Hasta aquí, hemos venido considerando, a la luz de las Escrituras, varios puntos de la doctrina de Pablo y su alcance en nuestras vidas y testimonio en el tiempo presente, como también sobre la institución de la iglesia, la historia de sus primeros tiempos, la conversión de Pablo, en unión con el ministerio que al Apóstol le fue encomendado. Hemos podido constatar cómo Pablo siempre procuró, en el desempeño de su alta misión, vincular a los santos con la plena participación en la revelación que como a un especial Apóstol de Dios, le fue confiada. Que el Apóstol ocupa una posición única entre los catorce "apóstoles", que como tales se nombran en las Escrituras, es cosa de sobra reconocida, y nunca él fue menos que el que pudiera considerarse el mayor. Sabemos que fue el instrumento escogido de Dios por el cual Cristo reveló la verdad de la iglesia. Es cierto que los otros escritores del Nuevo Testamento hablan de la "iglesia", mas Pablo es el único entre ellos que, cuando habla de la iglesia, la llama la "iglesia de Dios".
También hemos hecho énfasis de lo expresado en Col. 1:27-2827To whom God would make known what is the riches of the glory of this mystery among the Gentiles; which is Christ in you, the hope of glory: 28Whom we preach, warning every man, and teaching every man in all wisdom; that we may present every man perfect in Christ Jesus: (Colossians 1:27‑28), y queremos traer de nuevo tal escritura: "Cristo . . . el cual nosotros anunciamos, amonestando a todo hombre, y enseñando en toda sabiduría, para que presentemos a todo hombre perfecto en Cristo Jesús." Y sigamos adelante con el v. 29, y cap. 2:1-3: "En lo cual aun trabajo, combatiendo según la operación de él, la cual obra en mí poderosamente. Porque quiero que sepáis cuán gran solicitud tengo por vosotros, y por los que están en Laodicea, y por todos los que nunca vieron mi rostro en carne; para que sean confortados sus corazones, unidos en amor, y en todas riquezas de cumplido entendimiento para conocer el misterio de Dios, . . . en el cual están escondidos todos los tesoros de sabiduría y conocimiento". Con estas palabras, el Apóstol manifiesta su hondo y vivo deseo de que todos nosotros apliquemos en nuestra vida cristiana y testimonio la plena verdad del misterio de Dios, misterio que está en relación con Cristo y la iglesia.
Según los designios y sabiduría de Dios, el Apóstol Pablo fue el medio para la comunicación de tres revelaciones diferentes. La principal y más importante de todas, es mencionada por vez primera en 1ª Co. 12:12, 13, de la siguiente manera: "Porque de la manera que el cuerpo es uno, y tiene muchos miembros, empero todos los miembros del cuerpo, siendo muchos, son un cuerpo, así también [el] Cristo"—"¿El Cristo!"— tal expresión es usada en el original griego. "Porque por un Espíritu somos todos bautizados en un cuerpo, ora judíos o griegos, ora siervos o libres; y todos hemos bebido de un mismo Espíritu." Esta expresión: "así también [el] Cristo", significa que la unión de los miembros del cuerpo sobre la tierra, con la Cabeza ascendida y glorificada en los cielos, es tan real que—el cuerpo, la Cabeza, y los miembros—, es todo ello contemplado como siendo una "sola cosa", y es así llamado "el Cristo", por lo cual, "el Cristo místico" comprende la Cabeza glorificada y exaltada en los cielos, y los miembros aquí en este mundo.
Se nos dice en el primer capítulo de Colosenses que Pablo ha recibido un doble ministerio, cuya primera parte está en conexión con el evangelio; y siempre el evangelio de Pablo relaciona al hombre con la gloria, como lo vemos en 2ª Co. 4:4, al llamarlo "el evangelio de la gloria de Cristo". Y podemos comprobar que realmente fue así pues siempre que Pablo predicó el evangelio, no sólo habló a los hombres de que Cristo murió por ellos, y que por aceptarle como Salvador, sus pecados serían perdonados—cosa que es cierta, y necesaria creer para salvarse—, sino que su evangelio tuvo siempre tal alcance y poder que el hombre que aceptaba a Cristo no solamente recibió el perdón de sus pecados, sino que era vinculado al Hombre glorificado en los cielos—en una plena y feliz comunión con Cristo Jesús Señor nuestro. Y Pablo en su doctrina va aún más allá: contempla al creyente sentado en los lugares celestiales con Cristo.
