Capítulo 4 Agradando a Dios sobre todas las cosas

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Agrandando a Dios ante todo
Sin fe es imposible agradar a Dios.
(Hebreos 11:6)
De los afanes del mundo,
Por imperiosos que sean,
Me retiro, pues tengo uno
Que supera todos ellos.
Es agradarte tan solo;
Vivir siempre para Ti.
Pues que este mundo se pasa,
Y contigo he de vivir.
La gracia de Cristo es suficiente para nosotros. Su fortaleza es perfeccionada en la flaqueza y Dios es fiel para no dejarnos sufrir la tentación más allá de lo que podemos soportar, a fin de que no tengamos excusa cuando fallamos.
El Espíritu Santo es el poder operativo de Dios para producir en el hombre todo lo que a Él le agrada.
«Para que de aquí en adelante no sirvamos más al pecado.» No hay necesidad de tener ni siquiera un mal pensamiento.
A fin de ser verdaderamente librados debemos aprender por experiencia que cada uno es cautivo del poder del pecado, y que no tiene poder para librarse a sí mismo, aun deseándolo.... «¿Quién me librará?» Es la declaración de que no podemos hacerlo nosotros mismos. Esto es lo que tenemos que aprender: Nuestra completa incapacidad, nuestra dependencia de Dios.
La vida de la carne ya no es más nuestra posición, porque Cristo, por su muerte, ha venido a ser nuestra vida. El pecado es condenado en la carne por la muerte de Cristo en la cruz.... Ciertamente, por fe, la misma carne es quitada, puesto que somos muertos a la carne.
Poder del Espíritu, es el requisito para vivir delante de los hombres. Un poder superior a la regeneración. Y distinto de la mera comprensión espiritual.
La mejor cosa para un cristiano es servir a Dios de tal manera que Dios pueda alabarle, y dejar que la gente diga lo que quiera.
Yo puedo hacer todas las cosas por Aquel que me fortalece, este es el verdadero estado del cristiano; ser, por un lado, un niño en la malicia, y por el otro, un padre en Cristo. Aunque ambas cosas sean diferentes, y diferentes también sus tentaciones, ambas tienen un mismo propósito.
La Palabra de Dios es viva y eficaz y más penetrante que una espada de dos filos. Corta lo que es de la carne sin misericordia, y gracias a Dios por ello quita así el impedimento a nuestra bendición.... Todo lo que no es un pensamiento que viene de Dios, o un propósito para Dios, la Palabra de Dios lo juzga. Ella no es para la carne sino la espada que juzga, descubre y condena.
¡Oh, amados amigos, si solamente permitís a la pura Palabra de Dios habitar en vuestros corazones, encontraréis que ella ahuyentará todas las impurezas de la carne!
La salvaguardia del creyente en el terreno moral, es tener el ojo sencillo. Si yo busco sólo la gloria de Dios, todo aquello que se presente sin otro motivo que mi propia honra o gratificación.... no tendrá poder sobre mí, pues lo veré a la luz de la Palabra, que guía el ojo sencillo, como contrario a la mente de Dios.... Si el corazón busca tan sólo a Dios, descubrirá la trampa más sutil del adversario.
Todo lo que nosotros podemos hacer es andar cautelosa pero pacíficamente, pensando en los intereses del Señor Jesucristo; sin nada para nosotros mismos. Nada que ganar y nada que perder. El camino de la paz, y el lugar de testimonio, es buscar y agradar a Dios.
J. N. D.
Consagración
Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios.
(Romanos 12:1)
¡Tuyo, Jesús!
Tan solo tuyo quiero ser.
Crucificado al mundo estoy
Contigo sólo voy.
De Ti, no de él, he de aprender.
¡Tuyo, Jesús!
Tan sólo en Ti hallo solaz;
El mundo es falso y falaz,
Porque eres Tú fiel y veraz
Tan sólo tuyo quiero ser.
Podemos señalar brevemente las características del cristiano consagrado. Primero, y sobre todo, no tiene voluntad propia. Como el apóstol, sabe decir: «No yo, mas Cristo vive en mí.» Crucificado con Cristo, la voluntad ligada al viejo hombre, ha desaparecido delante de Dios.... La voluntad de Cristo es nuestra única ley, y somos suyos para su servicio exclusivo y absoluto. Además, también, el creyente consagrado busca sólo la exaltación de Cristo. Desaparece de su vista el yo egoísta y la gloria de Cristo llena su alma.
