El Avivamiento Del Verdadero Carácter De La Iglesia

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El hecho de que esta obra comenzó simultáneamente, aunque de manera indepen­diente, por muchas partes del mundo, demostró, como había sucedido trescientos años antes durante la Reforma, que el mismo Dios estaba obrando. Las notas clave de este avivamiento eran el llamamiento distintivo y celestial de la iglesia (o asamblea) y la consiguiente necesidad de la separación del mal—tanto eclesiástico como moral— mientras que la sencillez y el gozo de los primeros tiempos de la historia de la iglesia fueron avivados en muchas pequeñas reuniones.
Las personas que se reunían de esta manera no asumieron una posición pública, y permitieron ser llamados simplemente por el nombre de «hermanos». Al aceptar esta designación, no lo hacían en ningún sentido más estrecho que el comunicado por las palabras del mismo Señor: «Uno es vuestro Maestro, el Cristo, y todos vosotros sois hermanos.» No iniciaron nada nuevo, ni tampoco trataron de reformar nada. Sencilla­mente reconocieron que la asamblea seguía ahí, y que formaban parte de ella, a pesar de la ruina pública.