Ezequiel 11

{{{{{{{{{{{{{{{{{{{{{{{{{{{{{{{{{{{{{{{{{{{{{{{{{{{{{{{{{{{{{{{{{{{{{{{{{{{{{{{{{{{{tcl84}tcl83}tcl82}tcl81}tcl80}tcl79}tcl78}tcl77}tcl76}tcl75}tcl74}tcl73}tcl72}tcl71}tcl70}tcl69}tcl68}tcl67}tcl66}tcl65}tcl64}tcl63}tcl62}tcl61}tcl60}tcl59}tcl58}tcl57}tcl56}tcl55}tcl54}tcl53}tcl52}tcl51}tcl50}tcl49}tcl48}tcl47}tcl46}tcl45}tcl44}tcl43}tcl42}tcl41}tcl40}tcl39}tcl38}tcl37}tcl36}tcl35}tcl34}tcl33}tcl32}tcl31}tcl30}tcl29}tcl28}tcl27}tcl26}tcl25}tcl24}tcl23}tcl22}tcl21}tcl20}tcl19}tcl18}tcl17}tcl16}tcl15}tcl14}tcl13}tcl12}tcl11}tcl10}tcl9}tcl8}tcl7}tcl6}tcl5}tcl4}tcl3}tcl2}tcl1}Ezekiel 10
Los líderes de iniquidad juzgaron; el remanente distinguido y bendecido; la gloria de Jehová abandona la ciudad
En el capítulo 11 Dios juzga a los líderes de iniquidad, que se consolaron pensando que la ciudad era inexpugnable.1 Deben ser sacados de en medio de ella y juzgados en la frontera de Israel. Uno de estos hombres malvados muere en presencia del profeta, lo que saca a relucir el dolor de su corazón y su intercesión por Israel. En respuesta, Dios distingue a los que están en Jerusalén de los cautivos. En cuanto a esto último, Dios había sido un santuario para ellos dondequiera que estuvieran. Él los restauraría y les devolvería la tierra. Él los purificaría y les daría un corazón nuevo. Ellos deberían ser Su pueblo, y Él sería su Dios. Pero en cuanto a los que andaban tras sus abominaciones, sus caminos debían ser visitados sobre ellos en juicio. El remanente siempre se distingue, y la conducta individual es la condición de la bendición, excepto que ellos, los fieles, se establecen como el pueblo de Dios al final.
(1. Se recordarán las exhortaciones de Jeremías: someterse a Nabucodonosor, e incluso abandonar la ciudad y salir a él).
La gloria de Jehová entonces abandona la ciudad y se encuentra en el Monte de los Olivos, del cual Jesús ascendió, y al cual descenderá nuevamente para la gloria de Israel. Esta parte de la profecía termina aquí.