Pero hay más que esto en Números 17. Dios lo convertiría en un relato práctico y permanente; Y esto de una manera amable ahora, no para evocar el recuerdo de un juicio doloroso y humillante.
Les dice que hablen a los hijos de Israel para que cada uno de ellos tome una vara “según la casa de sus padres, y de todos sus príncipes según la casa de sus padres, doce varas: escribe el nombre de cada hombre en su vara. Y escribirás el nombre de Aarón en la vara de Leví”. Y estos fueron puestos en el tabernáculo, antes del testimonio, donde Jehová se reunió con Moisés cuando Él manifestó Su mente. La respuesta fue dada pronto. “Y aconteció que al día siguiente Moisés entró en el tabernáculo de los testigos; y he aquí, la vara de Aarón para la casa de Leví fue brotada, y dio brotes, y floreció flores, y produjo almendras. Y Moisés sacó todas las varas de delante de Jehová a los hijos de Israel; y miraron, y tomaron a cada hombre su vara”.
No sólo era un signo indiscutible de elección de la persona, sino una señal muy significativa del verdadero lugar del sacerdocio, que aquí estaba fundado en la muerte y la resurrección. Claramente, no hay fruto sino según el sacerdocio que Jehová escogió para ellos. No era simplemente el medio para detener la plaga en presencia de un juicio divino evidente, sino el testimonio habitual de que la verdadera fructificación adecuada para el santuario de Dios brota solo del sacerdocio que Jehová ha elegido.
Existe la expresión, sin duda, de autoridad; pero esa autoridad es por gracia, y para fines de gracia. La vara era la figura; al principio la vara muerta, que rápidamente prueba el vigor de la vida impartida en la gracia de Dios, y da fruto para Su santuario.
Por extraño que parezca, los hijos de Israel están más alarmados, si cabe, por el testimonio del poder misericordioso de Dios que por la plaga que los había devorado justo antes. “Morimos”, dicen ellos; “Perecemos; todos perecemos”. No hay nada tan ciego como la incredulidad. Audaces en presencia de una pestilencia, que en sí misma siguió a un juicio sin precedentes, temen hasta la muerte en presencia del signo de la gracia que todo lo supera en la vida y en el fruto.