PUNTO PRIMERO: La causa de la separación

 
VAMOS A CONSIDERAR PREVIA Y BREVEMENTE LOS HECHOS QUE FUERON LOS CAUSANTES DE LA DOLOROSA SEPARACIÓN DE 1848, PROCURANDO CONSIDERARLOS EN RELACIÓN CON LOS ACONTECIMIENTOS QUE PRODUJERON LAS CONSECUENCIAS HASTA EL DIA DE HOY, CON EL FIN DE HALLAR LA RESPUESTA A NUESTRA PRIMERA PREGUNTA.
En el año 1847 se descubrió que el Sr. B.W. Newton de Plymouth, Inglaterra, difundía una doctrina la cual enseñaba que “el Señor Jesús, a causa de su relación con Adán, se hallaba bajo las circunstancias (o bajo el riesgo) de la sentencia de muerte pronunciada contra todo el linaje humano” así como a “la maldición y a la condenación” y añadía que, “como consecuencia de la relación de Cristo con Adán, sus propias relaciones como Hombre de Dios eran tales que, durante los treinta primeros años de su vida, la mano de Dios estaba extendida sobre El, para reprenderle en Su ira y castigarle en Su enojo” (Notas sobre el Salmo 6 por B.W. Newton). Se hacía una clara distinción de todo esto y de los sufrimientos expiatorios de Cristo en la cruz, afirmando el Sr. Newton que en el salmo que él aplicaba a Cristo “el Señor no se encontraba allí en la total y absoluta posición del sacrificio por el pecado”. Veamos además a continuación en cuales términos tan ultrajantes y blasfemos osaba hablar de Aquél que si bien es verdad que vino a ser Hombre de dolores sobre esta tierra, con todo ello siempre fue el Hijo del Dios eterno, “Dios manifestado en carne”. Esto escribió el Sr. Newton: “Cristo tuvo la experiencia de un hombre inconverso, mas elegido. Cristo, en tanto que era descendiente de Adán, y nacido judío, estaba expuesto a la ira y la indignación de Dios. Estaba más lejos de Dios que lo estaba Israel cuando éste hizo el becerro de oro. Él escuchó muy atentamente el evangelio de Juan Bautista y pasó así de la ley al evangelio —Él mismo—. Estando expuesto a la indignación y al enojo de Dios, como hombre nacido de Adán y como judío supo escapar por la oración, por la piedad, de los muchos sufrimientos que hubiese tenido que soportar, etc. ... y tanto sufrió en su vida que su rostro era repugnante huyendo las gentes de Él”.
Un hermano que fue libertado de esta doctrina blasfematoria escribió que si ésta fue la verdad, hubiera “hecho a Cristo incapaz de ser nuestro Fiador, nuestro Salvador. ¿Qué hubiera sido del glorioso evangelio de la salvación de Dios? ¿y de nosotros individualmente, y en qué habría quedado la Iglesia? Habríamos perdido a Cristo!” El descubrimiento de las malas doctrinas del Sr. Newton produjo gran revuelo cundiendo la alarma entre los creyentes andando con él. Muchos de sus adeptos rompieron la comunión con él, y algunos más se retractaron de tales doctrinas. No obstante en el entretanto hubo un grave acontecimiento y fue que muchos de los simpatizantes y amigos de B.W. Newton en comunión con él en el partimiento del pan en Plymouth, fueron recibidos a la Mesa del Señor por la asamblea de Bethesda en Bristol, a pesar de las muchas advertencias que muchos hermanos serios y piadosos de esta asamblea, como de otros lugares, habían formulado al respecto, sobre el peligro de provocar una ruptura de comunión con aquellos que no podían participar de tal acto, ni cerrar sus ojos al hecho consumado. Uno de estos hermanos circuló una carta dirigida a los hermanos responsables de Bethesda, en la cual exponía los motivos de su retirada de ellos en Bethesda. Fue entonces cuando diez de los principales entre ellos redactaron un escrito y lo firmaron, en el cual defendían su manera de proceder, presentando nueve razones por la cuales rechazaban examinar los errores, con los cuales estaban identificados los amigos y simpatizantes del Sr. Newton, y quienes habían sido recibidos en Bethesda. Tal documento ha sido llamado desde entonces como la “CARTA DE LOS DIEZ”.