La consagración consiste en que Cristo tenga pleno control sobre los cuerpos de su pueblo, de modo que éstos puedan ser órganos de expresión tan sólo en Sí mismo.
Nunca estaremos bien hasta que estemos poseídos por el Espíritu Santo y a la disposición de Aquel a quien amamos.
«La casa fue llena con el olor del ungüento» (Juan 12: 3). Esto fue un hecho real, pero detrás del hecho está la enseñanza de que nada hay tan fragante al corazón de Dios como los corazones de los santos cuando están en comunión con Él en un acto de absoluta devoción a Cristo.
Este es el secreto de toda bendición. Dar al Señor el supremo lugar, pensando, primero, lo que le debemos, y perdiendo de vista todo lo demás hasta que se lo hayamos pagado. Y como ello es imposible, resultará una consagración completa y eterna.
¿Cuál es el significado de aquella frase de los Cantares: «Cruel como la tumba es el celo»? Os lo diré según yo lo entiendo: Cuando un cuerpo es entregado a la tierra, ésta le cubre y le separa de cualquier otro objeto; la tierra posee aquel cuerpo de un modo absoluto. El celo del Señor es algo semejante. ¿Podemos suponer que el Señor pueda ver con indiferencia que nuestros corazones van detrás de una a otra de las cosas contrarias a Él? No, si nos ama —y sabemos que Él nos ama —quiere todo nuestro corazón. Nada menos que la totalidad de nuestros corazones puede satisfacerle.
Cristo mismo es nuestra única y verdadera bendición y nosotros nunca viviremos enteramente para Dios hasta que Cristo sea el todo para nosotros. «Comprados sois por precio; no os hagáis siervos de los hombres», quiere decir que siendo redimidos, debemos desatender y rechazar cualquier autoridad que se oponga a la de Cristo.
«Para que en todas las cosas tenga la preeminencia» (Colosenses 1:18). Si yo no estoy dando a Cristo el primer lugar en mi corazón, no estoy de acuerdo con la mente de Dios.
El hombre más miserable de la tierra es el cristiano que trata de gozar de ambos mundos.
Se nos dice que Salomón estuvo siete años edificando el templo y trece años edificando su propia casa. No puedo dudar de que estos datos nos fueron dados para indicarnos que, a pesar de todas sus cualidades, Salomón tuvo más interés para su propia casa que para la casa de Dios. La misma lección tenemos en Aggeo, y es esta una lección necesaria que todos debemos aprender. ¡Ved cuánto dinero los cristianos emplean en edificar y amueblar sus propias casas, comparado con lo que dan para el adelanto del Reino de Dios!
E. D.
Progreso
Vayamos adelante, a la perfección.
(Hebreos 6:1)
Guárdanos en Tu amor;
Hasta que con vestidos blancos
Podamos ver todos tus santos
Tu faz gloriosa, ¡oh Salvador!
J. G. Deck
Yo creo que uno de los mayores impedimentos para nuestro progreso es la medida limitada de nuestros deseos y preparación. A menudo pensamos que estamos deseando más del Señor, y que nos hallamos preparados mucho más de lo que estamos. Siempre alcanzamos aquello en lo que tenemos verdadero interés.
Es de gran ayuda ver, en Efesios 4, que si fuéramos maduros no seríamos llevados de un lado a otro. Cuanto más arriba vamos, más seguros estamos. De aquí que Satanás quiera siempre impedirnos de llegar a la cumbre.
Pienso que muchos no tienen la costumbre de sentarse delante del Señor. Puede parecer que esto es no hacer nada; sin embargo, es el tiempo en que un cristiano adquiere las líneas peculiares de mente y conducta que agradan al Señor.
Yo creo que la dificultad práctica para nosotros es que, aun cuando decimos «Cristo vive en mí», no somos capaces de decir: No el Adán, en cualquier forma ni sentido, sino tan sólo Cristo vive en mí.... Cada creyente quisiera adelantar espiritualmente, pero a ninguno le gusta cambiar su propio yo por otro.
Aprender es un gran trabajo, sin embargo, no hay madurez sin ello, y yo no creo que nadie adquiera buena madurez sin aprenderlo con sufrimiento. Lo adquirido fácilmente, fácilmente se va. Esto no sólo es verdad en cuanto al dinero, sino también de los bienes más altos.
Estoy seguro de que si tuviéramos quebrantamiento de corazón para conocer más al Señor, obtendríamos maravillosas revelaciones.
