El dinero de la expiación ya ha sido mencionado al tratar el tema de las basas de plata debajo de las tablas del Tabernáculo (Éxodo 26). A primera vista, la introducción del tema en este lugar parece peculiar; pero en verdad, se trata de otra marca de la perfección del diseño del Espíritu de Dios. Los sacerdotes han sido designados y consagrados; el altar de oro, con la manera de su servicio, ha sido descrito; pero antes de que Aarón pueda acercarse a quemar incienso, debe haber un pueblo redimido a favor del cual él debe actuar. Porque la esencia misma del sacerdocio es que ellos fueron designados a favor de otros. Por eso, tan pronto como el altar de oro ha sido presentado, el pueblo es identificado con el Tabernáculo como está representado por el dinero de la expiación. Cada detalle del orden de los temas está, por tanto, divinamente arreglado.
“Habló también Jehová a Moisés, diciendo: Cuando tomes el número de los hijos de Israel conforme a la cuenta de ellos, cada uno dará a Jehová el rescate de su persona, cuando los cuentes, para que no haya en ellos mortandad cuando los hayas contado. Esto dará todo aquel que sea contado; medio siclo, conforme al siclo del santuario. El siclo es de veinte geras. La mitad de un siclo será la ofrenda a Jehová. Todo el que sea contado, de veinte años arriba, dará la ofrenda a Jehová. Ni el rico aumentará, ni el pobre disminuirá del medio siclo, cuando dieren la ofrenda a Jehová para hacer expiación por vuestras personas. Y tomarás de los hijos de Israel el dinero de las expiaciones, y lo darás para el servicio del tabernáculo de reunión; y será por memorial a los hijos de Israel delante de Jehová, para hacer expiación por vuestras personas” (Éxodo 30:11-1611And the Lord spake unto Moses, saying, 12When thou takest the sum of the children of Israel after their number, then shall they give every man a ransom for his soul unto the Lord, when thou numberest them; that there be no plague among them, when thou numberest them. 13This they shall give, every one that passeth among them that are numbered, half a shekel after the shekel of the sanctuary: (a shekel is twenty gerahs:) an half shekel shall be the offering of the Lord. 14Every one that passeth among them that are numbered, from twenty years old and above, shall give an offering unto the Lord. 15The rich shall not give more, and the poor shall not give less than half a shekel, when they give an offering unto the Lord, to make an atonement for your souls. 16And thou shalt take the atonement money of the children of Israel, and shalt appoint it for the service of the tabernacle of the congregation; that it may be a memorial unto the children of Israel before the Lord, to make an atonement for your souls. (Exodus 30:11‑16)).
Dos cosas aparecen en el primer versículo de esta instrucción —la ocasión, y el objeto del dinero de la expiación—. La ocasión era: “Cuando tomes el número” (“Cuando hagas un censo”, LBLA). Cuando se hacía un censo, cada hombre era llevado, por decirlo así, delante de Dios; y este era el preciso momento escogido para recordarles su condición, y su consiguiente necesidad de redención. Mientras no se trate con el pecado, si Dios es traído a tener contacto con los hombres como tales, Él debe, por la santidad misma de Su naturaleza, tomar conocimiento de la culpa de ellos. Por eso se hace esta amable provisión. Su significancia típica es sencillamente la verdad que se encuentra en cada página de la Escritura; a saber, que todos los hombres necesitan un rescate por sus almas. El objeto es que “que no haya en ellos mortandad”. Ya que, como se ha comentado, si Dios repara en el pecador en sus pecados, debe ser para juicio, a menos que esté bajo la protección de la expiación. Una ilustración sorprendente de esto se encuentra en el reinado de David. El rey fue tentado, estando orgulloso de la fortaleza de sus ejércitos, a llevar a cabo un censo de su pueblo. “Y dijo el rey a Joab ... haz un censo del pueblo, para que yo sepa el número de la gente”, pero descuidó la ordenanza en cuanto a que cada hombre tenía que dar un rescate por su alma, y “Jehová envió la peste sobre Israel desde la mañana hasta el tiempo señalado; y murieron del pueblo, desde Dan hasta Beerseba, setenta mil hombres” (2 Samuel 24). Esto fue aún más notable por el hecho de que David confesó su pecado inmediatamente después que el pueblo fue censado; pero aunque el Señor trató con él en tierna gracia y compasión, le dio a elegir la naturaleza del castigo, el juicio no podía ser justamente evitado. Las demandas del Señor deben ser reconocidas. Cada uno de los del pueblo que fue censado era susceptible a Su juicio santo, y esto debía ser reconocido mediante el dinero del rescate.
