Ser llenos del Espíritu

Ahora, veamos el ser llenos del Espíritu. Podría preguntarse: “¿Si todas estas cosas son el resultado de tener al Espíritu morando en nosotros, por qué hay tan poco de Cristo en mí? ¿Por qué disfruto tan poco de mis bendiciones? ¿Por qué lucho con la carne, y tengo tan poco poder para vivir una vida santa para Cristo?”.
Vayamos a Efesios 5:18-21: “Y no os embriaguéis de vino, en lo cual hay disolución; mas sed llenos de Espíritu; hablando entre vosotros con salmos, y con himnos, y canciones espirituales, cantando y alabando al Señor en vuestros corazones ... sujetados los unos á los otros en el temor de Dios”.
Aquí tenemos la respuesta a estas preguntas: ¡debemos estar llenos del Espíritu! No es suficiente con tener al Espíritu morando en nosotros; debemos ser llenos con el Espíritu. Ser “llenos de Espíritu” significa tener al Espíritu de Dios controlando cada parte de nuestra vida. Ahora, no hay ninguna exhortación en las Escrituras que nos diga que debemos ser habitados por el Espíritu (porque Dios hace que eso suceda en el momento en que creemos en el evangelio de nuestra salvación, como ya hemos señalado), pero hay una exhortación en las Escrituras de ser llenos con el Espíritu, y eso es algo completamente diferente. Una cosa es que poseamos el Espíritu de Dios, pero otra muy diferente es que ¡el Espíritu de Dios nos posea! Esto es, permitirle a Él tomar el control de cada parte de nuestras vidas.
Algunas veces escuchamos este tema (el de entregarle al Señor cada parte de nuestras vidas) presentada como si los cristianos lo hubieran hecho, excepto que tal vez, están manteniendo un pequeño rincón para sí mismos, para hacer su propia voluntad en sus vidas, y como si esa pequeña parte reservada para sí mismos está impidiendo que progresen espiritualmente. Saben, esto puede ser verdad para algunos, pero en realidad, la mayoría de nosotros ¡ni siquiera hemos llegado hasta ese nivel! Vivimos en tiempos en los que la mayor parte del tiempo sería más acertado decir que la vida de la mayoría de los cristianos gira en torno a sí mismos, y solo en pequeña parte a Cristo. Nuestras vidas están a menudo llenas con nuestros propios intereses y ambiciones, y eso impide que el Espíritu de Dios trabaje en nosotros, de modo que no recibimos el beneficio de esas cosas maravillosas que hemos estado considerando. Por lo tanto, ser llenos del Espíritu es algo esencial, ¡algo que todos necesitamos!
Hace muchos años atrás en Alemania, un órgano de tubos de renombre mundial fue construido dentro de una gran catedral; ¡era algo magnífico! Un día un visitante vino a la catedral y preguntó si podía tocar el órgano. El vigilante le dijo al visitante que él no tenía permitido dejar tocar el instrumento a extraños. El visitante insistió y persistió, y finalmente, el vigilante le permitió sentarse en el órgano. Inmediatamente, la música más hermosa brotó de ese órgano y llenó la catedral. El vigilante quedó atónito y se quedó quieto donde estaba, maravillado mientras escuchaba los maravillosos sonidos que resonaban en el edificio. Después de que el visitante hubiese tocado por un tiempo y estaba a punto de irse, el vigilante se le acercó corriendo y le preguntó: “¿Quién es usted?”. Él respondió: “Mendelssohn”; ¡era el gran compositor en persona! Entonces el vigilante avergonzado le dijo: “Imagínese; aquí estaba yo, negándole a usted, un hombre de tal estatura y habilidad, y el más grande compositor de Europa, la oportunidad de tocar este órgano. Me avergüenzo de mí mismo”.
Me gusta pensar en esa historia en relación con la presencia del Espíritu de Dios. Siendo el Espíritu de Dios mucho más que cualquier compositor famoso, pues Él es una Persona Divina, ha entrado en nuestros corazones porque hemos sido salvados, sellados y habitados por Él al creer en el evangelio. ¿Pero hemos nosotros, tal cual como el vigilante, impedido al más gran Compositor de todos sentarse y tomar el control de nuestras vidas para crear, por así decirlo, “música hermosa” para la gloria de Dios? Así sucede con muchos cristianos hoy en día. Si somos sinceros, debemos admitir que hemos puesto obstáculos, impidiendo que el Espíritu llene nuestras vidas con lo que sería para la gloria de Dios y para nuestra bendición. Debemos rendirnos al Señor y ser llenos con el Espíritu, permitiéndole a Él tomar el lugar que le corresponde en nuestras vidas. No lo lamentaremos. Él llenará nuestros corazones con las cosas de Cristo, y nos hará las personas más felices y satisfechas en este mundo.
He notado en Hechos 2 que la llenura del Espíritu está asociada con comunión; en el capítulo cuatro está asociada con oración y la Palabra de Dios; en el capítulo siete la llenura del Espíritu está asociada con dar testimonio de Cristo; y en el capítulo once está asociada con el ministerio hacia las necesidades de los santos. Y en Efesios 5, la llenura del Espíritu está conectada con cantar y hacer melodía en nuestros corazones. Si estamos ocupados con estas cosas, entonces seremos llenos con el Espíritu.