La mayor cosa que necesitamos para el progreso espiritual es reposo de corazón. Yo no creo que exista verdadero reposo de corazón hasta que se conoce la unión con Cristo; no meramente como doctrina, sino como un inalterable lazo de afecto. Cuando estamos seguros, no solamente de que su gracia nos salva, sino de que le hemos hallado tan necesario que no podemos vivir sin Él. Entonces encontramos que estamos unidos con Él en absoluto solaz y reposo divino.
Yo pienso que todo lo que nosotros necesitamos es un mayor gusto o anhelo del cielo. Yo no creo que nadie busque el cielo hasta que conoce los goces del mismo; y no podemos conocer, sobre la tierra, los goces del cielo, sino gozando de la compañía del Señor.
Cuanto más yo crezco en la gracia divina, más necesito a Cristo y hallo a Cristo ser mi todo. Cuanto más crezco, más le busco, porque le necesito más; y cuanto más lo encuentro más lo busco. De ahí que el buscarle es la verdadera marca y secreto del crecimiento.
Para un santo la soledad con el Señor es de la mayor importancia; porque entonces es cuando su corazón renueva su conocimiento de Él: cuando tan solamente Él tiene entrada en nuestro retiro solitario. Cuando estamos enteramente solos y aparte, es cuando a Él le gusta ser nuestro visitante.
J. B. S.
No sois del mundo
Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra.
(Colosenses 3:2)
No puede el mundo ofrecerme
Algo que sea de comparar
Con lo que tengo arriba.
Tan sólo quiero allá mirar;
A Cristo anhelo contemplar
Cerca de Dios el Padre.
Para nosotros, el mundo no es nada más ahora que la tumba vacía de Jesús.
¡Qué diferencia entre abandonar el mundo o que el mundo nos abandone a nosotros! Podemos hacer lo primero con relativa facilidad, pero cuando sentimos que el mundo nos desprecia, como Cristo fue despreciado, descubriremos, a menos que Cristo llene y satisfaga completamente nuestro corazón, que nosotros teníamos un aprecio y estima del mundo del que no nos dábamos cuenta.
Cualquiera que anda de acuerdo con el mundo, no anda con Dios; pues Dios no os seguirá por tal camino.
Dais oídos a Satanás cada día de vuestra vida en que buscáis un poquito del mundo.
Cuando el mundo logra apoderarse de nosotros, se demuestra que el Cristo que fue rechazado del mundo tiene poca importancia en nuestros ojos.
Si el velo de este mundo ha sido extendido sobre nuestra visión espiritual ocultándonos a Cristo, sólo Él puede quitarlo.
(Lucas 6:20-26). «Bienaventurados sois cuando los hombres os aborrecen». Si podéis sentiros felices y confortables en un mundo que ha rechazado a Jesús, no contéis con su bendición.
Cuando hay un sentimiento profundo de lo que es ser perdido y salvado, el mundo importa poco; pero cuando se embota la conciencia a este respecto, la naturaleza a menudo vuelve por sus fueros, y entonces Cristo no es ya el todo para el creyente.
No se trata de si una cosa es buena o mala, sino de qué sabor tienen las cosas de Cristo en ella. Puede ser una cosa muy pequeña. Si encontramos que la lectura de un libro nos hace la manifestación de Cristo menos preciosa, es que nos hemos apartado algún paso de Dios, y no podemos decir a dónde nos llevará el próximo paso. Satanás a menudo nos engaña de este modo. Por tanto, si viene alguna cosa que arrebata el sabor de Cristo en vuestra alma, tened cuidado.
(Lucas 12:45). Una de las mayores apostasías de la cristiandad es apartar del corazón de las gentes la Venida del Señor. Entonces se pierde la mente celestial y la peculiar esperanza de nuestro llamamiento. Esperar al Señor nos eleva del mundo.
La naturaleza diría a Moisés: ¿Por qué no estar en la corte de Faraón para que la gente pueda aprender del Dios que tú conoces y sea convertida, en vez de abandonarla? La carne no puede entender a donde la fe conduce.
Mirad y guardaos de la codicia. Si el amor al mundo o la codicia se desliza en el corazón, impide el poder de Cristo sobre el alma y la conciencia, y suprime la vida práctica del cristiano, su alma se seca, lentamente.... La codicia de las cosas terrenas es tan sutil que mientras permanece en nuestro corazón nos inutiliza. El poder práctico de la vida cristiana desaparece.
La religión mundana, y el mundanismo religioso son la peste de nuestros días; y no permanecerá, el día cuando todas las cosas serán probadas.
