El Rechazo De Dios Al Sistema Judío
Este capítulo muestra al hombre y a Dios, el contraste moral entre la doctrina de Cristo y la de los judíos; y así, el sistema judío es rechazado moralmente por Dios. Cuando hablo del sistema, hablo de su completa condición moral, sistematizada por la hipocresía que intentaba ocultar la iniquidad, aumentándola a los ojos de Dios, ante quien ellos se presentaban a sí mismos. Utilizaban Su nombre más que las leyes de la conciencia natural, bajo el pretexto de la piedad, sólo para hundirse más profundamente. Es de esta manera que un sistema religioso llega a ser el gran instrumento del poder del enemigo, y más aún cuando aquello que lleva todavía el nombre, fue instituido por Dios. Pero entonces el hombre es juzgado, ya que el judaísmo era el hombre con la ley de Dios y el cultivo de Dios.
La Exposición Y El Juicio Del Señor De La Hipocresía De Los Líderes, Egoísmo Y Maldad
El juicio que pronuncia el Señor sobre este sistema de hipocresía, mientras manifestaba el consecuente rechazo de Israel, da origen a enseñanza que va mucho más lejos; y la cual, escudriñando el corazón del hombre y juzgando al hombre de acuerdo a lo que proviene de él, demuestra que el corazón es una fuente de toda iniquidad; y, de este modo, hace evidente que toda verdadera moralidad tiene su base en la convicción y la confesión del pecado. Porque sin esto, el corazón es siempre falso y se halaga a sí mismo en vano. Jesús va así a la raíz de todo, y sale de las relaciones especiales y temporales de la nación judía para entrar en la verdadera moralidad que pertenece a todas las edades. Los discípulos no observaban las tradiciones de los ancianos; de estas el Señor no se ocupaba. Él se sirve de la acusación, para poner sobre la conciencia de sus acusadores, que el juicio ocasionado por el rechazo del Hijo de Dios fue aprobado también sobre el terreno de aquellas relaciones que existían ya entre Dios e Israel. Ellos invalidaban el mandamiento de Dios por medio de sus tradiciones; y ello, en un grado muy importante, y un punto sobre el cual dependían incluso todas las bendiciones terrenales para los hijos de Israel. Por medio de sus propias ordenanzas, Jesús expone también la hipocresía consumada, el egoísmo y maldad de aquellos que pretendían guiar al pueblo y formar sus corazones para la moralidad y la adoración de Jehová. Isaías ya había pronunciado su juicio.
El Hombre Mostrado Tal Como Es Ante Dios
Después, Él muestra a la multitud que esta cuestión era acerca de lo que el hombre era, de lo que procedía de su corazón, de su interior; y señala las tristes corrientes que fluyen de ese manantial corrompido. Pero era la simple verdad con respecto al corazón del hombre, como Dios lo conocía, lo que escandalizaba a los hombres del mundo, justos ante sus propios ojos, lo cual era incomprensible incluso para los discípulos. Nada es más sencillo que la verdad cuando esta es conocida; nada es más difícil y más oscuro cuando se tiene que formar un juicio respecto a esta verdad por medio del corazón del hombre, el cual no posee la verdad; porque este juzga según sus propios pensamientos, y la verdad no está en él. En una palabra, Israel, y más especialmente el Israel religioso, es puesto en contraste con la verdadera moralidad: el hombre es colocado bajo su apropiada responsabilidad, y en sus verdaderos aspectos ante Dios.
Formas Externas O Pureza Interna
Jesús escudriña el corazón; pero, actuando en gracia, Él actúa según el corazón de Dios, y lo manifiesta saliendo, tanto para lo uno como para lo otro, de los términos convencionales de la relación de Dios con Israel. Una Persona divina, Dios, puede andar en el pacto que Él ha dado, pero no puede estar limitada por él. Y la infidelidad de Su pueblo hacia este pacto es la ocasión de la revelación de Él, saliendo más allá de ese lugar. Y noten, aquí, el efecto de la religión tradicional de cegar el juicio moral. ¿Qué era más claro y más llano que lo que salía de la boca y del corazón contaminaba al hombre, y no lo que él comía? Pero los discípulos, a través de la vil influencia de la enseñanza Farisaica que ponía las formas exteriores en el lugar de la pureza interior, no lo comprendían.
