Indudablemente, las siguientes Escrituras se aplicarían al hombre o a la mujer, “él” o “ella”. Esto es confirmado por Marcos 10:2-12.
Mateo 5:31,32
Bajo la ley le era permitido a un hombre dar a su mujer una “carta de divorcio” si él lo deseaba, y ‘repudiarla’ de este modo.
El Señor Jesús dijo, en este pasaje de la Escritura, que, si un hombre repudia ahora a su mujer por alguna otra razón que no sea por fornicación, él “hace que ella adultere”. Es decir, él es responsable moralmente delante de Dios si, después que la ‘repudia’ (excepto a causa de fornicación) ella comete adulterio. En el griego original, en el cual el Nuevo Testamento fue escrito, la palabra traducida ‘repudiar’ es la misma palabra griega usada para ‘divorcio’. Esto es muy solemne, y nos muestra que no es una cuestión acerca de cómo un hombre ‘repudia’ a su mujer (ya que ‘repudiar’ y ‘divorcio’ son la misma palabra griega), ya que, si la ‘repudia’ por cualquier otra razón que no sea fornicación, él es la causa si ella cae después en pecado. En ese caso ella es responsable por cometer adulterio, pero el Señor Jesús dijo que él también es culpable por ‘causarlo’. Esto hace que comprendamos la seriedad de una separación legal permanente que, si se obtiene como una forma moderada de ‘repudio’, podría hacerlo a uno responsable moralmente delante de Dios por el pecado de adulterio (véase también 1 Corintios 7:5).
El Señor Jesús dijo asimismo que, si alguno se casare con la mujer culpable, él comete adulterio en un matrimonio tal.
Mateo 19:3-12
A un hombre no se le permite repudiar a su mujer por alguna otra razón que no sea fornicación. Si la repudia por alguna otra razón que no sea fornicación, y luego se vuelve a casar, se convierte en culpable de adulterio en un matrimonio tal.
Si alguno se casare con la persona que ha sido repudiada por fornicación, se convierte en culpable de adulterio en un matrimonio tal.
A la parte inocente, (es decir, no la que rompió el lazo mediante fornicación), no se le prohíbe recasarse. El Señor no recomienda un matrimonio tal, pero dijo, cuando fue preguntado por los discípulos acerca de esta situación, “El que sea capaz de recibir esto, que lo reciba” (Lucas 19:12). Yo creo que el Señor estaba enseñando que un creyente bien puede titubear acerca de la sabiduría de un matrimonio semejante, pero no fue prohibido.
Marcos 10:2-12; Lucas 16:18
En Marcos 10 notamos que el Señor habla indistintamente del marido o de la mujer repudiando a su cónyuge, mostrando que Sus instrucciones referentes al divorcio son aplicables ya sea al hombre o a la mujer. Ninguna de estas Escrituras menciona la única excepción (fornicación) porque creo que es importante comprender que el Señor aborrece el repudio (Malaquías 2:14-16), aunque las otras dos Escrituras a las que nos referíamos previamente en Mateo muestran que Él permitió esta excepción por causa de fornicación. La razón para esta omisión es, sin duda, que Él nos enseñaría a no considerar jamás el lazo matrimonial a la ligera, porque es una figura de Cristo y la iglesia. Como cristianos poseemos una vida nueva, de modo que el cónyuge ofendido puede perdonar más bien que divorciarse. Esto es, indudablemente, ese “camino aún más excelente” (1 Corintios 12:31).
Romanos 7:2,3
Estos versículos se refieren más bien al adulterio mientras el lazo matrimonial aún existe. El tema de la fidelidad en el matrimonio es introducido aquí como una figura de una verdad espiritual. La intención de Dios era que el lazo matrimonial se rompiera sólo por la muerte (o a la venida del Señor) y la cuestión del divorcio no es considerada aquí. Sin embargo, los versículos en Mateo 19 nos muestran que la fornicación sí rompía el vínculo y, por consiguiente, se permitía el divorcio cuando el vínculo había sido roto por la fornicación. El divorcio era entonces el procedimiento legal porque “las [autoridades] que hay, por Dios han sido establecidas” (Romanos 13:1), y delante de Dios, la fornicación ya había roto el vínculo. El divorcio en tal caso no se requería, pero se permitía. La gracia de Dios capacitará a uno para perdonar al (o a la) cónyuge culpable más que repudiar o divorciarse. “Sed benignos unos con otros” (Efesios 4:32).