J. N. D.
Liberación
Pues la ley del espíritu de vida en Cristo Jesús, me ha librado de la ley del pecado y de la muerte.
(Romanos 8:2)
Sólo en tu gracia ocultos
Nos sentimos seguros;
Tan sólo en Ti habitando,
(Adentro de tus muros)
Nos hallamos librados del conflicto.
Tu brazo es victorioso,
Y nuestro anhelo calma bondadoso.
«Tengo el querer; mas efectuar el bien no lo alcanzo, pues no hago el bien que quiero; antes el mal que no quiero esto hago» (Romanos 7:18-19). Si las personas fuesen honestas, muchas confesarían que ésta ha sido su condición por años, una condición que no trae gloria a Dios ni felicidad a ellos mismos. ¿Cuál es la causa? Simplemente el error de pensar que todo depende de sus propios esfuerzos, en vez de aceptar la verdad de que ellos están totalmente sin fuerzas, y que por lo tanto, todo depende de Dios.
Habéis peleado con vuestras fuerzas una y otra vez, con indudable coraje; pero no habéis obtenido la victoria. Deteneos un momento y haceos esta sencilla pregunta: ¿Qué tengo que aprender de esta dolorosa experiencia....? Que el enemigo es más fuerte que tú, que no puedes con su poder.... Si continúas bajo la presente línea de esfuerzo, significa esperar la derrota en el futuro como la has tenido en el pasado. Tu caso, en lo que se refiere a tu propia fuerza, es un caso perdido; pero si por el otro lado llegas al fin de tu propia fuerza, ello traerá reposo a tu alma porque comprenderás que tu ayuda, socorro y fortaleza, viene de Cristo y no de ti mismo. Es indecible la bendición de tal descubrimiento; cesar, de aquí en adelante, de luchar para reposar en Otro. Poder adoptar el cántico de David El Señor es mi luz y mi salvación.
«Miserable hombre de mí, ¿quién me librará del cuerpo de esta muerte? Gracias doy a Dios por Jesucristo nuestro Señor.» La liberación se encuentra exactamente igual que la salvación; no en uno mismo, ni en los propios esfuerzos del yo, sino en Cristo.
«Hijitos, estas cosas os escribo para que no pequéis» (1.a Juan 2:1). El creyente jamás debiera aceptar el pensamiento de que el pecado no puede ser evitado. Si por una sola vez admite que el pecado es una parte necesaria de su vida, pronto el pecado perderá su verdadero carácter de una cosa aborrecida de Dios.... y finalmente vendrá a ser presa y diversión del maligno, mientras andamos por el mundo.
«Dios es poderoso para guardaros sin caída» (Judas 24). Dudar esta verdad sería, no tan sólo dejar de creer Su palabra, sino también olvidar que Él es Dios.
El Espíritu Santo es nuestro único poder para andar en santidad. De nosotros mismos no podemos dar ni un solo paso en esta senda. Los mejores esfuerzos humanos, las más firmes resoluciones, no son capaces, ni para guardarnos a nosotros mismos del mal, ni para hacernos seguir a Cristo.
Si olvidas la verdad de la venida del Señor Jesucristo, descuidas el poder para la santidad que Dios nos ha dado (véase 1.a Juan 3:3).
E. D.
Siguiendo a Cristo
Cristo también sufrió por nosotros, dejándonos ejemplo, para que sigamos sus pisadas.
(1.a Pedro 2:21)
Padre, el desierto del mundo
Muy grande es y tentador es;
Guarda, pues, tú mis pasos
Y dirige mis pies
Tras las pisadas marcadas
Por Cristo mi guía fiel.
Si decidís seguir a Cristo, tenéis que contar el coste.... Puede que tengáis que dejar amigos por amor a Él, podéis tener que dejarlo todo, pero la cuestión es: ¿Voy yo a dejar a Dios....? No podéis tener dos corazones, un corazón para el mundo y un corazón para mí, podría Cristo decir. Yo tiemblo cuando veo gente que no ha contado el coste al hacer profesión de seguir a Cristo. Muchas veces Dios mismo pone una barrera al principio para ver si sois capaces de saltarla, y entonces todo irá bien.