La Petición De La Mujer Cananea; La Dureza Aparente Del Señor
Cristo deja ahora las fronteras de Israel y Sus razonamientos con los sabios de Jerusalén, para visitar aquellos lugares que estaban más alejados de los privilegios judíos. Él va a la costa de Tiro y Sidón, las ciudades que Él mismo había utilizado como ejemplos de los que estaban más lejanos del arrepentimiento; vean el capítulo 11, donde Él las clasifica con Sodoma y Gomorra, como estando ellos más endurecidos que ellas. Una mujer sale de estas regiones. Ella era una mujer de la raza maldita, según los principios que distinguían a Israel. Era una cananea. Ella viene a implorar la intercesión de Jesús a causa de su hija, quien estaba poseída por un demonio.
Al pedir este favor, ella se dirige a Jesús por el título cuya fe le hacía saber que tenía relación con los judíos: “Hijo de David.” Esto da ocasión a un rápido progreso de la posición del Señor, y, al mismo tiempo, de las condiciones bajo las cuales el hombre podía esperar compartir el efecto de Su bondad, sí, para la revelación de Dios mismo.
Como el Hijo de David, Él no tiene nada que ver con una mujer cananea. No le devuelve respuesta. Los discípulos deseaban deshacerse de ella concediéndole su petición, para dar por finalizada su importunidad. El Señor les contesta que Él no fue enviado sino a las ovejas perdidas de la casa de Israel. Esta era, de hecho, la verdad. Cualesquiera hayan sido los consejos de Dios manifestados con ocasión de Su rechazo (véase Isaías 49), Él era el ministro de la circuncisión para la verdad de Dios, a fin de cumplir Sus promesas hechas a los padres.
Tomando Su Verdadero Lugar, La Mujer Cananea Experimenta La Bondad Soberana Y Divina De Dios Para Con Los Gentiles
La mujer, en un lenguaje más simple y directo, con la expresión más natural de sus sentimientos, ruega por la misericordiosa intercesión de Aquel en cuyo poder ella confiaba. El Señor le responde que no está bien quitarles el pan a los hijos y echarlo a los perrillos. Vemos aquí Su verdadera posición, venido a Israel; las promesas eran para los hijos del reino. El Hijo de David era el ministro de estas promesas. ¿Podía Él, como tal, borrar la distinción del pueblo de Dios?
Pero esa fe que saca fuerza de la necesidad, y que no encuentra recurso sino en el Señor mismo, acepta la humillación de su posición y juzga que con Él hay pan para el hambre de aquellos que no tienen derecho a él. Se persevera, también, porque hay una sentida necesidad, y fe en el poder de Aquel que ha venido en gracia.
¿Qué había hecho el Señor con Su aparente dureza? Había traído a la pobre mujer a la expresión, al sentido, de su verdadero lugar ante Dios, es decir, a la verdad en cuanto a ella misma. Pero entonces, ¿era verdadero decir que Dios era menos bondadoso de lo que ella creía, menos rico en misericordia hacia el necesitado cuya sola esperanza y confianza reposaba en esa misericordia? Esto hubiera sido negar el carácter y la naturaleza de Dios, de los cuales Él era la expresión, la verdad y el testigo en la tierra; hubiera sido negarse Él mismo, así como el objetivo de Su misión. Él no podía decir: ‘Dios no tiene ni una migaja para ellos’. Él responde, con plenitud de corazón: “Oh mujer, grande es tu fe; hágase contigo como quieres.” Dios sale de los estrechos límites de Su pacto con los judíos, para actuar en Su soberana bondad conforme a Su naturaleza. Él sale para ser Dios en bondad, y no meramente Jehová en Israel.