1 Corintios 7:15
En este pasaje se aborda el tema de la deserción (o abandono), y es claro que se le dice al cristiano o cristiana que no deje a su cónyuge. Si él o ella se marchaban, debía quedarse sin casar (1 Corintios 7:11). Si, no obstante, el cónyuge no creyente se marchase, leemos, “en tales casos el hermano o la hermana no están obligados” (1 Corintios 7:15 – LBLA). La expresión no estar “obligados” se refiere al versículo 39 de 1 Corintios 7, donde leemos que, “La mujer casada está ligada por la ley mientras su marido vive”. Si, no obstante, el marido o la mujer son abandonados deliberadamente y el cónyuge no creyente se divorcia, él o ella (los abandonados) ya no están “obligados” (o, ligados) en la relación matrimonial. Obviamente, cada caso debe ser examinado delante del Señor en cuanto a si se ha hecho todo intento para efectuar una reconciliación, y que el cónyuge no fue ahuyentado por un rudo trato cruel, pero si él o la no creyente abandonó deliberadamente a su cónyuge y obtuvo el divorcio, el Cristiano o la Cristiana ya no está “obligada” en la relación matrimonial, ni tampoco hay aquí algún mandamiento, (como lo hay en el caso descrito en el versículo 11) prohibiendo el recasamiento en un caso semejante.
1 Corintios 6:9-11
Si el divorcio (y quizás el recasamiento) tuvo lugar antes de ser salvo, se debe dejar claro a él o ella (o ambos) que como cristianos deberían comprender el orden de Dios en cuanto al divorcio y el recasamiento. El pasado no podía ser olvidado enteramente, ya que segamos lo que sembramos (Gálatas 6:7). No obstante vemos que, en la asamblea en Corinto, había muchos pecados de sus días de incrédulos y no salvos que requerirían la disciplina si eran salvos en el momento, ya que el juicio comienza por la casa de Dios (1 Pedro 4:17). Ellos fueron recibidos como eran, cuando fueron salvos, como nuevas criaturas en Cristo, habiendo tenido lugar el “lavamiento de la regeneración”. Ellos debían procurar ahora “ocuparse en buenas obras” (Tito 3:3-8), y estaban bajo la disciplina de la asamblea de Dios (1 Corintios 5:12).
Romanos 6:17
Es importante ver que nuestra obediencia ha de ser “de corazón” (Efesios 6:6). Dios desea obediencia por amor a Él. Un caso podría ser técnicamente claro según la Escritura, pero puede haber circunstancias tales como una actitud que aleja al cónyuge, o incluso violencia, o insinuaciones impropias a una tercera persona que podrían desestabilizar un hogar, de tal manera que un cristiano podría ser la causa de que el no creyente se marche, o incluso obtenga un divorcio. Se requiere el discernimiento sacerdotal en cada caso, al igual que el sacerdote en Israel discerniendo si la lepra realmente estaba activa cuando las apariencias eran inciertas (Levítico 13:4-8), de modo que la santidad de la casa de Dios sea mantenida en cada detalle. “Tus testimonios son firmes, muy firmes: ¡a tu Casa, oh Jehová, conviene la santidad para siempre!” (Salmo 93:5 – VM).
No es que seamos superiores al mal en nosotros mismos sino debido a que Aquel que está en medio es ‘Santo y Verdadero’ (Apocalipsis 3:7). En cada instancia donde tales casos deban ser abordados en la asamblea, debemos tomar nuestros lugares como parte del fracaso y comer el sacrificio expiatorio en el lugar santo (Levítico 6:26, 10:17). No debemos olvidar jamás que el Señor aborrece el repudio (Malaquías 2:14-16) y que el divorcio entró debido a la dureza de nuestros corazones. El amor en el matrimonio debería vencer, y vencerá muchas dificultades.
Que el Señor pueda guardarnos en estos días postreros, en la senda de obediencia, sabiendo que “un poco de levadura leuda toda la masa” (1 Corintios 5:6), y que todo mal no juzgado contamina a la asamblea que permite que este quede sin juzgar. El enemigo procuraría destruir el hogar cristiano y la asamblea de Dios, y necesitamos que la Palabra de Dios nos dirija, que el amor de Cristo nos constriña, y que el poder de Dios nos guarde.
G. H. Hayhoe
¡Oh guárdanos siempre‿en Tu‿amor,
Cordero fiel de Dios!,
Junto‿a Tu seno‿herido‿ayer,
Y‿escuchando‿en paz Tu voz.
Tan sólo‿así podremos seguridad tener
Del enemigo fuerte, su red y mal hacer,
Y la concupiscencia‿en nos—
“La carne‿enferma”‿está—
Tu gracia sólo‿es la que‿äún
Socorrer, limpiar podrá.
Traducido del inglés por: B.R.C.O., noviembre de 2011
Título original en inglés: The Marriage Bond: What Scripture Says About Divorce and Remarriage