La segunda revelación que el apóstol recibió está íntimamente ligada con la primera. Pues además de la verdad de que la iglesia es una institución celestial, y que está unida con la Cabeza glorificada en los cielos por el Espíritu Santo que mora en ella, le fue confiado a Pablo, el pleno significado doctrinal de lo que llamamos la "Cena del Señor". En el mundo religioso se llama comúnmente, "servicio de la santa comunión". La Palabra de Dios nos la presenta en 1ª Co. 10, y 11, como la principal ordenanza para expresar a través de toda la historia de la Iglesia, hasta que el Señor venga, la verdad de la muerte de Cristo en favor nuestro. También le fue dado al Apóstol, en relación con la conmemoración del Señor en Su muerte, el significado adicional del "un pan". "Porque un pan, es que muchos somos un cuerpo; pues todos participamos de aquel UN PAN (1ª Co. 10:17). De esta sencilla manera nos es presentada la unidad del cuerpo de Cristo.
La tercera revelación que Pablo recibió, fue la concerniente a la resurrección de los santos dormidos en Cristo, y la posibilidad de que los que vivimos hoy no gustemos la muerte; y esta tal revelación se complementa con las dos anteriores por los factores siguientes. Si la verdad de Cristo y Su Iglesia es la más alta verdad que Dios haya podido revelar al hombre; y si la conmemoración de la muerte de Cristo, en la Cena del Señor, es la expresión de tal verdad para la Iglesia en este mundo, ¿qué estado, situación, parte, o sentimiento comparten los santos que partieron de este mundo para estar con Cristo? ¿Es que están en desventaja ante los beneficios acumulativos de los santos vivientes, y sufren alguna pérdida? ¡En ningún modo! El Señor satisface sus corazones y sus anhelos con Su presencia, y los traerá consigo en Su venida, para que juntos ellos y nosotros seamos transformados, y hechos aptos para recibir la plenitud de la bendición que hemos recibido por la fe. La resurrección de los que durmieron en Cristo, y la transformación de los santos vivos, para ser arrebatados a lo alto a recibir al Señor en los aires, es lo que conocemos con los términos del "arrebatamiento de la iglesia". La bienaventurada esperanza que anima a todo fiel cristiano.
Al ser completado el número de los que han de ser salvos por el evangelio, e incorporados al cuerpo místico de Cristo, se dejará oír la voz de aclamación del Señor—de arcángel y de trompeta de Dios—en los aires, mientras la iglesia será arrebatada de este mundo para estar por siempre jamás con el Señor. Así lo establece 1ª Tesalonicenses 4:14-17. Las tres revelaciones dadas a Pablo están relacionadas entre sí, y en su conjunto forman el peculiar testimonio paulino. Por lo leído en los en el cap. 2 de Colosenses, podemos ver como Pablo ha deseado siempre ardientemente que todos los santos de Dios puedan recibir el pleno conocimiento de su ministerio, y de la voluntad de Dios.
En el v. 4 del citado cap. leemos: "Y esto digo, para que nadie os engañe con palabras persuasivas", y sigue insistiendo en los vv. 8-10, "Mirad que ninguno os engañe por filosofías y vanas sutilezas, según las tradiciones de los hombres, conforme a los elementos del mundo, y no según Cristo: porque en Él habita toda la plenitud de la divinidad corporalmente: y en Él estáis cumplidos."—Otras versiones dicen: "Lo tenéis todo en Él".
Sí, amados santos de Dios, es sólo en Él que "estamos cumplidos", o mejor dicho, "lo tenemos todo en Él". Cuán celoso fue siempre Pablo para que todos los cristianos conservemos esta verdad: "tener todo en Él", lo cual se relaciona con la verdad de Cristo y la iglesia, cosas que no pueden ser separadas, por estar íntimamente relacionadas, y bien unidas. Los deseos de Pablo, en cuanto a nosotros, los dio a entender, al decir: "Quiero que sepáis cuán gran solicitud tengo por vosotros" (v. 1). No se refería aquí el Apóstol a nuestra salvación, ni en miras al ir al cielo después de morir, sino para que podamos comprender y participar en este misterio; y para que éste modele y transforme nuestras vidas de acuerdo al pensamiento y voluntad de Dios. Así Pablo va desarrollando su doctrina para que ésta afecte y dirija la vida del creyente.
