Juan continúa con sus pruebas y contrapruebas en relación con otro atributo de la naturaleza de Dios y Su Ser: el amor. Él ya ha tocado el tema del amor en la epístola, contrastándolo con el odio (capítulos 2:5-11; 3:11-23), pero ahora lo revisa para tratarlo con mayor profundidad. Siendo el amor mencionado unas 35 veces en esta breve sección de la epístola, no hay duda de que el tema que tenemos ante nosotros es el amor de Dios.
Amor genuino unos a otros
Versículos 7-8.— Juan comienza esta última sección de la epístola con una simple exhortación para que los hijos de Dios se amen unos a otros. Sostiene esto como prueba de que una persona tiene la naturaleza divina. Dice: “Carísimos, amémonos unos á otros; porque el amor es de Dios. Cualquiera que ama, es nacido de Dios, y conoce á Dios. El que no ama, no conoce á Dios; porque Dios es amor”. Como suele ser con el estilo abstracto de Juan, su punto aquí es extremadamente simple; aquellos que aman a sus hermanos con amor genuino prueban que son verdaderos creyentes, y aquellos que no lo hacen, no lo son. “Amémonos” significa que debemos permitir que la nueva vida en nosotros se exprese con naturalidad, que será amarnos los “unos á otros”. Esto muestra que es posible que impidamos que la nueva vida actúe en nosotros, y así prevenir la manifestación de esa vida. La principal culpable es la carne, pero si andamos en el Espíritu, ella no levantará su repulsiva cabeza en nuestras vidas (Gálatas 5:1616This I say then, Walk in the Spirit, and ye shall not fulfil the lust of the flesh. (Galatians 5:16)). Juan concluye su breve exhortación a amarnos unos a otros dando esta razón: “Porque Dios es amor”. Es un hecho que Dios es amor, pero eso no significa que lo contrario sea cierto. Dios es amor, pero el amor no es Dios. Este tipo de razonamiento es peligroso; puede convertirse en algo místico en el que una persona busca una experiencia subjetiva dentro de sí misma. Tales esfuerzos han alejado a los hombres de la verdad.
El amor del mundo no es amor divino
El problema que enfrentaban los santos en esos días era que muchas personas falsas que profesaban amar a los hermanos habían entrado en las filas cristianas, pero no eran verdaderas. Estas personas estaban haciendo una hermosa demostración de amor, y los santos estaban en peligro de ser engañados haciéndoles creer que eran verdaderos hijos de Dios, pero su amor no era el amor divino que emanaba de la naturaleza divina. El Señor les dijo a los discípulos que el mundo tiene su propio amor, pero en gran parte ama por razones egoístas. Ama lo que recibe a cambio (Lucas 6:3232For if ye love them which love you, what thank have ye? for sinners also love those that love them. (Luke 6:32); Juan 15:1919If ye were of the world, the world would love his own: but because ye are not of the world, but I have chosen you out of the world, therefore the world hateth you. (John 15:19)). Él ve algo en su objeto que es digno de su amor y compasión, y ama sobre esa base (Romanos 5:77For scarcely for a righteous man will one die: yet peradventure for a good man some would even dare to die. (Romans 5:7)). Por tanto, no debemos pensar que todo acto de bondad y amor entre los hombres es necesariamente una prueba de que son nacidos de Dios y poseen la naturaleza divina. (También hay un amor natural que todos los hombres tienen, en cierta medida; por ejemplo, el amor que los padres tienen por sus hijos. Este también, aunque encomiable, no es amor divino).