Con respecto al Sr. Newton, quien durante años ha enseñado doctrinas que en su fondo han sido reconocidas como heréticas, esta carta declara que si los miembros de su congregación piden la comunión de los hermanos, no hay razón válida para rechazarlos a menos que sea probado que ellos han descubierto la herejía y la han recibido, herejía que a la vez caracteriza a su maestro y propagador con el cual se unen y la asamblea de la cual forman parte y con la cual persisten en quedarse en su comunión. Así que éstos, de acuerdo al citado documento, si son tan ignorantes como para ligarse al hombre al cual admiran y siguen sin comprender nada de lo que el tal les enseña, o bien si son lo suficiente disimulados y astutos para disfrazar sus sentimientos y engañar a aquellos por los cuales son examinados, DEBEN SER RECIBIDOS A LA MESA DEL SEÑOR. ¿No es esta una flagrante falta y negación a los principios divinos de reunión? Así que, según el antedicho documento LA PERSISTENCIA EN REUNIRSE CON EL MAESTRO RECONOCIDO COMO HERÉTICO, Y ESTAR EN COMUNIÓN CON EL Y CON SU CONGREGACIÓN NO ES UN OBSTÁCULO PARA SU RECEPCIÓN EN BETHESDA. Tal es el principio establecido, y que se muestra tan claro como la luz del sol, en esta carta de los diez. ¿Hasta qué punto se ha hecho responsable la asamblea de Bethesda en este principio y del documento que lo mantiene? Que el mismo lector creyente juzgue. En la reunión convocada para tratar este asunto el 3 de julio de 1848, el Sr. G. Muller dijo: “La primera cosa que la asamblea debe hacer es aprobar a los firmantes de la carta, pues de no ser así, no habría mucha posibilidad de trabajar entre el rebaño en medio de tantos errores peligrosos como existían, mas no convenía exponerlos”.
La mayoría de los hermanos allí presentes aceptaron tal sugerencia, y poniéndose en pie, votaron la aprobación de la carta de los diez, asumiendo así la responsabilidad solemne de una decisión la cual vinculaba el Nombre del Señor a doctrinas malas trastornando la fe de los santos.
Una de las razones alegadas por la carta de los diez para rehusar el examen del error en cuestión fue el texto del versículo siguiente: “El que comienza la discordia [o querella] es como quien suelta las aguas” (Proverbios 17:14). No obstante sabemos que somos exhortados por la Palabra de Dios para mantener principios tan preciosos como la unidad del cuerpo, y todos los demás, como escribió Judas: “Me ha sido necesario escribiros amonestándoos que contendáis eficazmente por la fe que ha sido una vez dada a los santos” (versículo 3). Si para conseguir la paz, nos mantenemos al margen de este solemne y santo combate por la fe, Dios conduce de una tal manera las circunstancias que la paz que deseamos queda fuera de nuestro alcance, y la lucha de la cual hemos querido huir nos alcanza en el mismo camino por el cual hemos procurado evitarla.
Desde el momento que la carta de los diez fue adoptada, Bethesda se convirtió en el punto clave de la división y de los debates entre los hermanos andando hasta entonces en paz bajo la mirada del Señor. Los que por amor a Cristo, lo habían sacrificado todo combatiendo contra la herejía de Newton no podían identificarse con la posición de neutralidad y los principios distorsionados que Bethesda había adoptado. El resultado de este conflicto ha sido bien conocido. Los hermanos que no podían adherirse a los principios de independencia y de compromiso ante el daño y el error, afirmados en la carta de los diez y adoptados por Bethesda, se separaron de la comunión de esta asamblea y de todas aquellas que tomaron posición a su lado.
Continuando con la primera cuestión y pregunta que si ¿es verdad que han sido alguna vez condenados y rechazados los principios antibíblicos adoptados en 1848 y proclamados en la carta de los diez, por las asambleas llamadas de Bethesda?
Uno de los más enérgicos defensores de Bethesda afirmó en el año 1857 que, el Sr. Craik, uno de los firmantes de la célebre carta, la había públicamente retirado en el transcurso de una reunión muy concurrida. Para asegurarse sobre este extremo, un hermano escribió al Sr. Craik preguntándole si ello era cierto. Aquí presentamos un extracto de su respuesta, fechada el día 5 de septiembre de 1857:
“Cuando hace un tiempo fuimos instados con insistencia a retirar la carta, rechazamos tal propuesta de una manera absoluta, puesto que lo que nunca ha sido establecido tampoco puede ser revocado, al menos que yo lo sepa, alguno de entre vosotros. Y es más; estoy cierto que de volverse a producir en este mismo instante las mismas circunstancias que se produjeron en aquel entonces, la mayoría de nosotros llegaríamos a la misma conclusión y juicio expresado en dicho documento... Por lo que sería inexacto decir en cuanto a la expresión significa que la carta ha sido retirada, y al mismo tiempo sería una inducción al error tal aseveración”.