El afirmó su rostro para ir a Jerusalén. Cristo conoce la voluntad de su Padre y está resuelto a cumplirla. Afirma su rostro en dirección a la voluntad de su Padre, no mirando a un lado u a otro, sino allí, a Jerusálén. Así también nosotros, y en nuestras circunstancias, si tenemos un ojo sencillo, seguiremos la misma línea de conducta, yendo a la cruz de la prueba con firmeza, con un solo propósito; y en la proporción en que haremos esto, aquellos que no quieren afirmar su rostro en tal dirección se nos opondrán, pero el Señor dice: «Si alguno me sirva, sígame.» El verdadero servicio no consiste en hacer mucho, sino en seguir al Maestro, y a los cristianos mundanos y de corazón dividido, no les gusta esto. Sin duda hay mucho que hacer en el mundo pero «si alguno me sirve, sígame».
«Si alguno viene tras de mí, niéguese a sí mismo y tome cada día su cruz.» Cada día. He ahí la prueba. Una persona puede hacer esto heroicamente una vez. Mucha gente le honrará por tal motivo y hasta quizás escribirán libros contando su hazaña. Pero es terriblemente difícil ir cada día negándose a sí mismo, y que nadie lo sepa.
A la gente no le gusta hacer las cosas que Jesús hizo cuando estaba aquí. ¿Por qué hay tanta discusión acerca del versículo «No resistáis al mal»? ¿Por qué nos gusta resistir al mal cuando alguien nos ataca? Lo consideramos una exhortación bíblica que no nos atrevemos a negar, pero que no nos gusta cumplir, y procuramos evadirla tanto como podemos.
A cualquier coste para tu propio yo, practica el amor como Cristo lo hizo.... «Amad a vuestros enemigos....» es un precepto que puede costamos bastante. Bien: a Cristo le costó la vida. Su amor fue un río que si encontró obstáculos en su camino, sólo los remontó, y dejándolos atrás, llegó hasta la cruz.
Si tu ojo fuere simple, todo tu cuerpo será luminoso. Si así es contigo, puedes estar seguro de que habrá luz en tu camino. Luz no por diez años, pero sí para el paso que tienes delante, y para el próximo, constantemente.
J. N. D.
La senda del peregrino
Todos estos confesaron que eran extranjeros y peregrinos sobre la tierra.
(Hebreos 11:13)
Ya que hablamos del cielo,
Haznos cual peregrinos aquí andar,
Humildes y benignos;
Cual corresponde a los que más allá
Tienen una Patria que les espera.
Morada de perfecta santidad.
Si conoces a Cristo, debes seguirle; Él nos señala una senda que no tiene retroceso posible.
Cristo nunca tuvo un hogar aquí abajo, el mundo fue un desierto para Él, pero Él llevaba la imagen de su Padre en su corazón.
No puede haber, para mí, ningún lugar más difícil que aquel en que mi Señor fue crucificado. ¿Por qué me quejaré de cualquier dificultad?
La oración silenciosa, el levantar los ojos y sentir la mirada de Dios continuamente sobre nosotros, es el gran secreto de la espiritualidad en medio del intercurso social. El hombre profundamente espiritual no puede ser un gran charlatán, porque está vigilando y apreciando las visitas del Espíritu al ascender, a intervalos, en actos secretos de amor y alabanza.
Ahora es el tiempo de darnos a Cristo. La presencia de Cristo ocupará el lugar del propio yo» cuando éste sea despedido.
¿Podemos decir de alguien cuando vamos de visita: Esta persona me traerá a Cristo? Si alguien visitaba al apóstol Pablo, ¿no saldría de aquella visita con un nuevo sabor de Cristo en su alma? Yo he salido a veces de hogares muy pobres, o de personas afligidas y dolientes, y he estado diciéndome al salir: ¡Cómo desearía que mi alma fuera como la de este santo o santa mujer de Dios!
¡Oh, que el olor de Cristo fluyera por todas partes de este nuestro cuerpo mortal! ¡Cuánto deseo que así fuera con todos los que son suyos!
Los cristianos primitivos presentaron de un modo admirable el carácter del Nazareno, anduvieron como personas cuyos corazones Cristo había tomado con ellos al cielo.
Nuestras vidas como cristianos nominales están tan por debajo de la verdadera marca del cristianismo, que no tenemos idea de la distancia en que andamos de Dios, y cuando nos paramos a buscarle, a Él tan solo, descubrimos cuántos falsos propósitos hemos mantenido, y cuan a menudo nos hemos apoyado en el amor y aprobación de otras personas y no sobre el amor del Padre tan solo.
Yo comprendo más y más el valor de las palabras «caminó Enoch con Dios». Me atrevería a decir que Él tuvo también sus dificultades para ello; pero lo hizo.