El amor divino (“ágape” en griego) ama incluso cuando no hay nada en su objeto que sea digno de su amor. El amor de Dios surge de una disposición establecida de Su corazón hacia nosotros; Él establece Su amor por el hombre, buscando su bendición como una cuestión de elección (Deuteronomio 7:7-87The Lord did not set his love upon you, nor choose you, because ye were more in number than any people; for ye were the fewest of all people: 8But because the Lord loved you, and because he would keep the oath which he had sworn unto your fathers, hath the Lord brought you out with a mighty hand, and redeemed you out of the house of bondmen, from the hand of Pharaoh king of Egypt. (Deuteronomy 7:7‑8)). ¡Dios nos amó cuando éramos pecadores impíos! Una vez fuimos “aborrecedores de Dios” y “enemigos”, pero Él encarece Su amor para con nosotros y, a su tiempo “Cristo ... murió por los impíos” (Romanos 1:29-31; 3:10-18; 5:6,8,1029Being filled with all unrighteousness, fornication, wickedness, covetousness, maliciousness; full of envy, murder, debate, deceit, malignity; whisperers, 30Backbiters, haters of God, despiteful, proud, boasters, inventors of evil things, disobedient to parents, 31Without understanding, covenantbreakers, without natural affection, implacable, unmerciful: (Romans 1:29‑31)
10As it is written, There is none righteous, no, not one: 11There is none that understandeth, there is none that seeketh after God. 12They are all gone out of the way, they are together become unprofitable; there is none that doeth good, no, not one. 13Their throat is an open sepulchre; with their tongues they have used deceit; the poison of asps is under their lips: 14Whose mouth is full of cursing and bitterness: 15Their feet are swift to shed blood: 16Destruction and misery are in their ways: 17And the way of peace have they not known: 18There is no fear of God before their eyes. (Romans 3:10‑18)
6For when we were yet without strength, in due time Christ died for the ungodly. (Romans 5:6)
8But God commendeth his love toward us, in that, while we were yet sinners, Christ died for us. (Romans 5:8)
10For if, when we were enemies, we were reconciled to God by the death of his Son, much more, being reconciled, we shall be saved by his life. (Romans 5:10)).
Las cualidades y características del amor divino
Habiendo dicho que “Dios es amor” (versículo 8), la pregunta es: ¿Cómo podemos distinguir el amor divino del amor del mundo? Juan, por lo tanto, es guiado a hablar de las cualidades y características del amor divino, por lo que se nos da un punto de referencia para probar toda afirmación de una persona de que ha nacido de Dios y tiene la naturaleza divina. Él habla del amor de Dios de tres maneras:
• Su amor “para con nosotros” en relación con nuestro pasado (versículo 9).
• Su amor “en nosotros” en relación con el presente (versículo 12).
• Su amor “con nosotros” en relación con el futuro (versículo 17).
El amor de Dios para con nosotros
Versículos 9-10.— La primera y más importante marca del amor divino es que se sacrifica para el bien y la bendición de los demás. Esto se ve en el amor de Dios para con nosotros al enviar a Su Hijo a morir por nosotros. Juan dice: “En esto se mostró el amor de Dios para con nosotros, en que Dios envió á Su Hijo unigénito al mundo, para que vivamos por Él. En esto consiste el amor: no que nosotros hayamos amado á Dios, sino que Él nos amó á nosotros, y ha enviado á Su Hijo en propiciación por nuestros pecados”. ¡Esta fue la mayor muestra de amor de todos los tiempos! Dios dio a Su Hijo como sacrificio por el pecado para llevar a los creyentes a la bendición de la salvación. ¡No ha habido mayor regalo de amor que este! (Juan 3:1616For God so loved the world, that he gave his only begotten Son, that whosoever believeth in him should not perish, but have everlasting life. (John 3:16)). El precio que el Señor Jesús pagó para redimirnos (Sus sufrimientos expiatorios) solo magnifica la grandeza de Su amor. Reflexionando sobre este don sublime, el apóstol Pablo dijo: “el Hijo de Dios, el cual me amó, y se entregó á Sí mismo por mí” (Gálatas 2:2020I am crucified with Christ: nevertheless I live; yet not I, but Christ liveth in me: and the life which I now live in the flesh I live by the faith of the Son of God, who loved me, and gave himself for me. (Galatians 2:20)). El mismo sentimiento de gratitud resuena en cada creyente (2 Corintios 9:1515Thanks be unto God for his unspeakable gift. (2 Corinthians 9:15)).