El Apóstol menciona a Epafras en el v. 12 del cap. 4, "Os saluda Epafras, el cual es de vosotros, siervo de Cristo, siempre solícito por vosotros en oraciones, para que estéis firmes, perfectos y cumplidos en todo lo que Dios quiere." No cabe duda que Epafras, al igual que todo cristiano con buena salud espiritual, dedicaba algo de su tiempo al ministerio del evangelio, mas el apóstol resalta de él el servicio a los santos por la oración, procurando que sus vidas y caminos fuesen perfectos y en toda obediencia a la voluntad de Dios.
Con la mención hecha de Epafras como siendo un hombre de iglesia, quisiéramos insistir en la importancia de ello, para cada creyente. El Apóstol alaba a Epafras por cuanto él trabajaba con todo ardor, soportando la fatiga y el agobio y siendo diligente e insistente en sus oraciones, anhelando en su espíritu que los amados santos adquiriesen el pleno conocimiento de toda la verdad divina. Estamos viviendo en un tiempo en que todo lo tocante al cristianismo es tan superficial habiendo éste llegado a tal decadencia que, en muchos lugares, se le considera como una sociedad misionera.
Después de haber atendido un buen estudio de la Palabra de Dios, en una conferencia, me dirigí a un asistente, un ministro de una iglesia protestante, y por cierto que era un hijo de Dios, y comenté lo provechoso del tiempo empleado meditando la Palabra de Dios. Su respuesta manifestó que su parecer estaba en pleno desacuerdo conmigo, pues me dijo: "No doy demasiada importancia a este tipo de actividad, pues yo creo que Dios valora todas las cosas desde el punto de vista de la salvación de las almas".
Este cristiano fue sincero en lo que decía, y un verdadero conquistador de almas. Sabemos que todo cuanto él hubiere hecho por Cristo, será examinado algún día ante el tribunal de Cristo. ¿Serán juzgadas las cosas con la medida que tal cristiano tenía en mente, en aquel día futuro? ¿Estimará Dios nuestras vidas espirituales de acuerdo al número de almas que hayamos conquistado para Cristo? Pablo escribe: "Nuestras letras sois vosotros, escritas en nuestros corazones, sabidas y leídas de todos los hombres" (2ª Co. 3:2). Quiera Dios que no solamente los hombres puedan leer en nuestros corazones lo que atañe a la salvación de las almas—cosa muy importante, por cierto—, sino que puedan leer mucho de lo que abrigaba el corazón de Epafras, quien procuraba estar en armonía con la voluntad de Dios en lo referente a Cristo y a la iglesia. Precisamos de un claro discernimiento de lo que conviene hacer y cómo andar de acuerdo a la voluntad de Dios, de lo contrario, estaremos en peligro de salirnos y alejarnos de los pensamientos de Dios.
Ayudando en cierta ocasión a excavar un terreno para edificar en él una casa, tomamos las medidas convenientes de su anchura y longitud, sin apercibirnos de que la medida que empleamos era deficiente en algo mas de dos centímetros. Cuando el albañil empezó a colocar los ladrillos, se percató, con el consiguiente disgusto, que la cavidad preparada quedaba corta en su largo y en su ancho, ocasionándole el consabido trastorno. En realidad, nosotros lo hicimos todo honestamente, pues no nos dimos cuenta de la deficiencia de la medida que usamos. Tuvimos que ser convencidos por el albañil para aceptar la desagradable realidad de que habíamos usado una medida deficiente, o falsa, cuyo resultado se dejó ver después de nuestro trabajo. Al llegar el albañil y empezar su labor quedó de manifiesto que las medidas no correspondían al modelo que previamente se había trazado. Así ocurre con nuestro trabajo para Dios, a menos que usemos la medida correcta, no obtendremos un resultado satisfactorio, sino que por el contrario será del todo deficiente e inaceptable. Debemos esforzarnos para que la plena revelación divina con todo su alcance, rijan la marcha y testimonio de nuestra vida cristiana.
