La gloria moral del Señor Jesucristo: Parte 1

J.G. Bellett
Bien podemos meditar en las condescendencias, la fidelidad, la infinitud, la sencillez, la grandeza, la elevación de todo lo que forma y marca Su camino delante de nosotros. El Señor tenía mucho que hacer con Pedro, más que con cualquiera de los discípulos mientras estaba ministrando en medio de ellos, y encontramos lo mismo después de que se levantó de los muertos. Pedro es el que ocupa, por decirlo así, el último capítulo entero del evangelio de Juan. Allí el Señor sigue consigo la obra benigna que Él había empezado antes de dejarle, y la lleva a cabo exactamente desde el punto en que la dejó. Pedro había traicionado la confianza especial de sí mismo. Aun cuando todos se escandalizasen, él no lo haría, dijo; y aunque tuviese que morir con su Maestro, no le negaría, pero su Maestro le había hablado de la vanidad de tales jactancias y también le había contado de Su oración por él para que su fe no faltase. Y cuando se encontró que la jactancia había sido en verdad una vanidad, y Pedro negó a su Señor, hasta con un juramento, su Señor lo miró, y esta mirada tuvo su bendita operación. La oración y la mirada habían sido válidas. La oración había conservado su fe de caer, pero la mirada había quebrantado su corazón. Pedro no “se fue lejos”, sino que Pedro lloró, y “lloró amargamente”. Al principio de este capítulo (Juan 21), encontramos a Pedro en esta condición —en la condición en que la oración y la mirada le habían puesto—. De que su fe no había fallado, se encontraba él capacitado de dar una prueba dulce; porque tan pronto como supo que era su Señor el que estaba en la ribera, se echó al agua para llegar hasta Él; sin embargo, no como un penitente, como si no hubiera llorado ya, sino como uno que podía confiarse a sí mismo en Su presencia con un corazón seguro; y de esa manera su bendito y benigno Señor le acepta, y comen juntos en la ribera. La oración y la mirada ya habían hecho su obra en Pedro, y no habían de repetirse. El Señor sencillamente sigue con Su obra empezada de esa manera, para conducirla a su perfección. De acuerdo con esto, la oración y la mirada ahora van seguidas por la palabra. La restauración sigue a la convicción y a las lágrimas. Pedro es colocado en el lugar de fortalecer a sus hermanos, como su Señor le había dicho a él una vez; y también en el lugar de glorificar a Dios por su muerte, un privilegio que él había perdido por medio de su incredulidad y negación.
Esta era la palabra de restauración, seguida a la oración que ya había sostenido la fe de Pedro y la mirada que ya había quebrantado su corazón. El Señor había enseñado (en el tiempo de Juan 13) a este mismo amado Pedro que un hombre lavado ya no tenía que ser lavado de nuevo, solamente sus pies; y exactamente de esta manera ahora Él obra con él. No le vuelve a hacer pasar otra vez por el proceso de Lucas 5 cuando la carga de peces le abrumó, y descubrió que era un pecador; pero sí le lava los pies sucios. Le restaura y le vuelve a poner en su debido lugar otra vez. (Véase Juan 21:15-1715So when they had dined, Jesus saith to Simon Peter, Simon, son of Jonas, lovest thou me more than these? He saith unto him, Yea, Lord; thou knowest that I love thee. He saith unto him, Feed my lambs. 16He saith to him again the second time, Simon, son of Jonas, lovest thou me? He saith unto him, Yea, Lord; thou knowest that I love thee. He saith unto him, Feed my sheep. 17He saith unto him the third time, Simon, son of Jonas, lovest thou me? Peter was grieved because he said unto him the third time, Lovest thou me? And he said unto him, Lord, thou knowest all things; thou knowest that I love thee. Jesus saith unto him, Feed my sheep. (John 21:15‑17)).
¡Maestro perfecto! El mismo para nosotros, ayer, hoy y para siempre; el mismo en Su destreza perfecta y benigna de amor, siguiendo con la obra que Él ya había comenzado, resumiendo, como el Señor resucitado, el servicio que había dejado sin terminar cuando fue quitado de ellos, resumiéndola en el punto exacto, tejiendo el pasado al servicio presente con la gracia y destreza más hábiles.