Al Músico principal: Salmo de David. Los cielos cuentan la gloria de Dios, Y la expansión denuncia la obra de sus manos.
El un día emite palabra al otro día, Y la una noche á la otra noche declara sabiduría.
No hay dicho, ni palabras, Ni es oída su voz.
Por toda la tierra salió su hilo, Y al cabo del mundo sus palabras. En ellos puso tabernáculo para el sol.
Y él, como un novio que sale de su tálamo, Alégrase cual gigante para correr el camino.
Del un cabo de los cielos es su salida, Y su giro hasta la extremidad de ellos: Y no hay quien se esconda de su calor.
La ley de Jehová es perfecta, que vuelve el alma: El testimonio de Jehová, fiel, que hace sabio al pequeño.
Los mandamientos de Jehová son rectos, que alegran el corazón: El precepto de Jehová, puro, que alumbra los ojos.
El temor de Jehová, limpio, que permanece para siempre; Los juicios de Jehová son verdad, todos justos.
Deseables son más que el oro, y más que mucho oro afinado; Y dulces más que miel, y que la que destila del panal.
Tu siervo es además amonestado con ellos: En guardarlos hay grande galardón.
Los errores, ¿quién los entenderá? Líbrame de los que me son ocultos.
Detén asimismo á tu siervo de las soberbias; Que no se enseñoreen de mí: Entonces seré íntegro, y estaré limpio de gran rebelión.
Sean gratos los dichos de mi boca y la meditación de mi corazón delante de ti, Oh Jehová, roca mía, y redentor mío