Vuestras fuerzas no valen, sois pobres pecadores, y tenéis que dejar que Jesús os salve. El evangelio es muy sencillo, y de gran bendición. ¡Escuchad! "Porque Cristo, cuando aún éramos débiles, a Su tiempo murió por los impíos" (Ro. 5:6). Todo ello es la obra de Cristo. No hay obras ni de tu lado ni del mío. La salvación es por la fe, y por la fe solamente, no por las obras. "Mas al que no obra, sino cree en aquel que justifica al impío, su fe le es contada por justicia" (Ro. 4:5). Es la obra de Cristo hecha por nosotros que cumple con las demandas de Dios. Entonces viene la dulce palabra del evangelio, que me convence a mí, un pecador perdido, arruinado, e impotente, y después oigo la bendita voz de Cristo, diciendo, "Venid a Mí, que os haré descansar." Escucho, y creo, y, al creer, paso de la muerte a la vida. "De cierto, de cierto os digo: viene la hora, y ahora es, cuando los muertos oirán la voz del Hijo de Dios; y los que oyeren vivirán." Recibes la vida, la vida eterna, del Hijo de Dios.
Pero hay otra hora que se está aproximando, y es una hora muy solemne, porque es la hora del juicio. ¿Llegará el cristiano a ella? Nunca. El cristiano no será juzgado. "El que oye Mi palabra, y cree al que Me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a condenación [o juicio], mas ha pasado de muerte a vida" (v. 24). ¿Y por qué no será juzgado el cristiano? Debido a que el Salvador ya ha sido juzgado por él; y, por ello, como dice el Señor aquí, el hombre que cree en Mí no será juzgado, no vendrá a juicio.
En otra parte leemos, "Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús" (Ro. 8:1). La segunda resurrección es para el juicio, pero la primera resurrección es para vida. Entonces el Señor vendrá por Su propio pueblo, y rescatará a todos aquellos cuyos corazones se inclinaron a Él, no solamente de palabra, sino de realidad. ¿Hay un vínculo entre tu corazón y el Salvador que vive en la gloria? Si es así, Él dice, "El que oye Mi palabra, y cree al que Me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, mas ha pasado de muerte a vida." Por otra parte, la persona que no cree el evangelio se halla de camino al juicio. Es una perspectiva mísera, oscura. Si eres sabio, dirás sabiamente, "Cristo es para mí! Que otros hagan su elección como quieran, pero ¡Cristo para mí! Este es el lenguaje de mi corazón; y al creer en Él, Le oigo decir, "De cierto, de cierto os digo: El que cree en Mí, tiene vida eterna" (Jn. 6:4747Verily, verily, I say unto you, He that believeth on me hath everlasting life. (John 6:47)). Esto es totalmente inspirador de certidumbre. No solamente tiene este versículo un extremo superior e inferior, sino que además no tiene parte media: "El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él" (Jn. 3:3636He that believeth on the Son hath everlasting life: and he that believeth not the Son shall not see life; but the wrath of God abideth on him. (John 3:36)). ¿En qué parte del versículo te hallas tú? ¿En la mitad de arriba o en la mitad de abajo? Si en la de abajo, la ira de Dios está sobre ti; si en la de arriba, posees vida eterna. Asegúrate de dónde te hallas.