El juicio de sí, más que el poder, en un tiempo de ruina

 
Aquí comienza una nueva parte del relato. Asistimos aquí a la misión de Esdras que sube a Jerusalén, 47 años después, el séptimo año de Artajerjes, para visitar a los hijos de Israel. “Porque Esdras había preparado su corazón para inquirir la ley de Jehová y para cumplirla, y para enseñar en Israel sus estatutos y decretos” (capítulo 7:10). Punto de partida de la más alta importancia, amados hermanos, para aquellos que ocupan ahora el lugar de un remanente. Esto no es una vana demanda de poder, cosa que puede ser una gran trampa en un tiempo de decadencia. Cuando la Iglesia comenzó, fue en poder; ahora ella está en un estado de ruina. No es poder aquello de lo que tenemos necesidad, sino de juicio de nosotros mismos, de un corazón dispuesto a hacer la voluntad de Dios, lo que va siempre a la par con el juicio de uno mismo. La diferencia es esta: si los cristianos piensan que es el poder lo que se necesita, ellos arrojan la censura sobre Dios. Ellos toman por excusa la debilidad y flaqueza actual diciendo: ‘no vale la pena reunirse para adorar al Señor o para hacer lo que sea: no tenemos poder’. Pobre pretexto completamente erróneo y todavía menos excusable en aquellos que conocen lo que Dios ha hecho en y para la Iglesia al enviar al Espíritu Santo para permanecer siempre en ella. Si el Espíritu Santo no basta como poder, decidme, ¿Qué es lo que puede bastar?
Queridos amigos, de lo que tenemos necesidad, es de tener fe en el poder que hemos recibido, y de hacer callar estas murmuraciones incrédulas, como si Dios hubiese retirado hoy este poder, Su poder; o que tengamos que ir adelante de acuerdo a nuestra débil y miserable medida reclamando a grandes gritos el poder. No. Lo que tenemos que hacer cuando encontramos un obstáculo a la acción del Espíritu Santo, es tomar un lugar de real humillación ante Dios. La gran cosa es buscar en el juicio de nosotros mismos, hacer la voluntad de Dios.
En estos años ha habido un trabajo realizado entre ciertos cristianos que suplican a Dios que les dé poder. ¿De dónde viene esto? Ellos recurren mucho al poder; pero yo estoy persuadido que este poder provenía en realidad del diablo, y no de Dios; y a pesar de los efectos espectaculares, ha habido una penosa imitación del don de lenguas, este movimiento terminó como había comenzado, en un completo alejamiento de la verdad de Dios y por el más grande deshonor arrojado sobre el Nombre del Señor.
No, queridos amigos, la verdadera obra de Dios de la cual, por Su gracia, participamos, no consiste en pedir a grandes gritos poder y permanecer a la vez en desobediencia, sino en alejarnos del mal, y a aprender de Dios a hacer el bien, a confesar el pecado de la Iglesia responsable y nuestras propias faltas para separarnos al instante de estas, de acuerdo a la luz que Dios nos da, de aquello que sabemos no puede tener la aprobación de Él.
Este espíritu de humillación y de obediencia era precisamente lo que llenaba el corazón de Esdras. Él viene, decidido a hacer la voluntad de Dios. “Porque Esdras había preparado su corazón para inquirir la ley de Jehová y para cumplirla, y para enseñar en Israel sus estatutos y decretos.” Esdras se presenta con la autoridad de un rey, pero destaquemos que la gran cosa enfatizada aquí, es la decisión de su corazón para hacer la voluntad de Dios.
Es lo que tenemos que desear para nosotros. Que nuestros corazones se vuelvan al Señor, como era, por ejemplo, el caso de la iglesia de Filadelfia. ¿Cómo se presenta el Señor a ella? ¿Qué dice Él de su actitud? (Apocalipsis 3:8). Él tiene poder para abrir y nadie puede cerrar, y se sirve de este para poner una puerta abierta ante los santos de Filadelfia. En el libro que consideramos, el rey Artajerjes se presenta como abriendo una puerta ante Esdras. Dios lo permite porque el corazón de Esdras estaba dispuesto a hacer Su voluntad. El Señor dirige todas las circunstancias exteriores y abre un camino cuando, interiormente, nuestro corazón está decidido a hacer lo que es bueno y agradable a Sus ojos. No tenemos ninguna razón para lamentarnos de las circunstancias, mientras nuestro corazón sea recto ante Él. Él puede y quiere ocuparse de todo lo demás.
Estoy persuadido que la gran necesidad de los cristianos hoy es el juicio de sí mismos y no la demanda y búsqueda de poder. Tenemos más necesidad de esto para llevar la verdad que nos ha sido confiada. ¿No sabemos queridos amigos, que nuestro conocimiento va generalmente más allá de nuestro goce de la gracia? Somos tentados en traspasar nuestra medida exterior, y de lanzarnos a la acción en lugar de dedicarnos simplemente a mantener fielmente la verdad de Dios en la humildad de espíritu, amor y profundo sentimiento de nuestra insuficiencia. Esto es lo que nos conviene, y lo que debiésemos buscar. En nuestra condición actual el poder significaría para nosotros la ruina, de esto estoy persuadido; y es la razón de por qué doy gracias a Dios de que Él no haya juzgado bueno darnos más poder de este carácter. De lo que tenemos necesidad es de la acción del Espíritu para juzgarnos a nosotros mismos; si es así, nuestra bendición fluirá como un río.
Esdras va entonces adelante y reúne a los jefes de casas paternas “Los reuní junto al río que viene a Ahava, y acampamos allí tres días; y habiendo buscado entre el pueblo y entre los sacerdotes, no hallé allí de los hijos de Leví” (capítulo 8:15).
Había allí insuficiencia en lo que se refiere al servicio, una falta de energía. “Por lo cual envié a llamar a Eliezer, a Ariel, ..., a fin de que nos trajesen sirvientes para la Casa de nuestro Dios... Entonces proclamé un ayuno allí, junto al río Ahava, para humillarnos delante de nuestro Dios” (Esdras 8:16-21 – V.M.). Lo importante, repitámoslo, no es pedir poder, sino de afligirnos ante nuestro Dios para que Él pueda bendecirnos. “Entonces proclamé un ayuno allí, junto al río Ahava, para humillarnos delante de nuestro Dios, a fin de solicitar de él camino recto para nosotros, y para nuestras familias, y para todas nuestras posesiones. Porque tuve vergüenza de pedir al rey tropas y gente de a caballo, para ayudarnos contra el enemigo; pues habíamos hablado al rey, diciendo: La mano de nuestro Dios está sobre todos los que le buscan, para bien suyo; pero su poder y su ira están contra todos los que le dejan. Ayunamos pues, y rogamos a nuestro Dios acerca de esto; y él nos fue propicio” (capítulo 8:21-23). En consecuencia, en lugar de tener la protección de una tropa de soldados, Dios los protegió, lo que era mucho mejor. De esta forma ellos triunfaron sobre todos sus enemigos.
Pero cuando Esdras se halla en medio del pueblo, un espectáculo doloroso le esperaba, adecuado a sumergirlo en la humillación (capítulo 9). Esta humillación, Esdras la había sentido ya en el país de su cautividad, pero cuando él llega al país encuentra a muchos de aquellos que han subido hasta allí antes que él en un estado vergonzoso y se aflige, él se halla en presencia de pecados flagrantes y escucha los más alarmantes reportes.