El Sentido De Necesidad Y La Fuente De Bendición
Pero esta bondad es ejercida hacia una persona que es llevada, en presencia de esta bondad, a saber que ella no tiene ningún derecho a ella. Hasta aquí, la aparente aspereza del Señor la había estado guiando. Ella recibió todo de gracia, mientras que en sí misma ella no merecía nada. Es así, y solamente así, que cada alma obtiene la bendición. No se trata simplemente del sentido de la necesidad—la mujer lo tenía desde el principio—sino de aquello que la trajo allí. No basta simplemente con reconocer que el Señor Jesús puede suplir esa necesidad—la mujer vino con este conocimiento; debemos estar en presencia de la única fuente de bendición y ser llevados a sentir que, aunque estemos allí, no tenemos ningún derecho a beneficiarnos de ella. Y esta es una posición terrible. Cuando se llega a esto, todo es gracia. Dios puede entonces actuar conforme a Su propia bondad, y Él responde a cada deseo que el corazón puede formular para su felicidad.
El Corazón Del Hombre Y El Corazón De Dios;
De este modo, vemos a Cristo como un ministro de la circuncisión para la verdad de Dios, para cumplir las promesas hechas a los padres, y para que los Gentiles pudieran también glorificar a Dios por Su misericordia, como está escrito. Al mismo tiempo, esta última verdad pone de manifiesto la verdadera condición del hombre, y la plena y perfecta gracia de Dios. Él actúa sobre esta gracia, mientras permanece fiel a Sus promesas; y la sabiduría de Dios se manifiesta de un modo que despierta nuestra admiración.
Vemos hasta qué punto la introducción de la historia de la mujer sirofenicia en este lugar, desarrolla e ilustra esta parte de nuestro Evangelio. El principio del capítulo muestra la condición moral de los judíos, la falsedad de la religiosidad sacerdotal y Farisaica; saca a la luz el estado real del hombre como tal, de qué cosa era fuente su corazón, y luego revela el corazón de Dios manifestado en Jesús. Sus tratos con esta mujer manifiestan la fidelidad de Dios a Sus promesas; y la bendición que se concede finalmente exhibe la gracia plena de Dios en relación con la declaración de la verdadera condición del hombre, aceptada por la conciencia—la gracia elevándose por encima de la maldición que se cernía sobre el objeto de esta gracia—elevándose por sobre todo para hacerse ella misma un camino para la necesidad que la fe presentaba ante ella.
En Galilea; Renovadas Evidencias De Las Misericordias Y Piedades De Jehová
El Señor parte ahora de allí y va a Galilea, a donde Él estaba en relación con el remanente despreciado de los judíos. No era Sión, ni el templo, ni Jerusalén, sino los pobres del rebaño, donde el pueblo estaba asentado en tinieblas (Isaías 8-9). Allí Sus compasiones siguen a este pobre remanente, y son nuevamente ejercidas a favor de ellos. Él renueva las evidencias, no solamente de Sus tiernas misericordias, sino de Su presencia que satisfacía a los pobres de Su pueblo con pan. Aquí, sin embargo, no es en el poder administrador con el cual Él podía investir a Sus discípulos, sino de acuerdo a Su propia perfección y actuando por Sí mismo. Él provee para el remanente de Su pueblo. Por consiguiente, es la plenitud de siete canastas de lo que sobró de los pedazos lo que es recogido. Se marcha también sin que nada más suceda allí.
Hemos visto la eterna moralidad, y la verdad en sus partes intrínsecas, sustituida por la hipocresía de las formas, el uso del hombre de la religión legalista y la demostración de que el corazón del hombre es una fuente de mal y nada más; el corazón de Dios plenamente revelado, que se eleva sobre toda dispensación para mostrar plena gracia en Cristo. De esta forma las dispensaciones son puestas a un lado, aunque son del todo reconocidas, y, al hacerse esto, el hombre y Dios son mostrados plenamente. Es un capítulo maravilloso en cuanto a lo que es eterno en verdad acerca de Dios, y en cuanto a lo que la revelación de Dios muestra que es el hombre. Y esto, observen, brinda la ocasión para la revelación de la asamblea en el próximo capítulo, la cual no es una dispensación, sino que está fundada en lo que Cristo es, el Hijo del Dios viviente. En el capítulo 12, Cristo fue dispensacionalmente rechazado, y el reino de los cielos fue sustituido en el capítulo 13. Aquí el hombre es puesto a un lado, así como lo que él había hecho de la ley, y Dios actúa en Su propia gracia sobre todas las dispensaciones. Luego vienen la asamblea y el reino en gloria.