CAPÍTULO TERCERO

 
Una cuarta visión se registra en el capítulo 3, concerniente a Josué el sumo sacerdote, y la eliminación de él de todo lo que era contaminante. En el versículo 8, leemos de él y de sus compañeros que eran “hombres admirados”, o, como dice la Nueva Traducción de Darby, “hombres de portento”, con la nota: “hombres que deben ser observados como señales o tipos”. Por lo tanto, considerando a Josué como un tipo, vemos una clara predicción de que sólo así como el pueblo disfrutará de la bendición relacionada con la morada de Jehová en Sión, como se acaba de predecir. No puede haber cercanía a Dios sin liberación de la inmundicia del pecado. Ningún cambio de dispensación altera este hecho.
Es digno de notar que Zacarías no vio a un hombre descarriado y de mala reputación vestido con ropas inmundas, sino a un hombre que había sido usado por Dios y en un lugar de privilegio especial. Se nos recuerda que David exclamó: “Ciertamente, todo hombre en su mejor estado es toda vanidad” (Sal. 39:5).
Si Josué necesitaba ser limpiado de la inmundicia, entonces todos lo necesitaban. Ahora bien, Satanás estaba allí para resistir esta purificación, pero fue reprendido ya que Josué era “un tizón arrancado del fuego”. Esta visión complementa lo que Hageo tenía que decir al pueblo, en su segundo capítulo acerca de sus inmundicias. Pero Josué, en esta visión, no sólo fue liberado de sus ropas inmundas, sino que fue vestido de lo que era limpio con una hermosa mitra sobre su cabeza. De este modo, se estableció en su posición sacerdotal. Dios no solo quita el mal; También corona con el bien.
Pero todo esto realmente se establecerá cuando Dios dé a luz a Su Siervo “el Renuevo”, quien había sido predicho bajo esta figura casi un siglo antes, como vemos en Jeremías 23:5-6, donde se revela que el Renuevo es “Jehová tsidkenu”, el Señor nuestra justicia. Tenemos que viajar al viejo Jacob para encontrar la primera referencia a “la piedra de Israel” (Génesis 49:24). Él no es sólo el que introducirá y establecerá la justicia, sino también la piedra fundamental, sobre la cual se edificará todo lo que va a permanecer inconmovible, porque Él, que es la piedra, tiene un poder completo de percepción, representado en los “siete ojos”, de modo que nada inmundo puede entrar jamás. Por lo tanto, en ese día, como indica el último versículo, habrá quietud y seguridad para siempre.