El Surgimiento Del Papado

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Con el siglo sexto comienza el período de Tiatira de la historia de la iglesia; en otras palabras, el papado de las Edades Oscuras. Nos lleva al tiempo de la Reforma, aunque, naturalmente, el Roman­ismo mismo prosigue hasta la venida del Señor. Este estado está caracterizado por la admisión y tolerancia pública en la iglesia de lo que es burdamente malo e idolátrico, como lo sugiere el mensaje al ángel de la iglesia en Tiatira: «Toleras que esa mujer Jezabel, que se dice profetisa, enseñe y seduzca a mis siervos a fornicar y a comer cosas sacrificadas a los ídolos. Y le he dado tiempo para que se arrepienta de su fornicación, pero no quiere arrepentirse de su fornicación» (Ap 2:20,21).
Ya se ha hecho referencia a la buena obra de Constantino, pero el triste efecto fue que la iglesia se sintió más inclinada a poner su confianza en el emperador de Roma que en su Cabeza viva en el cielo. Pero nunca podía haber una total amalgamación de las dos partes; o bien el estado o bien la iglesia debían asumir la preeminencia, y por un tiempo la iglesia se contentó con tomar el puesto subordinado. Con la muerte de Constan­tino comenzó la lucha por la supremacía, y los obispos de Roma presentaron atrevidamente sus pretensiones al gobierno universal de la iglesia como sucesores de San Pedro. Es significativo el hecho, que además expone los errores de raíz del papado, de que aunque los nombres de los primeros obispos de Roma puedan ser conocidos en la historia, el orden en el que se sucedieron unos a otros no es conocido. Además, los obispos de Antioquía y de Alejandría (las respectivas capitales de las divisiones asiática y africana del Imperio, así como Roma lo era de la europea) eran reconocidos y estaban a la par con el obispo de Roma.