La suma que se debía dar era de medio siclo de plata (véase Éxodo 38:25-2825And the silver of them that were numbered of the congregation was an hundred talents, and a thousand seven hundred and threescore and fifteen shekels, after the shekel of the sanctuary: 26A bekah for every man, that is, half a shekel, after the shekel of the sanctuary, for every one that went to be numbered, from twenty years old and upward, for six hundred thousand and three thousand and five hundred and fifty men. 27And of the hundred talents of silver were cast the sockets of the sanctuary, and the sockets of the vail; an hundred sockets of the hundred talents, a talent for a socket. 28And of the thousand seven hundred seventy and five shekels he made hooks for the pillars, and overlaid their chapiters, and filleted them. (Exodus 38:25‑28)), según el siclo del santuario —es decir, como se explicó, diez geras—. Diez es el número de la responsabilidad para con Dios; y, por consiguiente, la lección es que la responsabilidad del hombre para con Dios, como pecador, debe ser cumplida. Ahora bien, la plata es una figura de la sangre de Cristo —es decir, la plata del dinero del rescate—. Pedro alude a esto cuando dice, “sabiendo que fuisteis rescatados de vuestra vana manera de vivir, la cual recibisteis de vuestros padres, no con cosas corruptibles, como oro o plata, sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación” (1 Pedro 1:18-1918Forasmuch as ye know that ye were not redeemed with corruptible things, as silver and gold, from your vain conversation received by tradition from your fathers; 19But with the precious blood of Christ, as of a lamb without blemish and without spot: (1 Peter 1:18‑19)). Se observará que él habla de oro así como también de plata. Existe una razón especial para esto. En una ocasión, después de una impresionante liberación o preservación del pueblo de los peligros de la guerra, de modo que cuando fueron censados no faltó ninguno, se ofreció oro en vez de plata como dinero del rescate (Números 31:49-5449And they said unto Moses, Thy servants have taken the sum of the men of war which are under our charge, and there lacketh not one man of us. 50We have therefore brought an oblation for the Lord, what every man hath gotten, of jewels of gold, chains, and bracelets, rings, earrings, and tablets, to make an atonement for our souls before the Lord. 51And Moses and Eleazar the priest took the gold of them, even all wrought jewels. 52And all the gold of the offering that they offered up to the Lord, of the captains of thousands, and of the captains of hundreds, was sixteen thousand seven hundred and fifty shekels. 53(For the men of war had taken spoil, every man for himself.) 54And Moses and Eleazar the priest took the gold of the captains of thousands and of hundreds, and brought it into the tabernacle of the congregation, for a memorial for the children of Israel before the Lord. (Numbers 31:49‑54)). El apóstol, por tanto, combina los dos en contraste con la sangre de Cristo, o como tipo de ella. Nuestro Señor mismo habla de dar Su vida (y la vida está en la sangre) en rescate por muchos (Mateo 20:2828Even as the Son of man came not to be ministered unto, but to minister, and to give his life a ransom for many. (Matthew 20:28); Marcos 10:4545For even the Son of man came not to be ministered unto, but to minister, and to give his life a ransom for many. (Mark 10:45)). El medio siclo de plata era así, una figura clara de la sangre de Cristo; y por consiguiente, aprendemos que es sólo esa sangre preciosa la que puede cumplir con nuestra responsabilidad para con Dios como pecadores, y hacer expiación por nuestras almas. Es en Cristo en quien tenemos redención —por medio de Su sangre, y de ninguna otra manera—. Esta es una verdad familiar, tan familiar que se ha convertido, por decirlo así, en una palabra doméstica. Pero ¿acaso no hay peligro de perder su significancia mediante esta misma familiaridad? Además, es contra esta muy bienaventurada y preciosa sangre adonde se dirigen todas las astucias, y sutilezas, y malicia, de Satanás. Por eso es que ha sucedido que muchos, aun los que profesan ser maestros del Cristianismo, han rechazado esta sangre o se ocupan en insinuar dudas con respecto a ella. Es necesario, por tanto, que ello sea proclamado, y que se proclame repetidamente, con un fervor cada vez mayor. Pero jamás será recibida, a menos que primero se entienda que el hombre, tanto por su naturaleza como por su práctica, necesita redención, que es un pecador perdido, culpable, y que no se puede redimir a sí mismo; que, como dice el Salmista, “Nadie puede en manera alguna redimir a su hermano, ni dar a Dios rescate por él” (Salmo 49:7,7None of them can by any means redeem his brother, nor give to God a ransom for him: (Psalm 49:7) LBLA). Si se acepta esto en primer lugar, entonces se puede recibir la verdad de que no hay expiación alguna para el alma excepto por la sangre preciosa de Cristo; que sin el derramamiento de sangre no hay remisión; y que es sólo por la sangre de Jesucristo, el Hijo de Dios, que todo pecado puede ser limpiado.
