Introducción

GOS
Los cuatro Evangelios son testimonios coincidentes del Señor Jesucristo, y valiosos como tales. Pero no debemos leerlos como meramente explicativos o suplementarios. Obtenemos una visión completa de nuestro Señor Jesucristo sólo al discernir su distinción en carácter y propósito.
Incluso en las historias de los hombres podemos percibir esto. Un biógrafo puede darnos al hombre en su vida doméstica, otro en su vida política; Pero para que podamos conocerlo plenamente, debemos verlo en ambos, y tal vez en muchas otras conexiones. Y uno de esos biógrafos no solo seleccionará hechos particulares, sino que notará circunstancias distintas en los mismos hechos. Lo mismo vemos en los cuatro Evangelios. Y si sabemos, si no la necesidad, al menos la conveniencia, de esto, cuando un simple hombre es el tema, cuánto más podemos esperar encontrarlo así cuando nos hemos ensayado los caminos de Aquel que llena una variedad tan bendita de relaciones, tanto con Dios como con el hombre, como el Señor Jesucristo.
El Espíritu Santo, que habló por los profetas y otros antiguos y santos plumas de las Escrituras, había hecho esto antes de los tiempos de los evangelistas. En el Primer Libro de Crónicas, por ejemplo, vemos a David bajo una luz diferente de aquella en la que lo vemos en los Libros de Samuel. En los libros de Samuel obtenemos su historia en general; pero en el Primer Libro de las Crónicas lo vemos no en todos los acontecimientos de su vida, como en Samuel, sino en aquellas escenas y acciones que lo constituyeron en un tipo del Señor que es el Hijo de David. Y así, en el Segundo Libro de Crónicas, en cuanto a Salomón. No obtenemos su historia completa allí, como en el Primer Libro de los Reyes. Todos sus pecados son pasados de largo. Porque no era como su historiador que el Espíritu de Dios estaba empleando la pluma del escriba, mientras rastreaba a Salomón en las Crónicas. Más bien lo estaba presentando como el tipo de ese gran Hijo de David, y Rey de Israel, en toda su belleza, la jactancia de su propio pueblo y el objeto del deseo de toda la tierra.
Todo esto es sólo plenitud y variedad, y no incongruencia; y debemos tener gracia para admirar la perfección de la sabiduría de Dios, en Sus santos oráculos, en esto. Y en cuanto a los caminos del bendito Señor que, en esta variedad, nos son dados, no necesito decir que todo es perfección. Ya sea este camino o el que Él toma ante nosotros, cualquiera que sea la relación que sostenga, cualquier afecto que llene Su alma, aunque sea diferente, todo es perfecto. Él puede pasar ante nosotros en la elevación consciente del Hijo de Dios, o en las simpatías del Hijo del Hombre; podemos verlo en conexión judía, en Mateo; o más ampliamente en el extranjero, como entre los hombres, en Lucas; como el Siervo de la variada necesidad de los pecadores, en Marcos; o como el extranjero solitario del cielo, en Juan; Aún así, todo es perfección. Y discernir y rastrear esto, es a la vez el beneficio y el deleite del discípulo. “Tus testimonios son maravillosos; por tanto, mi alma los guarda”.