Éx. 25:18‑22• 18Harás también dos querubines de oro, labrados á martillo los harás, en los dos cabos de la cubierta.
19Harás, pues, un querubín al extremo de un lado, y un querubín al otro extremo del lado opuesto: de la calidad de la cubierta harás los querubines en sus dos extremidades.
20Y los querubines extenderán por encima las alas, cubriendo con sus alas la cubierta: sus caras la una enfrente de la otra, mirando á la cubierta las caras de los querubines.
21Y pondrás la cubierta encima del arca, y en el arca pondrás el testimonio que yo te daré.
22Y de allí me declararé á ti, y hablaré contigo de sobre la cubierta, de entre los dos querubines que están sobre el arca del testimonio, todo lo que yo te mandaré para los hijos de Israel. (Éx. 25:18‑22)
1 R. 6:23‑30• 23Hizo también en el oráculo dos querubines de madera de oliva, cada uno de altura de diez codos.
24La una ala del querubín tenía cinco codos, y la otra ala del querubín otros cinco codos: así que había diez codos desde la punta de la una ala hasta la punta de la otra.
25Asimismo el otro querubín tenía diez codos; porque ambos querubines eran de un tamaño y de una hechura.
26La altura del uno era de diez codos, y asimismo el otro.
27Y puso estos querubines dentro de la casa de adentro: los cuales querubines extendían sus alas, de modo que el ala del uno tocaba á la pared, y el ala del otro querubín tocaba á la otra pared, y las otras dos alas se tocaban la una á la otra en la mitad de la casa.
28Y vistió de oro los querubines.
29Y esculpió todas las paredes de la casa alrededor de diversas figuras, de querubines, de palmas, y de botones de flores, por de dentro y por de fuera.
30Y cubrió de oro el piso de la casa, de dentro y de fuera. (1 R. 6:23‑30)
Ez. 1:15‑24• 15Y estando yo mirando los animales, he aquí una rueda en la tierra junto á los animales, á sus cuatro caras.
16Y el parecer de las ruedas y su obra semejábase al color del topacio. Y las cuatro tenían una misma semejanza: su apariencia y su obra como rueda en medio de rueda.
17Cuando andaban, se movían sobre sus cuatro costados: no se volvían cuando andaban.
18Y sus cercos eran altos y espantosos, y llenos de ojos alrededor en las cuatro.
19Y cuando los animales andaban, las ruedas andaban junto á ellos: y cuando los animales se levantaban de la tierra, las ruedas se levantaban.
20Hacia donde el espíritu era que anduviesen, andaban; hacia donde era el espíritu que anduviesen, las ruedas también se levantaban tras ellos; porque el espíritu de los animales estaba en las ruedas.
21Cuando ellos andaban, andaban ellas; y cuando ellos se paraban, se paraban ellas; asimismo cuando se levantaban de la tierra, las ruedas se levantaban tras ellos; porque el espíritu de los animales estaba en las ruedas.
22Y sobre las cabezas de cada animal aparecía expansión á manera de cristal maravilloso, extendido encima sobre sus cabezas.
23Y debajo de la expansión estaban las alas de ellos derechas la una á la otra; á cada uno dos, y otras dos con que se cubrían sus cuerpos.
24Y oí el sonido de sus alas cuando andaban, como sonido de muchas aguas, como la voz del Omnipotente, como ruido de muchedumbre, como la voz de un ejército. Cuando se paraban, aflojaban sus alas. (Ez. 1:15‑24)
Ez. 10:2‑22• 2Y habló al varón vestido de lienzos, y díjole: Entra en medio de la ruedas debajo de los querubines, é hinche tus manos carbones encendidos de entre los querubines, y derrama sobre la ciudad. Y entró á vista mía.
3Y los querubines estaban á la mano derecha de la casa cuando este varón entró; y la nube henchía el atrio de adentro.
4Y la gloria de Jehová se levantó del querubín al umbral de la puerta; y la casa fué llena de la nube, y el atrio se llenó del resplandor de la gloria de Jehová.
5Y el estruendo de las alas de los querubines se oía hasta el atrio de afuera, como la voz del Dios Omnipotente cuando habla.
6Y aconteció que, como mandó al varón vestido de lienzos, diciendo: Toma fuego de entre las ruedas, de entre los querubines, él entró, y paróse entre las ruedas.
7Y un querubín extendió su mano de entre los querubines al fuego que estaba entre los querubines, y tomó, y puso en las palmas del que estaba vestido de lienzos, el cual lo tomó y salióse.
8Y apareció en los querubines la figura de una mano humana debajo de sus alas.
9Y miré, y he aquí cuatro ruedas junto á los querubines, junto á cada querubín una rueda; y el aspecto de las ruedas era como el de piedra de Tarsis.
10Cuanto al parecer de ellas, las cuatro eran de una forma, como si estuviera una en medio de otra.
11Cuando andaban, sobre sus cuatro costados andaban: no se tornaban cuando andaban, sino que al lugar adonde se volvía el primero, en pos de él iban; ni se tornaban cuando andaban.
12Y toda su carne, y sus costillas, y sus manos, y sus alas, y las ruedas, lleno estaba de ojos alrededor en sus cuatro ruedas.
13A las ruedas, oyéndolo yo, se les gritaba: Rueda!
14Y cada uno tenía cuatro rostros. El primer rostro era de querubín; el segundo rostro, de hombre; el tercer rostro, de león; el cuarto rostro, de águila.
15Y levantáronse los querubines; este es el animal que vi en el río de Chebar.
16Y cuando andaban los querubines, andaban las ruedas junto con ellos; y cuando los querubines alzaban sus alas para levantarse de la tierra, las ruedas también no se volvían de junto á ellos.
17Cuando se paraban ellos, parábanse ellas, y cuando ellos se alzaban, alzábanse con ellos: porque el espíritu de los animales estaba en ellas.
18Y la gloria de Jehová se salió de sobre el umbral de la casa, y paró sobre los querubines.
19Y alzando los querubines sus alas, levantáronse de la tierra delante de mis ojos: cuando ellos salieron, también las ruedas al lado de ellos: y paráronse á la entrada de la puerta oriental de la casa de Jehová, y la gloria del Dios de Israel estaba arriba sobre ellos.
20Este era el animal que vi debajo del Dios de Israel en el río de Chebar; y conocí que eran querubines.
21Cada uno tenía cuatro rostros, y cada uno cuatro alas, y figuras de manos humanas debajo de sus alas.
22Y la figura de sus rostros era la de los rostros que vi junto al río de Chebar, su mismo parecer y su ser; cada uno caminaba en derecho de su rostro. (Ez. 10:2‑22)