Santificación

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Este término significa “ser hecho santo por ser apartado”. Puede ser aplicado a:
•  Personas (Éxodo 13:2; Juan 10:36; 1 Corintios 7:14).
•  Lugares (Éxodo 19:23, 29:43).
•  Cosas (Génesis 2:3; Éxodo 40:10-11; 1 Timoteo 4:5).
Con relación a las personas, existen tres aspectos principales en el Nuevo Testamento. Estos son:
1) Santificación Absoluta o Posicional
Este aspecto es el resultado de una obra de Dios hecha en el creyente por medio del nuevo nacimiento (1 Corintios 6:11; 2 Tesalonicenses 2:13; 1 Pedro 1:2) y para el creyente por ser justificado por la fe en Cristo (Hechos 20:32, 26:18; Romanos 1:1; 1 Corintios 1:2, 1:30; Hebreos 10:10, 10:14, 13:12; Apocalipsis 22:11). Como resultado, el creyente, que una vez estaba entre la masa de personas no salvas que se dirigen a una eternidad perdida, ha sido separado en una nueva posición ante Dios. Este aspecto de la santificación es algo hecho una sola vez en la vida de un creyente. Todo cristiano ha sido santificado en este sentido posicional—independientemente del estado en que su vida práctica puede estar.
2) Santificación Progresiva o Práctica
Este aspecto es el resultado del creyente siendo ejercitado sobre su estado moral y espiritual. Por la gracia de Dios, el creyente busca perfeccionar la santidad en su vida de forma práctica. Ver Juan 17:17; Romanos 6:19; 2 Corintios 7:1; 1 Tesalonicenses 4:4-7, 5:23; Efesios 5:26-27 y Hebreos 12:14. Este aspecto de la santificación debe ser un ejercicio diario en la vida del creyente de forma continua.
3) Santificación Relativa o Provisoria
Este aspecto tiene que ver con personas siendo colocadas en un lugar limpio en la tierra por medio de la separación, sin necesariamente tener una obra de fe interior en su alma.
En el caso de un matrimonio donde uno de los cónyuges es salvo y el otro no, el incrédulo es “santificado” en un sentido relativo por su asociación con el cónyuge creyente (1 Corintios 7:14). Esto no significa que el incrédulo sea salvado de esa forma, sino que está en un lugar de privilegio santo.
En el caso de aquellos asociados con Abraham, Romanos 11:16 afirma que están en un lugar de santidad relativa. El punto que el apóstol establece en este versículo es que si la “raíz” de la nación de Israel (Abraham) ha sido establecida en un lugar de privilegio en relación con Dios, entonces las “ramas” (descendientes de Abraham) están en ese lugar “santo” también (Deuteronomio 7:6, 14:2; 1 Reyes 8:53; Amos 3:33Can two walk together, except they be agreed? (Amos 3:3)). Él no está hablando de lo que es vital por medio del nuevo nacimiento, sino de estar en un lugar de favor y privilegio exteriores.
El apóstol Pablo también se refiere a alguien que se purifica de la confusión que ha entrado a la casa de Dios (la Cristiandad) apartándose “de iniquidad” y así siendo “santificado” en este sentido relativo (2 Timoteo 2:19).
La santificación relativa también es vista en Hebreos 10:29. Los judíos que profesaban fe en Cristo, en aquellos días, habían entrado en terreno cristiano, y, por lo tanto, habían sido “santificados,” en un sentido relativo, por la sangre de Cristo. Una vez más, estar en este lugar santificado no significa necesariamente que ellos eran salvos. El escritor de la epístola les advierte que, si ellos abandonaban esa posición y volvían al judaísmo, probarían ser apóstatas, y no habría nada más que juicio esperándoles (Hebreos 10:30-31).
El Señor mismo también fue “santificado” en este sentido relativo. Él fue separado para venir al mundo con el fin de cumplir la voluntad de Dios (Juan 10:36). Él también se separó para dejar este mundo y volver al Padre (Juan 17:19).
Una persona también es capaz de apartarse para hacer el mal (Isaías 66:17).
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J. N. Darby advirtió sobre el peligro de enfatizar excesivamente el lado práctico de la santificación, afirmando que podría ser entendido por algunos como que una persona puede hacerse aceptable a Dios en su estado natural, por medio de limpiar su vida. Él señaló que, si las personas no fuesen inicialmente separadas delante de Dios por medio de la santificación absoluta, la santificación se convertiría en un mero ajuste gradual hecho por el hombre en su estado natural para alcanzar la aceptación delante de Dios—lo que, por supuesto, no puede ser (Collected Writings, vol. 10, p. 78). No obstante, es exactamente esto lo que ha sucedido en la historia de la Iglesia. Muchas almas ignorantes, a lo largo de los años, intentaron mejorarse por la observancia de la ley y por la moderación con la esperanza de llegar a ser aceptables ante Dios. Tal idea no ve la carne como irremediablemente mala y esencialmente ignora la necesidad del nuevo nacimiento. Por lo tanto, es preciso que haya equilibrio en el ministerio cristiano al presentar la verdad de la santificación, y así evitar suposiciones erróneas, como la que el Sr. Darby mencionó. De hecho, la Escritura se refiere a la santificación en su sentido posicional con más frecuencia que en los sentidos prácticos y relativos.