En estos versículos, Juan analiza dos cosas por las que Dios envió a Su Hijo al mundo: “para que vivamos por Él” (versículo 9) y para que Él sea la “propiciación por nuestros pecados” (versículo 10). La primera involucra la encarnación de Cristo y la segunda involucra Su muerte. Para que los hombres pudieran tener vida eterna*, Cristo tuvo que venir y revelar al Padre (Juan 1:18; 14:918No man hath seen God at any time; the only begotten Son, which is in the bosom of the Father, he hath declared him. (John 1:18)
9Jesus saith unto him, Have I been so long time with you, and yet hast thou not known me, Philip? he that hath seen me hath seen the Father; and how sayest thou then, Show us the Father? (John 14:9)), porque conocer a Dios como nuestro Padre es la esencia de esa vida (Juan 17:33And this is life eternal, that they might know thee the only true God, and Jesus Christ, whom thou hast sent. (John 17:3)). Pero el amor divino no se detuvo con la venida de Cristo. Lo llevó a la cruz donde demostró la grandeza de ese amor en el acto supremo de autosacrificio (Hebreos 9:2626For then must he often have suffered since the foundation of the world: but now once in the end of the world hath he appeared to put away sin by the sacrifice of himself. (Hebrews 9:26)). Cristo se convirtió voluntariamente en el Cargador del pecado; Sus sufrimientos expiatorios dieron plena satisfacción a las demandas de la justicia divina en relación con el pecado (el significado de “propiciación”). El argumento de Juan aquí es que nada impediría que el amor divino salvara a los pecadores. Encontró una manera de superar la gran barrera del pecado que se interponía en el camino de la bendición del hombre, ¡aunque le costó a Dios dar el Objeto más precioso de Su corazón! Este amor no se originó en nosotros; Su fuente es Dios mismo, porque Él es amor. Por lo tanto, Juan dice: “no que nosotros hayamos amado á Dios, sino que Él nos amó á nosotros”.
El amor de Dios en nosotros
Versículos 11-16.— Juan procede con una segunda característica del amor divino: manifiesta a Dios y, cuando se disfruta en el alma, lleva al creyente a testificar de la gracia de Dios a los demás. Esto tiene que ver con el amor de Dios que está en nosotros. Él dice: “Amados, si Dios así nos ha amado, debemos también nosotros amarnos unos á otros. Ninguno vió jamás á Dios. Si nos amamos unos á otros, Dios está en nosotros, y Su amor es perfecto en nosotros: En esto conocemos que estamos en Él, y Él en nosotros, en que nos ha dado de Su Espíritu. Y nosotros hemos visto y testificamos que el Padre ha enviado al Hijo para ser Salvador del mundo”. Saber que somos objetos del amor de Dios debería crear en nosotros una reacción de “amarnos unos á otros” y, al hacerlo, manifestamos al Dios invisible, porque “Dios es amor” (versículo 16).
Cuando Cristo estuvo aquí, el Dios invisible se manifestó en Él (Juan 1:18; 14:918No man hath seen God at any time; the only begotten Son, which is in the bosom of the Father, he hath declared him. (John 1:18)
9Jesus saith unto him, Have I been so long time with you, and yet hast thou not known me, Philip? he that hath seen me hath seen the Father; and how sayest thou then, Show us the Father? (John 14:9)). Pero ahora, desde que Cristo regresó al cielo, Juan nos dice que debemos manifestar a Dios aquí en este mundo. Esto, dice, se hace amándonos unos a otros. Cuando nos amamos unos a otros, “Su amor es perfecto en nosotros” (versículo 12), y así se nos da una profunda comprensión en nuestra alma de que “estamos en Él” y “Él en nosotros” (versículo 13a). ¿Podría haber algo más bendecido que nosotros morar en Dios por medio de la comunión y que Dios more en nosotros por medio de poseer Su vida y naturaleza? Juan dice que esto es posible porque “nos ha dado de Su Espíritu” (versículo 13b). El amor de Dios en nosotros fluye naturalmente y se desborda en gracia y bondad hacia los demás, por lo que “testificamos” a todos los que nos rodean que “el Padre ha enviado al Hijo para ser Salvador del mundo” (versículo 14).
Como resultado, la gente es llevada a “confesar que Jesús es el Hijo de Dios”, y el que hace esto prueba que “Dios está en él, y él en Dios” (versículo 15). Y saben por experiencia que “Dios es amor” y permanecen en Su amor (versículo 16).
Vemos de esta segunda gran característica del amor divino que se reproduce en quienes lo reciben. No somos los terminales del amor de Dios; somos sus conductos. ¡Qué privilegio poder encomendar el amor de Dios a este pobre mundo!