Otra cosa requiere especial atención. Todo hombre, rico o pobre, tenía exactamente el mismo valor delante de Dios. “El rico no pagará más, ni el pobre pagará menos” (Éxodo 30:15,15The rich shall not give more, and the poor shall not give less than half a shekel, when they give an offering unto the Lord, to make an atonement for your souls. (Exodus 30:15) LBLA). Cuando se plantea la cuestión del pecado, no hay diferencia entre hombre y hombre a la vista de Dios. “Todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios” (Romanos 3:2323For all have sinned, and come short of the glory of God; (Romans 3:23)). Algunos pueden haber ido más lejos en la iniquidad exterior, en crímenes patentes; pero, en cuanto al estado delante de Dios, todos —el que es moral exteriormente así como también el inmoral, el rico así como también el pobre— son pecadores y están bajo condenación. La riqueza, la posición, los logros, e incluso el carácter moral, no sirven de nada delante de Dios. Todos por igual han pecado, porque no hay ninguno que haga justicia, no, ni siquiera uno, y todos por igual necesitan la redención que se ha de encontrar sólo por medio de la sangre de Cristo. El corazón del hombre se rebela contra esto; pero la pregunta es si acaso esta es la verdad de Dios. (Véase Romanos capítulos 1 al 3).
Como consecuencia de esta verdad, cada hombre tenía que dar por sí mismo. Todos debían un rescate por sus almas. En este asunto el rico no podía dar por el pobre, sino que cada hombre, individualmente, debía ser llevado a una relación clara y personal con Dios en cuanto a su rescate o redención. A menos que el dinero de cada uno de los censados estuviera representado en las basas de plata, él no podía ser considerado como redimido. Es así ahora. Todos deben tener un interés personal en la sangre de Cristo o no puede ser salvo. Las oraciones de otro no pueden, por sus propios méritos, salvarle, a menos que sea llevado mediante ellas, en la gracia de Dios, a conocer por sí mismo a Cristo como Redentor. Es mi propia culpa, son mis pecados, los que necesitan ser limpiados, y por tanto, a menos que yo mismo esté bajo el valor de la sangre de Cristo, estoy expuesto aún al justo juicio de un Dios santo. Que el lector sopese este asunto, y que lo sopese solemnemente en la presencia de Dios, y que no cese de sopesarlo hasta que se haya cerciorado que tiene una reivindicación, por medio de la fe, sobre la eficacia de la sangre preciosa de Cristo. Debe ser una transacción personal, un trato personal con Dios, y un interés personal en la sangre. Entonces, y sólo entonces, se puede conocer y disfrutar, por medio de la sangre de Cristo, la redención.
La última cosa que se observa es el uso que se hace del dinero de la expiación (Éxodo 30:1616And thou shalt take the atonement money of the children of Israel, and shalt appoint it for the service of the tabernacle of the congregation; that it may be a memorial unto the children of Israel before the Lord, to make an atonement for your souls. (Exodus 30:16)). Se designó para el servicio del tabernáculo. De hecho, como ya se ha visto, se destinó para la confección de las basas de plata que formaban el fundamento del santuario. La casa de Dios se fundamentaba sobre la redención, y el pueblo rescatado se identificaba así con ella —siendo representado cada uno de ellos por el dinero que había sido dado, y representado, por tanto, en todo el valor que la plata tipificaba—. El objeto era, efectivamente, que fuese “por memorial a los hijos de Israel delante de Jehová, para hacer expiación por vuestras personas”. Por consiguiente, la plata sobre la que se asentaba el tabernáculo testificaba, a favor de los hijos de Israel, de que la expiación por sus almas había sido hecha. Ellos mismos podían comprender sólo débilmente este hecho bienaventurado; pero el memorial estaba siempre delante del Señor, y la pregunta en aquel entonces, tal como ahora, es más bien, ¿Nos ve Él como redimidos? ¿Ha aceptado Él el precio de nuestra redención? Ya que si Él está satisfecho, nosotros también podemos ciertamente reposar en paz.
De este modo, Dios unió, en gracia, al pueblo con el tabernáculo en el que Él mismo moraría, y al cual los sacerdotes entrarían a favor de ellos. A ellos mismos no se les pudo permitir entrar, pero todos estaban representados en el dinero de la expiación, y por tanto, tenían siempre su memorial delante de Jehová.