¡Cuán importante es que tengamos en cuenta lo que Pablo dice: "Que ninguno os engañe"!, pues al ver todo cuanto rodea al mundo cristiano en el día presente, que mírese por donde se mire, es una grande negación a lo que el verdadero cristianismo debería ser. Debemos ponernos en guardia para no ser arrastrados por su mala influencia tan llena de errores, confusión, sectarismo, ritualismo, racionalismo, y toda suerte de contaminaciones que proliferan hoy en día, acogiéndose todo bajo su bandera desplegada a los cuatro vientos.
En el texto que estamos considerando (Col. 2:8, 188Beware lest any man spoil you through philosophy and vain deceit, after the tradition of men, after the rudiments of the world, and not after Christ. (Colossians 2:8)
18Let no man beguile you of your reward in a voluntary humility and worshipping of angels, intruding into those things which he hath not seen, vainly puffed up by his fleshly mind, (Colossians 2:18)), expone dos peligros de los que debemos huir, y son el "Racionalismo" y el "Ritualismo", tanto el uno como el otro, dispuestos a robarnos la preciosa verdad divina. Ruego a todos los queridos santos de Dios que estéis prevenidos contra lo pernicioso del "Racionalismo", que procura que consideremos las cosas divinas a la luz de la mente humana, quiere decir bajo el punto de vista de la razón, analizando las cosas santas de Dios por medio del raciocinio humano. Si caemos en la trampa, manipulará nuestros pensamientos de una manera tan sutil que nos desplazará del terreno divino, sin que nos demos cuenta. Tal son las maneras de obrar de Satanás, quien sabe que, si logra hacernos usar la razón humana, va a salir victorioso; él lo ha experimentado por más de 6.000 años. Él sabe presentar las cosas de manera muy atractiva para conquistar la mente humana. Tenemos un eficaz remedio en 2ª Co. 10:5; "Destruyendo consejos, y toda altura que se levanta contra la ciencia de Dios, y cautivando todo intento a la obediencia de Cristo." Transcribimos de otras dos versiones, el mismo verso por considerarlo de interés: "Derribando razonamientos soberbios, y toda cosa elevada que se ensalza contra el conocimiento de Dios, y poniendo todo pensamiento en cautiverio a la obediencia de Cristo" (Vers. Moderna), "Y demoliendo todo baluarte que se yergue contra el conocimiento de Dios; vamos sometiendo todo entendimiento a la disciplina de Cristo" (Vers. Ftrrbia). Si podemos aprender y permanecer EN LA VERDAD DE DIOS en toda su simplicidad, tal cual nos ha sido dada, estaremos a salvo de todo peligro.
Seamos diligentes y sumamente cuidadosos en no salirnos del terreno divino; lo que más temía, el
Apóstol era la astuta sagacidad del diablo, lo que le hizo exclamar, "Temo que como la serpiente engañó a Eva con su astucia, sean corrompidos así vuestros sentidos [mente] en alguna manera, de la simplicidad que es en Cristo" (2a Co. 11:3). Amados hermanos, os encarezco sobremanera a que tengáis en grande estima "la simplicidad que es en Cristo". Contra lo que se podría pensar, las cosas de Dios y Su verdad son llamadas en las Escrituras, "cosas simples", y en realidad lo son para la fe, mientras que son piedra de tropiezo para la razón humana, por lo que no es de extrañar que cuando el mundo oye el evangelio, lo tache de locura, ya que así es para el hombre natural quien es incapaz de entender las cosas que son del Espíritu. (la Co. 2). En cambio, para el creyente, la Palabra de Dios es un precioso depósito de previsión y un tesoro sin par, del que extrae las "cosas nuevas y cosas viejas" (Mat. 13:52). Por todo ello Pablo dice en nuestro capítulo, "Mirad que ninguno os engañe". No dejemos que el enemigo nos confunda ni nos despoje de tan precioso tesoro como es la verdad divina.