Lo que más deseo para vosotros es comunión con Jesús de tal modo, que lo que a Él lo distinguió primordialmente os distinguiera también a vosotros. A saber, tranquilidad de carácter. ¡Cuan bendita y celestial, no terrena, fue la calma, seguridad y paz que reveló en todo el curso de su vida! No había en Él apresuramientos, ni titubeos, porque aunque estaba sobre la tierra, vivía en el cielo. Su mente, su corazón, se hallaba todavía en el seno del amor de su Padre. ¿Y no debemos nosotros habitar así en Cristo, y Cristo en nosotros?
¿Estamos andando a la luz de los afectos de Aquel Señor Jesús que nos amó y limpió de nuestros pecados con su propia sangre? ¿El nombre de Jesús no causa una feliz sensación en nuestros corazones, mientras andamos por el desierto de la vida?
G. V. W.
¿Que impide?
Dejando todo el peso del pecado que nos rodea.
(Hebreos 12:1)
¿Hay algo que te impide?
¿Algo que te cautiva aun del mundo;
Que atrae tu pasión o tus cuidados,
Y te impide gozar de aquel profundo
Amor que excede a todo lo creado,
Y de la plena bendición que Dios te ha dado?
¿Será algún corazón amante y tierno
Del cuál tú no te puedes separar,
Y que no puede compartir tu anhelo
De vivir para Dios y nada más?
¡Ahí ¡Cuan poco comprendes lo que pierdes
Anteponiéndolo a tu Salvador!
Rompe, pues, todo lazo que te ate,
Y emprende el vuelo a la región mejor.
Los cuidados de la vida son muy sutiles porque entran como deberes necesarios, y no hay ningún pecado en cumplir el propio deber; pero si estos deberes chocan con la Palabra de Dios y el hombre pierde su alma a causa de ello, ¿de qué le servirá?
«¿Qué mal hay en ser rico?», alguien me preguntó en cierta ocasión.
—Si ello le cierra las puertas del cielo, ¿no es de verdad un gran mal?, le contesté.
¡Oh, yo no pensaba así.... El mal no está en las mismas cosas, sino en el amor del corazón para ellas.
Es una cosa terrible si nosotros como cristianos no tenemos este anhelo, esta hambre y sed de tener más gozo en Dios, pues cuando ello no ocurre es que ha sobrevenido la muerte y apatía del alma.
No hay tal cosa en la Escritura como de que un cristiano dude de si es salvo. Tal pensamiento es totalmente una falsa pretensión de humildad. Si mi padre me perdona y yo dudo de su perdón, no estoy confiando en él.... Que una persona tema la tentación, dudando de su propio corazón, es otra cosa, pero no hay que dudar de Dios ni temer a Dios.
Puede haber mil y una cosas que me humillen, pero no habrá tal humillación si el propio «yo» no es humillado. ¡Qué chascos recibimos cuando no andamos con Dios y pensamos sólo en nosotros mismos! No hay otra liberación mejor que la de librarse de darse importancia a uno mismo.
Cuando la mirada está puesta en Dios, el propio yo es olvidado; de otra manera siempre estoy pensando en los desaires que recibo y no hay fe ni gracia en tal ejercicio.
Los deberes comunes no nos separan de Dios, sino que el corazón vuelve de ellos con nuevo deleite a su propio centro, como quien cansado de los deberes del día vuelve al hogar. Es cuando el corazón se apoya en la vanidad, que se destruye nuestro gozo, cuando sobreviene alguna cosa que nos ensalza a nosotros y disminuye a Cristo. Quizás un simple pensamiento vano si le permitimos una estancia privilegiada en nuestro corazón.
Si alguna cosa es un peligro para mí, debo abandonarla enteramente. «Todo lo que no es de fe es pecado.» Hay peligros muy diferentes para diferentes clases de personas. Es un asunto personal de cada uno con Dios. Yo no puedo juzgar lo que puede ser un peligro para ti. Si algo lo es, abandónalo.
Bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios. La pureza de corazón es la ausencia de todo aquello que cerraría la puerta a Dios.
¡Ay!, cuán débil es aquel que, aun inconscientemente, se apoya sobre el hombre.
Nosotros tenemos que velar, porque el enemigo vela siempre; y si no estamos mirando activamente al Señor perdemos nuestra salvaguarda. Tan pronto como nos distraemos de Él, el enemigo penetra en nosotros; a veces de un modo totalmente inconsciente, y de ahí toda la debilidad en el andar que tiene lugar en el corazón de aquel que no siente a Cristo como motivo de su poder, que no anda a la luz de su presencia delante de Él.
J. N. D.