Vida Práctica Cristiana

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Cuando los jóvenes recién casados establecen un hogar nuevo, les conviene dar consideración seria a la vida práctica cristiana que han de llevar, q.d.: la economía doméstica, cuánto cuesta la casa, muebles, ropa, alimentos, medicinas, libros, regalos, recreos, transporte, etc. No agrada a Dios y no mantiene la felicidad hogareña, el gastar hasta el último centavo de nuestros ingresos; o peor aún, contraer deudas (Pr. 22:26-27).
En el día de hoy es muy fuerte la tendencia de adoptar un nivel de vida más alto de lo que el sueldo del joven esposo alcanza, olvidando que en la mayoría de los casos sus padres empezaron la vida conyugal muy sencillamente y vivían dentro de sus medios. “Grande granjería es la piedad con contentamiento” (1 Ti. 6:6). No es el nivel de vida lo que constituye el bienestar y la prosperidad de los esposos cristianos, más bien la piedad con contentamiento.
Algunos de los cristianos más felices son aquellos que tienen poco de los bienes de este mundo, pero disfrutan de Cristo y de las cosas de Dios y siguen adelante con gozo y contentamiento.
Aun del punto de vista meramente natural, para los jóvenes casados es una experiencia placentera el trabajar juntos arreglando una casa vieja, componiendo y pintando algunos muebles usados, preparando un huerto, etc.
“No debáis a nadie nada” (Ro. 13:8). Para los jóvenes casados, una de las cargas más pesadas por soportar es la de contraer deudas. Hoy en día se facilita tanto a plazos con poco o aun sin ninguna cuota inicial, y tanto insisten los vendedores a los jóvenes esposos, que ellos pueden sumergirse en deudas antes de que se den cuenta. De este modo su sueldo puede estar sobrecargado por años venideros. Oímos decir de una pareja que compró tantas cosas a plazos que la suma de los abonos ¡excedía sus ingresos! “No debáis a nadie nada.” No sabemos qué dará de sí el día de mañana. El sobrecargarnos con obligaciones que podemos pagar sólo con trabajo estable y en cierto nivel de ingresos, es poco menos que jactarnos del futuro. “El que toma prestado, siervo es del que empresta” (Pr. 22:7).
Hay otra consideración también: si nos enfermáramos o estuviéramos incapacitados, y así no podríamos pagar nuestras deudas, nuestros acreedores perderían. ¿Sería esto de acuerdo con un buen testimonio cristiano honroso al Señor? “No debáis a nadie nada.”
En resumen, procuremos sinceramente vivir dentro de los medios que el Señor nos ha dado, perseverando en ello con acciones de gracias y contentamiento, teniendo buena conciencia, y deseando comportarnos bien en todo.