El amor de Dios con nosotros
Versículos 17-21.— La tercera característica del amor divino en la que Juan se enfoca es su poder para darle al creyente paz y confianza con respecto al juicio de sus pecados. Esto tiene que ver con el amor de Dios con nosotros. Dice: “En esto es perfecto el amor con nosotros, para que tengamos confianza en el día del juicio; pues como Él es, así somos nosotros en este mundo” (versículo 17). Cuando esperamos el tribunal de Cristo (el “día del juicio”), tenemos perfecta paz y confianza con respecto a nuestros pecados. Como vimos en los versículos 9-10, el amor divino se comprometió a resolver este problema con justicia de una vez por todas en la muerte expiatoria de Cristo. El Espíritu, recibido al creer en el evangelio de nuestra salvación (Efesios 1:1313In whom ye also trusted, after that ye heard the word of truth, the gospel of your salvation: in whom also after that ye believed, ye were sealed with that holy Spirit of promise, (Ephesians 1:13)), nos hizo conscientes de nuestra seguridad eterna en Él (Juan 10:27-2827My sheep hear my voice, and I know them, and they follow me: 28And I give unto them eternal life; and they shall never perish, neither shall any man pluck them out of my hand. (John 10:27‑28)). Entonces, no tenemos que esperar ese día para conocer esta bendita verdad, “pues como Él es, así somos nosotros en este mundo”. Es decir, cómo Cristo es acepto y está sentado en el cielo con todo el favor de Dios descansando sobre Él, “así somos nosotros” aceptados de la misma manera, aunque todavía estamos aquí “en este mundo”. ¡Esto se debe a que Su aceptación es la medida de la nuestra y somos “aceptos en el Amado”! (Efesios 1:66To the praise of the glory of his grace, wherein he hath made us accepted in the beloved. (Ephesians 1:6)). Nótese que Juan no está hablando de nuestro amor aquí, sino del amor de Dios que es perfeccionado en nosotros. Al disfrutar de Su amor, podemos mirar hacia el futuro con la mayor confianza, sabiendo que, así como Él está más allá del juicio, ¡nosotros también!
Versículo 18.— Juan explica cómo es esto, diciendo: “En amor no hay temor; mas el perfecto amor echa fuera el temor: porque el temor tiene pena. De donde el que teme, no está perfecto en el amor”. Viviendo en el goce del amor de Dios, el creyente no puede tener miedo en absoluto, porque el amor que llena su corazón desplaza todo temor y duda; el amor y el miedo no pueden existir al mismo tiempo.
Versículo 19.— Habiendo presentado algunas de las grandes cualidades y características del amor divino, Juan nos lleva de regreso a sus inicios. Dice: “Nosotros amamos, porque Él nos amó primero” (versículo 19, LBLA). Dios es la fuente del amor; es la actividad de Su naturaleza. Su amor generó amor en nosotros, porque, como hemos visto, el amor divino se deleita en reproducirse en sus objetos. Como resultado, amamos a los demás con el mismo amor. (Las versiones Reina-Valera dicen: “Nosotros le amamos á Él ... ”. Pero simplemente deberían decir: “Nosotros amamos...”. Es cierto que amamos a Dios, pero la manifestación del amor divino en nosotros es más amplia; también alcanza a otros). Así, el amor divino se expresará en un amor genuino por los demás. No amo a mi hermano por quién es, sino por quién soy. Puede que él tenga algunos rasgos carnales que no son encantadores, naturalmente hablando, pero como tengo la naturaleza divina que ama con amor ágape, lo amo de manera inmerecida e incondicional.
AMOR DIVINO PROBADO POR NUESTRO AMOR LOS UNOS A LOS OTROS (Capítulo 4:20-21).— Ya que el amor divino es expresado en los hijos de Dios por medio de su amor a Dios y a Sus hijos (sus hermanos), esto puede usarse como prueba para todos los que profesan ser hijos de Dios. Juan dice: “Si alguno dice, Yo amo á Dios, y aborrece á su hermano, es mentiroso. Porque el que no ama á su hermano al cual ha visto, ¿cómo puede amar á Dios á quien no ha visto?” (versículo 20). La prueba es simple; si uno no puede amar a su hermano de esa manera divina, hay buenas razones para cuestionar si es un verdadero hijo de Dios. Pero cuando una persona ama incluso a un hermano que es carnal, es prueba de que tiene la naturaleza divina, porque solo aquellos que tienen esa naturaleza pueden amar con amor ágape. Al hacer esto, demuestra que es un verdadero hijo de Dios.
En el versículo 21, Juan presenta una razón adicional por la que debemos amar a nuestro hermano. Dice: “Y nosotros tenemos este mandamiento de Él: Que el que ama á Dios, ame también á su hermano”. Amamos a nuestro hermano no solo porque el amor ágape habita en nosotros, sino también porque tenemos un “mandamiento” de Dios para hacerlo. En otras palabras, amamos a nuestro hermano, primero porque tenemos una naturaleza en nosotros que quiere hacerlo, y segundo, porque tenemos un mandato de Dios para hacerlo.