Así que, por el testimonio sin equívoco de uno de los conductores de Bethesda, emitido nueve años más tarde de la separación, sabemos que los principios relajados y antibíblicos adoptados por esta asamblea nunca han sido juzgados ni condenados, y menos desechados, habiendo caracterizado siempre el terreno o posición asumida por los que se unieron bajo su misma bandera. Y desde entonces, ¿no ha habido entre nuestros hermanos de Bethesda un reta: no a la obediencia a la Palabra, y un abandono de los principios erróneos que nos separan de ellos? Consideremos bien los hechos.
En el año 1872, el Sr. G. Muller, destacado conductor de la asamblea de Bethesda, y principal autor de la carta de los diez, escribió lo que sigue: “Nosotros recibimos a todos los que aman al Señor Jesús y que están fundados sobre la fe, aunque los tales no sean capaces de dejar ciertas personas o ciertos puntos de vista, tal como sería nuestro deseo... Repito que durante estos 15 años hemos recibido almas viniendo de entre personas que ENSEÑAN HEREJÍAS CONDENABLES, pero que habiéndolas examinado, y según las hemos hallado o no fundadas en las verdades esenciales, las hemos recibido o rechazado”.
De este modo veinticuatro años después de la proclamación de los errores de Bethesda, su principal autor declara muy solemnemente que la conducta independiente y distorsionada que fue adoptada por esta asamblea continúa siendo la misma a través de los años y que ninguno de los principios emitidos en la carta de los diez han sido retirados.
En el año 1883, el Sr. J. Wright, otro conductor respetado entre los Hermanos Libres, escribió lo siguiente sobre el mismo asunto: “En respuesta a vuestro requerimiento, el terreno sobre el cual nosotros recibimos a la Mesa del Señor es el de la fe personal del creyente y de la fidelidad en su marcha. Nunca rechazaríamos a una persona estando fundada en su fe, y consecuentemente en su vida, simplemente por estar en comunión con una asamblea de cristianos que tolerasen las enseñanzas del Sr. Newton”.
Por último citaremos un pasaje de una obra publicada por un hermano entre los de Bethesda y titulado: “Principios de los cristianos llamados Hermanos Libres”, cuyo libro se editó con la recomendación de los hermanos conductores muy conocidos y respetados entre tal grupo, tales como los Sres. Vine y Galivell; por lo tanto estamos fundados para considerar esta obra como una exposición exacta y válida de sus principios. Al hablar sobre el origen de la citada compañía en la página 93, dice: “No compete a la actual generación reavivar las cenizas de este voraz y desastroso incendio. Bástenos recordar que ciertos escritos del Sr. Newton fueron considerados como errores en lo tocante al asunto de la naturaleza de nuestro Señor Jesucristo, y que la cuestión se suscitó para determinar si era necesario excluir a quienes tenían tales enseñanzas erróneas, o si los que pertenecían a la asamblea donde tales errores eran tolerados, debían ser rechazados, aunque los tales no compartiesen tales doctrinas.
“Un grupo a cuya cabeza se hallaba el Sr. J.N. Darby, adoptó este último punto de vista. En cambio otros, y en particular la asamblea de Bethesda al frente de la cual estaban y enseñaban los Sres. Muller y Craik, no recibieron a los que eran conocidos como teniendo malas doctrinas, pero no excluyeron a los que venían de la reunión del Sr. Newton.
“El grupo exclusivo rehusó desde entonces en adelante tener comunión con los miembros de la asamblea de Bethesda, o con cualquiera que compartiera sus puntos de vista. Estos últimos (Bethesda) fueron llamados desde entonces ‘Hermanos Libres’”.
En todo ello tenemos la prueba que los principios holgados y de independencia adoptados por Bethesda en 1848, son los que han regido y siguen rigiendo desde entonces a los Hermanos Libres, y aún más dilatados en los últimos tiempos. Jamás han sido por ellos rechazados, siendo por el contrario expuestos con toda libertad por ellos como siendo los principios que caracterizan su conducta y condición eclesiástica.
Según su propio reconocimiento es a causa de tal incidente que se debe su origen. Su posición “libre” da entrada para ser recibidas personas, no importa si éstas están en comunión con cualquier o todas las malas doctrinas que pueden existir, mientras estas puedan probar que no comparten tales falsas doctrinas. Las citas que hemos dado y que podrían ser aumentadas prueban profusamente que este principio al cual los Hermanos Libres deben su origen y nombre ha sido mantenido siempre a través de su historia y lo sigue manteniendo en el día actual, puesto que es afirmado y admitido sin una palabra de desaprobación por sus conductores.