La astucia del enemigo

 
Jamás se ha visto una bendición de Dios sobre la tierra sin que esto provoque hostilidad de parte del diablo; y es esto lo que encontramos en esta ocasión. Hubo personas que se acercaron a Zorobabel y los jefes, y les dijeron: “Edificaremos con vosotros, porque como vosotros buscamos a vuestro Dios, y a él ofrecemos sacrificios desde los días de Esar-hadón rey de Asiria, que nos hizo venir aquí” (Esdras 4:2). ¡Cuán amable parecía este ofrecimiento! En fin, en vez del viejo antagonismo, vemos a los vecinos dispuestos a ayudar a edificar, y adorar y servir al mismo Dios que ellos.
¡El pueblo sin duda se regocijaría por esto! No, amados hermanos. En este mundo nos es necesario constantemente tener discernimiento. Cierto, debemos estar en guardia con relación a la manera en la cual juzgamos, sin embargo debemos hacerlo. Tenemos que probar todas las cosas y retener lo bueno; y en esta circunstancia, el pueblo actúa fielmente, Zorobabel y Josué no cayeron en la trampa, como lo habían hecho antes Josué y sus príncipes en una ocasión algo parecida, cuando los Gabaonitas se presentaron como peregrinos venidos de un país lejano (Josué 9). Zorobabel y Josué y el resto de los jefes de Israel, les dijeron: “No nos conviene edificar con vosotros casa a nuestro Dios, sino que nosotros solos la edificaremos a Jehová Dios de Israel, como nos mandó el rey Ciro, rey de Persia” (Esdras 4:3). Sin ninguna duda, ellos enfatizaron su flaqueza y debilidad al mencionar al rey Ciro. ¿Quién es aquel que tiene que tratar con el pueblo de Dios? ¡Qué anomalía de que el rey de Persia haya debido mandar a Israel! Y así era. Los Judíos estaban humillados públicamente sobre la tierra y estos fieles no intentaban substraerse ni evadirse de este estado de humillación. Pero, aunque bajo los poderes que estaban entonces establecidos para su protección, ellos mantenían rigurosamente la Palabra de Dios relativa al lugar especial de Israel. Ellos estaban también separados, sino aún más, que en los días de Moisés o de David. Jamás sin duda Israel probó un sentimiento más profundo de su lugar aparte de otras naciones que en estos días de humillación y debilidad.
¡Qué lección para nosotros! Guardémonos de abandonar el lugar particular de la Iglesia de Dios por el simple motivo de que somos solamente un remanente. Guardémonos de abandonar el principio de que sólo aquellos que son miembros de este cuerpo, y que son aceptados como tales, tienen su lugar de responsabilidad en la obra del Señor. No debemos ceder al espíritu del tiempo en el cual vivimos. En todo caso es esto lo que decidieron Zorobabel y Josué, y tenían razón. “Pero el pueblo de la tierra intimidó al pueblo de Judá, y lo atemorizó para que no edificara. Sobornaron además contra ellos a los consejeros para frustrar sus propósitos, todo el tiempo de Ciro rey de Persia y hasta el reinado de Darío rey de Persia” (Esdras 4:4-5).
Un lapso apreciable (15 años) transcurre aquí. Muchos reyes reinaron entre Ciro y Darío; estos son nombrados al fin del capítulo, que constituye un paréntesis (versículos 6-23), para explicar lo que pasó entre estos dos reinos. “Y en el reinado de Asuero, en el principio de su reinado, escribieron acusaciones contra los habitantes de Judá y de Jerusalén... También en días de Artajerjes escribieron Bislam, Mitrídates, Tabeel...” (Esdras 4:6-7). ¡Lamentable! logran sus fines y por medio de estas presiones y amenazas, el trabajo es interrumpido por largo tiempo.