En cierta ocasión compré un libro que venía anunciado en una publicación fundamentalista. Su contenido parecía muy interesante, y todo él escrito de manera fascinante e inteligente. Mas a medida que me fui leyendo, descubrí que era un intento de la razón humana de ajustar el plan divino de acuerdo al entendimiento natural del hombre, para que fuese comprensible y aceptable para éste en sus miras y sentimientos lógicos a la medida humana. Antes de terminar el libro me di cuenta de que manera tan sutil puede un hijo de Dios ser extraviado del camino de la verdad divina, manipulado por Satanás con su astucia, quien sin duda guio la pluma del escritor, y que esto fue así, se demostró no mucho más tarde, pues el propio autor fue desviado de la verdad, y empezó a predicar y enseñar el error. Tanto fue así, que este hombre negó al Cristo de Dios, propagando la idea de que Cristo no era coeterno con el Padre, pues según su concepto, Cristo fue sólo algo que Dios había creado—una concepción de Dios—, pero que no era el Hijo Eterno de Dios. No lo decía exactamente con estas palabras, pero tal era en efecto y en sustancia a lo que sus razonamientos humanos habían llegado.
Debemos tener mucho cuidado de no ser llevados por Satanás a tales caminos. No confiemos jamás en nuestra inteligencia humana, ni nos dejemos guiar por los raciocinios naturales de nuestra mente. No olvidemos que Dios nos ha dado Su Palabra sin preguntar nuestros pareceres sobre ella. Además, "¿Quién conoció la mente del Señor? ¿quién le instruyó?" o "¿Quién fue Su consejero?" (la Co. 2:16, y Ro. 11:34). Esto era lo que Pablo tenía ante sí cuando escribió a los Romanos. Es que, por ventura, ¿había Dios recibido ayuda o consejo de alguien, cuando Él ordenó e hizo todos Sus planes para la pasada, el presente, y el futuro desde la eternidad? El Apóstol no admite ni la más remota posibilidad de ello. Nuestro camino de la sabiduría a seguir lo tenemos en Hebreos cap. 1, en lo que al Hijo de Dios se refiere; Dios nos ha hablado, y si somos inteligentes, oiremos y aceptaremos sin ninguna objeción lo que Dios nos ha dicho. Y en el cap. 2 de Colosenses se nos advierte que Satanás quisiera manipularnos con su astucia para apartarnos del terreno de la verdad, sea por el racionalismo, o bien sea por el ritualismo.
Como resultado de la libre actuación de la razón humana, tenemos el modernismo plenamente desarrollado, con todo su cúmulo de errores que gira en derredor del cristianismo, y lo que es más grave, que lo está invadiendo con sus falsas ideas y conceptos equivocados, de lo que son un claro exponente las ideas expuestas por Henry Emerson Fosdick, quien confiesa abiertamente no creer en la resurrección de Cristo, ni en Su nacimiento virginal, como tampoco en la obra expiatoria que Cristo hiciera en la cruz del Calvario. Por lo que Fosdick, como muchos otros, resulta ser un consumado y astuto incrédulo. Esto es un claro ejemplo de hasta donde conduce el modernismo.
Tanto el modernismo como el ritualismo, para no alarmar a la conciencia, empiezan de una manera tenue y muy sutilmente, a modificar y neutralizar las Escrituras, en las cosas más pequeñas, pero conduciendo siempre a un mismo camino erróneo, y sólo es cuestión de cuan adelante lo sigamos. Por ejemplo, un predicador radiofónico, quien se preciaba de fundamentalista, empezó recientemente a difundir sus ideas en defensa del sectarismo, diciendo más o menos que mientras la iglesia exista sobre este mundo, habrá las sectas, y añade: "Es sabido que no vestimos a nuestros hijos todos iguales, sino que nos gusta vestirlos de ropas y colores diferentes unos de otros. A los que son ya algo mayores les permitimos usar vestidos de colores y hechuras de sus preferencias y de acuerdo a su personalidad." De esta manera, este predicador pasó por alto tan a la ligera, y según sus propias ideas, el problema de las sectas, como si pudiéramos pensar que ello no afecta para nada a la verdad divina, ni a la sana doctrina, ni a Cristo y a la iglesia, y como si este asunto fuese dejado a resolverlo según nuestro juicio y mejor parecer, y de acuerdo a nuestra preferencia. ¿Es esta fe o racionalismo?