Habacuc 3
Habiendo escuchado esto desde su atalaya, el profeta, como puedo decir, desciende para hablar con el Señor. Habiendo sido gentilmente visitado y contestado en la torre, ahora entrará en el santuario, como con la voz de oración y alabanza, y en el poder de esa fe que había aceptado la respuesta de Dios, se regocijó en ella y contó con aún más bendiciones.
Pero estas sus palabras finales son muy hermosas.
La respuesta que acababa de recibir parece ponerlo inmediatamente en espíritu, de vuelta a los primeros días de su nación, o al tiempo de la salvación de Dios, cuando estaba comenzando a hacer de Israel su pueblo. El caldeo le recordaba al egipcio y al amorreo. Y desea que el Señor haga por Israel ahora frente a los caldeos, lo que en aquellos días primitivos había hecho por ellos frente a los egipcios y los amorreos. Él busca que pueda haber “un avivamiento”, que ahora, en medio de los años, Dios haga las obras que tan maravillosamente marcaron el comienzo de los años. Y con una belleza conmovedora, y en el estilo quebrantado de alguien que estaba siguiendo las corrientes de un corazón vivo a su sujeto, ensaya, como en la presencia divina, esas primeras obras de Jehová en favor de Israel, ya sea realizadas en Egipto, o en el desierto, o en Canaán, que (si se me permite hablar así), el Señor podría mirar esas poderosas obras suyas, y hacer lo mismo en estos tiempos caldeos actuales. Es como si Habacuc estuviera levantando el arco bajo el ojo de Dios en el día de la nube; para que, mirándolo, Él pudiera recordar Su pacto, Su gracia y Su poder para Sus santos, Sus promesas y Sus misericordias, y salvar a Su pueblo de esta amenaza abrumadora.
Porque hasta entonces el Señor sólo había prometido juicio sobre los caldeos. (Véase el capítulo 2.) No había hablado de la restauración final y la gloria de Israel; pero Habacuc también debe tener esto prometido y asegurado; y, por lo tanto, ora por “un avivamiento” de Su obra en favor de Israel.
Y luego, al final, como el hombre justo que vive por fe, de quien la palabra del Señor ya le había hablado (ver Hab. 2), expresa su plena confianza presente en Dios. Él cuenta, de hecho, cómo la palabra del Señor acerca de la venida del caldeo lo había asustado, de modo que estaba como asombrado, o como un hombre muerto; pero que ahora, como hombre de fe, sabe que no tiene más que esperar, a través de una temporada de disciplina y paciencia, seguro de que todo terminará en la salvación de Dios. Y en la gozosa seguridad de esto, canta al cantante principal en su instrumento de cuerda; y así como Josafat entró en la batalla con la canción de la victoria en sus labios (2 Crón. 20:21-22), así Habacuc ahora entra en el tiempo de la visión, o del ejercicio de la fe y la paciencia, en el gozo del Señor, y con una canción preparada como para un día de gloria.