Viejo Hombre

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Esta expresión es encontrada en Romanos 6:6, Efesios 4:22 y Colosenses 3:9. Así como el “nuevo hombre,” este es un término abstracto que describe el estado corrupto de la raza caída de Adán—su carácter moral depravado. El “viejo hombre” no es Adán personalmente, sino aquello que caracteriza la raza caída de Adán. Es la encarnación de cada una de las horribles características que marcan la raza. Para ver correctamente el viejo hombre, precisamos mirar a la raza como un todo, pues es poco probable que una persona sea marcada por todas las horribles características que caracterizan este corrupto estado. Por ejemplo, una persona en la raza caída puede caracterizarse por ser iracundo y engañoso, pero puede ser que no sea inmoral. Otra persona puede que no sea conocida por perder los estribos, ni por ser engañosa, pero es terriblemente inmoral. Sin embargo, tomando la raza como un todo, vemos todas las terribles características que componen al viejo hombre.
Romanos 6:6 y Romanos 8:3 afirman que Dios juzgó al “viejo hombre” en la cruz de Cristo. Y, Efesios 4:22 y Colosenses 3:9 nos dicen que es algo de lo cual el creyente se “despojó” al recibir a Cristo como su Salvador. Como parte de la posición cristiana, por nuestra profesión, nos hemos confesadamente despojado de todo lo relacionado con ese estado corrupto. Este despojamiento es mencionado en el griego en el tiempo verbal aoristo—o sea habiendo ocurrido una vez para siempre. Por lo tanto, como cristianos, confesamos que ya no estamos asociados con él. Lamentablemente, la versión Reina-Valera traduce Efesios 4:22-24 como una exhortación, haciendo al despojamiento algo que debemos hacer en nuestras vidas como una cosa diaria. Pero en realidad, el despojamiento del viejo hombre es algo que el creyente hace una vez por todas cuando toma su posición con Cristo. El pasaje debería ser leído como: “Habiéndoos despojado, en cuanto a la manera de vivir anterior, del viejo hombre...” (traducción J. N. Darby).
El “viejo hombre” es frecuentemente usado como sinónimo de la vieja naturaleza (la carne) en el creyente. Esto es un malentendido generalizado entre los cristianos. Ellos dirían cosas como: “El viejo hombre en nosotros desea cosas pecaminosas.” O, “nuestro viejo hombre quiere hacer este o aquel mal...,” sin embargo, estas afirmaciones confunden al viejo hombre con la carne. Las Escrituras no utilizan el término de esa manera. El Sr. Darby señaló: “El viejo hombre está siendo habitualmente utilizado como si fuera la carne, incorrectamente” (Food for the Flock, vol. 2, p. 286). Una diferencia es que del viejo hombre nunca se dice que está en nosotros, mientras que la carne ciertamente lo está. F. G. Patterson dijo: “Tampoco creo que las Escrituras nos permitan decir que tenemos al viejo hombre en nosotros—mientras que sí enseña totalmente que tenemos la carne en nosotros” (A Chosen Vessel, p. 51). Por eso, no es correcto hablar del viejo hombre como siendo algo que vive en nosotros, con apetitos, deseos y emociones, así como la carne. H. C. B. G., dijo: “Yo sé lo que quiere decir un cristiano cuando pierde los estribos, y dice: ‘es el viejo hombre’. Sin embargo, la expresión es incorrecta. Si dijese que fue ‘la carne,’ habría estado más correcto” (Food for the Flock, vol. 2, p. 287). Si el viejo hombre fuera la carne, ¡entonces Efesios 4:22-23 nos estaría diciendo que precisábamos despojarnos de la carne! Sin embargo, no hay ninguna exhortación en la Escritura para despojarnos de la carne. Es algo que no sucederá hasta que muramos, o cuando el Señor venga.
•  Así, el “viejo hombre” ha sido juzgado en la cruz y fue despojado por el creyente al recibir a Cristo como su Salvador. Aunque no existe ninguna exhortación en las Escrituras para despojarnos del viejo hombre, hay una exhortación para “dejar” aquellas cosas que pueden estar en nuestras vidas que caracterizan al viejo hombre (Colosenses 3:8-9). Tampoco hay una exhortación en la Escritura para los cristianos “considerar muerto al viejo hombre,” como las personas acostumbran a decir. Esta idea equivocada supone que es algo maligno que vive en nosotros (es decir, la carne). La Escritura dice que debemos considerarnos nosotros “muertos al pecado” (Romanos 6:11). Otros hablan del viejo hombre como siendo muerto. Esto es un malentendido también. Una vez más, sugiere que era algo que una vez vivía en el creyente, pero que ha muerto.
Siete cosas que el “viejo hombre” no es:
•   No es Adán personalmente.
•   No es la carne en el creyente.
•   No es nuestra antigua posición delante de Dios.
•   No es sinónimo del primer hombre.
•   No es algo que precisa ser muerto, o que haya muerto.
•   No es algo de lo que el creyente se despoja diariamente.
•   No es algo que enterramos en el bautismo.