El tren se deslizaba hacia adelante con la luz del sol brillante cuando el hombre del tren vino y las luces resplandecieron. Los pasajeros estaban pensando por qué se hacía esto a medio día, pero mientras hablaban ellos de esto, el tren se sumergió en un largo túnel. Entonces todos comprendieron por qué las lámparas habían sido encendidas allá en la luz del sol.
Esto de proveer la luz de antemano nos recuerda que la palabra de Dios atesorada en nuestros corazones alumbrará nuestro camino cuando nuestra senda repentinamente dé vuelta a un trance oscuro.
Aquel que en los días de sol no haya hecho las Promesas Divinas suyas no tiene consuelos que lo sostengan cuando venga la dificultad. Pero el que ha meditado en la Palabra Santa y colocado en su memoria sus preciosas verdades y aseguranzas, cuando sea llamado a pasar por medio de la aflicción, tiene luz en su morada.