Prefacio

 •  3 min. read  •  grade level: 19
Listen from:
El objetivo de esta sinopsis sigue siendo el de siempre, esto es, presentar de una manera tan breve y concisa como lo pueda permitir un tema tan amplio, un bosquejo de la historia pública de la iglesia desde Pentecostés hasta nuestros días. No pretende en ningún sentido competir con las obras existentes acerca de este tema, pero puede resultar de utilidad para aquellos que, deseando este conocimiento, puedan verse con dificultades para obtener los libros, y todavía más dificultad para encontrar el tiempo para leerlos.
No se pretende originalidad alguna, porque se han empleado libremente todos los datos, y en algunos casos las mismas expresiones, proceden­tes de los escritos de otros. Sin embargo, se ha tenido gran cuidado para asegurar la exactitud de todo lo que se expone, y para impedir impresiones erróneas debidas a lo condensado de este relato.
Ciertos hechos o citas que tienen que ver con el tema pero que difícilmente podrían formar parte de la Sinopsis central, han sido añadidos en forma de Apéndice, y se han insertado en el texto las notas refiriéndose a ellos.
Finalmente, se podrá observar que en ocasiones se emplea la palabra asamblea en lugar de iglesia. Es una traducción literal del griego original, que realmente significa un grupo de personas llamadas afuera. Este término no admite equívocos con ningún edificio material.
Historia de la iglesia
La historia de la iglesia, que abarca casi 2.000 años, constituye un tema que nadie sino sólo el Espíritu Santo de Dios puede recopilar. Los hechos en los que tal historia debería basarse sólo los conoce Aquel que, en humilde gracia, ha estado aquí en la tierra todo el tiempo manteniendo en la asamblea un testimonio de la verdad según la revelación de Dios. En medio de las glorias crecientes y menguantes de la iglesia, Él ha sido, por una parte, el dolorido Testigo de cada paso de alejamiento y de decadencia, y, por la otra, el Manantial interior de cada sentimiento espiritual en pos de Dios, y la Fuente vivificadora de cada fase de recuperación y avivamiento. Con precisión divina, Él ha evaluado lo que es de verdadero valor, al ser capaz de distinguir entre lo que es de Dios y lo que es del hombre.
Es la incapacidad de llevar esto a cabo, así como la imposibilidad de penetrar más allá de lo que el ojo puede ver o que el oído puede oír, la que ha limitado las actividades de todos los historiadores humanos.
Si se tiene presente esta importante reserva, se puede decir que se han hecho muchos excelentes intentos para registrar la historia pública de la iglesia, y en esto nos ayudan las mismas Sagradas Escrituras. Por ejemplo, J. N. Darby (refiriéndose a las cartas a las siete iglesias en Asia, que aparecen en Apocalipsis 2 y 3), dijo: «No me cabe duda de que esta serie de iglesias es de aplicación como historia al estado moral sucesivo de toda la iglesia: las cuatro primeras se refieren a la historia de la iglesia desde su primera decadencia hasta su actual condición bajo el Papado; las últimas tres son la historia del protestantismo.»
Este marco histórico dado por Dios ha permitido a piadosos historiadores seguir las varias fases a través de las que ha pasado la Iglesia de Dios; aunque está claro que las últimas cuatro fases corren simultáneamente. En estos discursos, la iglesia es contemplada en su posición de responsabilidad en el mundo, como testigo púb­lico de Cristo. Como tal, está sujeta a fracasos y consiguientemente cae bajo la reprensión de Cristo por su infidelidad.