Sacerdocio de Cristo

 •  3 min. read  •  grade level: 14
Listen from:
Esta es una de dos funciones que envuelven la obra presente del Señor en las alturas por Su pueblo—Su sacerdocio y Su abogacía. Ambas tienen que ver con la intercesión (Romanos 8:34), pero de maneras diferentes:
•  Su intercesión como Sacerdote tiene que ver con el mantenimiento de Su pueblo en el camino de la fe para que ellos no fallen (Hebreos 7:25).
•  Su intercesión como Abogado entra en operación si ellos fallan en el camino de la fe, y necesitan ser restaurados (Lucas 22:32; 1 Juan 2:1-2).
En cuanto al sacerdocio del Señor, Él intercede para ayudarnos en el camino. El efecto de Su obra intercesora es que somos mantenidos en el camino y, por lo tanto, somos salvados de los peligros espirituales en el camino (Hebreos 7:25). Como nuestro Sumo Sacerdote, Él se compadece de nuestras debilidades y flaquezas, pero no de nuestros pecados (Hebreos 2:17-18, 4:14-16).
Muchos se han preguntado por qué es que alguien en el pueblo del Señor falla, cuando tiene al Señor intercediendo por él para que no falle. Se quedan perplejos porque nuestro fracaso en el camino ciertamente no podría ser debido a una falla en Su gran obra sacerdotal. R. F. Kingscote le escribió al Sr. Darby preguntándole acerca de esto. Él respondió: “La intercesión es un término general, usado aún en cuanto al Espíritu Santo en nosotros (Romanos 8); pero el sacerdocio (en Hebreos) es para con Dios, para hallar misericordia y gracia para ayuda en tiempo de necesidad: la abogacía es para con el Padre para restaurar la comunión cuando hemos pecado. No tenemos el sacerdocio por los pecados en Hebreos porque el adorador, una vez purificado, no tiene más conciencia de pecados. Esto responde a sus tres primeras preguntas, excepto el final de la tercera; ¿Por qué fallamos? Es porque forma parte del gobierno de Dios para que seamos ejercitados en cuanto a nuestra responsabilidad, aunque no sin darnos la gracia suficiente y el poder que se perfecciona en la debilidad. Pero si nos olvidamos de nuestra debilidad y dependencia, también nos olvidaremos de la gracia y estamos camino a una caída. Véase el caso de Pedro; el Señor no pidió que él no fuese zarandeado; Su voluntad era que lo fuera.
El mal no está en la caída, a pesar de lo dolorosa que es, sino en el estado que ella manifiesta. Dios puede permitirla para que podamos aprender esto.” (Letters, vol. 2, p. 274).
Por lo tanto, si nuestro estado es bajo y no estamos escuchando la voz del Señor a ese respecto, Él puede dejar que aprendamos dependencia por medio de un fracaso humillante. Así, en ciertas ocasiones, Él puede dejar de interceder por nosotros en Su forma habitual. En el caso de Pedro, el Señor no oraba para que no cayese, sino para que cuando sucediera, su fe no desfalleciera (Lucas 22:32). Su intercesión condujo a la restauración de Pedro. Así, para sacar provecho de la intercesión sacerdotal del Señor, debemos estar responsablemente ejercitados para “allegarnos á Dios” por medio de Él (Hebreos 7:25), lo que implica expresar dependencia en oración. Si habitualmente olvidamos esto, no podemos esperar ser preservados.
/