EL AMOR DIVINO PROBADO POR NUESTRA OBEDIENCIA (Capítulo 5:1-3).— Esto naturalmente conduce a la siguiente prueba de Juan: la prueba de la obediencia. Dice: “Todo aquel que cree que Jesús es el Cristo, es nacido de Dios: y cualquiera que ama al que ha engendrado, ama también al que es nacido de Él. En esto conocemos que amamos á los hijos de Dios, cuando amamos á Dios, y guardamos Sus mandamientos. Porque este es el amor de Dios, que guardemos Sus mandamientos; y Sus mandamientos no son penosos”. Si alguien es verdaderamente nacido de Dios, creerá en Cristo y amará a Dios; probará su realidad amando a todos los engendrados de Dios, es decir, a sus hermanos (versículo 1). Nota: Juan no dice que uno nace de Dios al creer que Jesús es el Cristo. Eso sería “poner el carro delante de los bueyes”. Sería hacer al nuevo nacimiento el resultado de recibir a Cristo. La verdad es que una persona no cree en el Señor Jesús para nacer de nuevo; ella cree en Él porque nació de nuevo (Juan 1:12-1312But as many as received him, to them gave he power to become the sons of God, even to them that believe on his name: 13Which were born, not of blood, nor of the will of the flesh, nor of the will of man, but of God. (John 1:12‑13)). En cuanto al orden de estas cosas, Dios comienza la obra en el alma de una persona al impartir vida soberanamente a través del nuevo nacimiento, por medio de lo cual la persona recibe fe para creer en el evangelio y ser salva (Efesios 2:88For by grace are ye saved through faith; and that not of yourselves: it is the gift of God: (Ephesians 2:8)). Sin esta obra inicial de Dios dar a las almas un nuevo nacimiento, nadie vendría a Cristo para ser salvo (Juan 6:4444No man can come to me, except the Father which hath sent me draw him: and I will raise him up at the last day. (John 6:44)).
Demostramos que amamos a Dios y a Sus hijos por obedecer a los mandamientos de Dios (versículo 2). El amor que cede en los principios no es amor divino. El amor divino nunca suplantará la obediencia. Si verdaderamente tenemos el amor de Dios en nosotros, obedeceremos los principios de Su Palabra, incluso si eso significa reprender o apartarnos de un creyente que anda en voluntad propia. Para la persona que ama a Dios y posee Su naturaleza, Sus mandamientos no serán “penosos” porque tiene una nueva naturaleza que quiere hacer la voluntad de Dios (versículo 3). Cuando Su voluntad nos es revelada a través de Sus mandamientos, la nueva vida en nosotros se deleita en hacerla. Pedirnos hacer algo que queremos hacer no nos es pesado.
Así que tenemos tres cosas aquí que marcan a todo verdadero hijo de Dios:
• Fe en Cristo (versículo 1a).
• Amor por Dios (versículo 1b).
• Amor por los nacidos de Dios (versículo 2).
AMOR DIVINO PROBADO AL VENCER AL MUNDO (Capítulo 5:4-5).— Juan continúa hablando de una última cosa que es prueba de que el amor de Dios habita en el creyente y que él es un verdadero hijo de Dios: cuando ese amor, disfrutado en el alma, libera al creyente del mundo y sus atractivos. Juan dice: “Porque todo aquello que es nacido de Dios vence al mundo: y esta es la victoria que vence al mundo, nuestra fe. ¿Quién es el que vence al mundo, sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios?”. (La palabra “Porque” aquí conecta estos dos versículos con el pasaje anterior sobre el amor de Dios).
Aprendemos de este pasaje que la “victoria” sobre el mundo y su poder para desviarnos de hacer la voluntad de Dios se logra mediante dos cosas. En primer lugar, está lo que Dios hace al comunicarnos la vida divina a través del nuevo nacimiento. Esta nueva vida tiene la capacidad de disfrutar de las cosas divinas que son infinitamente mejores que las cosas de este mundo. En segundo lugar, está lo que debemos hacer, que es tener los ojos de la fe fijos en Cristo, el Hijo de Dios, el centro del mundo en lo alto. Esto muestra que nuestra victoria sobre el mundo no es todo obra de Dios; también tenemos parte de responsabilidad en ello. Debemos participar con Él en esta victoria.
