Sacerdocio de los Creyentes

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Hay tres esferas de privilegio y responsabilidad que los cristianos tienen en la casa de Dios—sacerdocio, don y oficio.
En cuanto al sacerdocio de los creyentes, el libro de Apocalipsis nos enseña que todos los cristianos son “sacerdotes para Dios,” y que fueron hechos así por la obra consumada de Cristo en la cruz (Apocalipsis 1:6, 5:10). El apóstol Pedro confirma esto al decir que somos “un sacerdocio santo” que tenemos el privilegio de “ofrecer sacrificios espirituales, agradables á Dios por Jesucristo” (1 Pedro 2:5, 2:9). Puesto que todos somos sacerdotes, la epístola a los hebreos exhorta a los cristianos en general a acercarse a Dios dentro del velo (en el lugar santísimo), y participar de algo que sólo los sacerdotes pueden hacer (Hebreos 10:19-22). Tal exhortación no fue dada a ningún otro sino a aquellos que son sacerdotes. Por otra parte, el hecho de que esta epístola dice que el Señor es “gran sacerdote” implica que los demás sacerdotes están por debajo de Él.
Puesto que la Escritura enseña que todos los cristianos son sacerdotes, y que todos los hermanos tienen un mismo privilegio de ejercer su sacerdocio públicamente en la asamblea, en reuniones para el culto y la oración, tenemos simplemente que esperar en el Espíritu de Dios para llevar a cabo las oraciones y alabanzas de los santos. Si permitimos que Él conduzca la asamblea, en Su legítimo lugar, Él guiará a uno y a otro hermano para expresar audiblemente la adoración y la alabanza como boca de la asamblea. Claro que el ejercicio de las funciones sacerdotales no se limita a la asamblea, sino que puede ser ejercido privadamente también—en cualquier lugar y en cualquier momento.