Vemos por medio de esto que poseer la vida divina no es suficiente en sí mismo para liberar a una persona del mundo; esta vida necesita un Objeto —“Jesús ... el Hijo de Dios”—. Cuando la fe del creyente se apodera de esa escena en lo alto, la cual el Señor llamó “aquel siglo [mundo] y ... la resurrección” (Lucas 20:3535But they which shall be accounted worthy to obtain that world, and the resurrection from the dead, neither marry, nor are given in marriage: (Luke 20:35)), este mundo presente pierde su encanto. Teniendo un Objeto más brillante ante nuestras almas, las atracciones de este pobre mundo pierden su atractivo para nosotros porque hemos probado algo incomparablemente mejor.
¡Oh pompa y gloria mundanas, sus encantos en vano me llaman!
¡He escuchado una historia más dulce! ¡He hallado una mejor ganancia!
Donde Cristo prepara un lugar, está mi amada morada;
Allí contemplaré a mi Jesús; allí moraré con mi Dios.
(Himnario Hymns for the Little Flock [Himnos para el pequeño rebaño], nº16 en el apéndice)
La “fe” de la que habla Juan aquí en el versículo 4 no es la fe para ser salvo de la pena de nuestros pecados, sino la fe para vivir la vida cristiana (2 Corintios 5:77(For we walk by faith, not by sight:) (2 Corinthians 5:7); Gálatas 2:2020I am crucified with Christ: nevertheless I live; yet not I, but Christ liveth in me: and the life which I now live in the flesh I live by the faith of the Son of God, who loved me, and gave himself for me. (Galatians 2:20)), cuya meta es Cristo en gloria (Filipenses 3:1414I press toward the mark for the prize of the high calling of God in Christ Jesus. (Philippians 3:14)). También aprendemos de esto que la victoria sobre el mundo no se logra retirándonos de la sociedad, por ejemplo, aislándonos en un monasterio. El aislamiento no es la respuesta. Tampoco se obtiene imponiéndonos leyes y reglas de conducta, que son meras herramientas externas. Como muestra Juan aquí, se trata de que el corazón esté ocupado con Cristo y con el amor de Dios. Cuando la fe obra en nuestras vidas y nosotros, a través de la comunión con las Personas divinas, disfrutamos de las cosas celestiales, la influencia del mundo pierde su poder sobre nosotros y obtenemos la victoria sobre él alejándonos de él.
El camino de Dios para la victoria sobre el mundo se puede ver en la vida de Moisés. “Por fe dejó á Egipto, no temiendo la ira del rey; porque se sostuvo como viendo al Invisible” (Hebreos 11:2727By faith he forsook Egypt, not fearing the wrath of the king: for he endured, as seeing him who is invisible. (Hebrews 11:27)). Su fe se apoderó de Aquel que es invisible, y consideró Su oprobio como “mayores riquezas ... que los tesoros de los Egipcios” (Hebreos 11:2626Esteeming the reproach of Christ greater riches than the treasures in Egypt: for he had respect unto the recompence of the reward. (Hebrews 11:26)), por lo que fue guiado a dejar atrás a Egipto (que representa figurativamente a este mundo). Teniendo ante él algo que era más grande que cualquier cosa que el Faraón pudiera ofrecer, la decisión de renunciar a Egipto y separarse de él fue simple.
Este principio divino puede usarse para probar la profesión de una persona. Si el amor divino disfrutado en el alma libera al creyente del mundo, lo contrario también será cierto. Si una persona profesa ser un hijo de Dios, pero vive habitualmente persiguiendo las cosas mundanas y vive sobre los principios mundanos, es un fuerte indicador de que puede que no sea veraz, sino que tiene una profesión vacía.
Un resumen de lo que hace el amor de Dios
• Nos trae la vida eterna* (capítulo 4:9).
• Efectúa la propiciación por nuestros pecados (capítulo 4:10).
• Se reproduce en sus objetos, haciendo que manifiesten a Dios y testifiquen de Su gracia (capítulo 4:11-16).
• Nos da denuedo y confianza en el juicio, echando el miedo de nuestro corazón (capítulo 4:17-18).
• Se complace en amar a sus hermanos (capítulo 4:19-21).
• Se complace en obedecer (capítulo 5:1-3).
• Vence al mundo (capítulo 5:4-5).