Conclusión: Un cielo nuevo y una tierra nueva

Nuestras meditaciones han seguido al Señor desde la eternidad del seno del Padre hasta los días venideros del reino milenario. Hemos vigilado sus ascensos y descensos en las dispensaciones intermedias y señalado los vínculos entre las partes sucesivas en este gran misterio, o los momentos transitorios en las etapas de estas prodigiosas jornadas. Tenemos muy poca libertad de la Escritura (nuestra carta y brújula) para seguirlo a Él más allá. Los Salmos y los Profetas abren la puerta dentro del Reino venidero, y la abren ampliamente. Pero ellos escasamente nos llevan más allá. A lo menos, si ellos nos llevan a saber que hay aún regiones a la distancia, eso es todo lo que hacen. Nunca nos permiten profundizarlas.
De este Reino venidero ellos hablan una y otra vez como eterno. Y con razón, como es innecesario que lo diga, pero con razón en este sentido: que no ha de dar paso a ningún otro reino. Como Daniel dice de él: “Y este Reino no será dejado a otro pueblo” (Daniel 2:4444And in the days of these kings shall the God of heaven set up a kingdom, which shall never be destroyed: and the kingdom shall not be left to other people, but it shall break in pieces and consume all these kingdoms, and it shall stand for ever. (Daniel 2:44)). Ha de ser tan intransferible como el sacerdocio del mismo Cristo, el Hijo de Dios. Ha de ser tan duradero como la realeza, continuada por tanto tiempo como la autoridad “establecida de Dios” lo ha de ser; porque no ha de cesar mientras Él “a quien la autoridad pertenece” no tenga algo que hacer por medio de la autoridad. Pero aún así, ella en sazón, desempeñará su oficio y servicio, y entonces cesará.
De este misterio, este cesar y entrega del Reino tenemos una intimación verbal o literal en el Salmo 8. Ese Salmo celebra el señorío del Hijo del hombre, en el día de Su poder, sobre las obras de las manos de Dios. Pero este misterio contiene una intimación (como hallamos en un inspirado comentario sobre él en 1 Corintios 15:27-2827For he hath put all things under his feet. But when he saith all things are put under him, it is manifest that he is excepted, which did put all things under him. 28And when all things shall be subdued unto him, then shall the Son also himself be subject unto him that put all things under him, that God may be all in all. (1 Corinthians 15:27‑28)) de que el día del poder cederá a otro orden de cosas.
Tenemos también intimaciones morales del mismo misterio. Por ejemplo, la edad o dispensación que ahora estamos contemplando, ha de ser, como vemos, un reino, el tiempo de un cetro; y, como tal (¿no puedo decir?) debe tener un fin. ¿Podrá ser un cetro el símbolo de la eternidad divina, la eternidad de la presencia de Dios? Un cetro puede ejercer su poder prerrogativa que corresponde a su sazón; pero la Escritura nos llevaría a decir que no podría ser el símbolo de nuestra eternidad en la bendita presencia de Dios. Aun de Adam podría escasamente decirse que haya tenido un cetro. Él tuvo señorío; ¿pero fue exactamente el de un rey? Lo suyo fue señorío y herencia, más propiamente, no un reino. No fue gobierno real, aunque hubo la más completa sujeción a él, y el orden más perfecto. No se desarrolló un reino, en el progreso del trato y la sabiduría divinos, hasta después de mucho tiempo. Y todo esto sugiere, que cuando viene el tiempo de un reino, o el gobierno de un cetro, o el ejercicio de un poder real, tal forma de cosas no será final ni eterna. No puede, yo juzgo, dar reposo a los pensamientos que espiritual y escrituralmente se ejercen hacia Dios y Sus tratos. Un cetro de justicia no es un pensamiento tan elevado ni tan eterno como una morada de justicia; y eso es lo que la Escritura confirma (2 Pedro 3:1313Nevertheless we, according to his promise, look for new heavens and a new earth, wherein dwelleth righteousness. (2 Peter 3:13)).
Y más aún, como otra intimación moral de esta misma verdad, el Reino venidero no será sino una condición imperfecta de cosas. No necesitamos determinar hasta dónde puede haber necesidad de él o la demanda de su ejercicio; aun así el poder estará presente para ejercerse a sí mismo. Los profetas, como dijimos, midieron ampliamente este Reino, en su fortaleza, su extensión, su duración, su gloria, su paz y bienaventuranza, y cosas semejantes; pero a más de esto, la presencia de mal y de dolor es contemplada, aunque con autoridad para controlar y recursos para aliviar.
¿No es esta, entonces, pregunto, una mayor intimación de carácter moral de que tal orden de cosas ha de conducir a otro mejor? Seguramente que lo es. Pero hay más que esto aún; el Reino es una cosa delegada, una mayordomía; y siendo tal, podemos decir, en razonamiento divino o escritural, debe dar cuenta de sí mismo, y ser entregado. Pero aquí, amados, las meditaciones sobre Jesús mismo, el Hijo de Dios, invitan de nuevo al alma.
En este carácter de él, al cual me he referido ahora, Su Reino es como el tiempo pasado de Su humillación sobre la tierra, y Su presente tiempo de sacerdocio en el cielo. Todo, en un gran sentido, fue, o es, o será, mayordomía. Él vino a esta tierra nuestra para hacer la voluntad de Dios, y cuando la hubo cumplido, Él la entregó como un sacrificio; Su presente sesión en el cielo es una mayordomía. Como Pontífice allí, Él es fiel, “Fiel al que le constituyó, como también lo fue Moisés sobre toda Su casa” (Hebreos 3:22Who was faithful to him that appointed him, as also Moses was faithful in all his house. (Hebrews 3:2); Números 12:77My servant Moses is not so, who is faithful in all mine house. (Numbers 12:7)). Y conforme a estos modelos será el Reino y poder venideros. Será, como el resto, una mayordomía, aunque algo nuevo, algo que no había sido encomendado a Él o puesto en Sus manos antes; algo, también, muy glorioso y excelente: con todo, será una mayordomía. Y, siendo tal, habrá, a debido tiempo, que darse cuenta de ella, y entregarse. Y tal misterio está lleno de bienaventuranza, si tuviéramos siquiera fe y entrañas para disfrutarlo. Pues según esta manera maravillosa, la sujeción y la obediencia a Dios, de la indecible gloria de la Persona de Aquel que la reconoce y la rinde, y que el hombre, una criatura del polvo, ha desechado y rehusado, recibe tal valor, que todas las escrituras, desde la más alta hasta la más baja, nunca podían haberle impartido, aunque todas hubiesen perseverado en pleno y continuo servicio.
Y esta es una preciosa verdad que el alma pierde, en la medida que el enemigo le robe del entendimiento y comprensión que debemos tener de la Persona del Hijo.
El Hijo mismo se deleita en ser todo esto —el mayordomo o siervo de la voluntad de Dios, ya sea en gracia o en gloria, en humillación o en poder—. Y cuando nosotros, en el espíritu de adoración consideramos o recordamos quien es Él a través de todos los cambios y condiciones, podemos decir y diremos, que cambios y condiciones, ya sean las más altas o las más bajas, son nada. ¿Qué, en un sentido, puede levantar a tal Persona? ¿Pueden la gloria y un reino elevarlo a Él? La fe halla fácil de veras ver a tal Persona un mayordomo de poder y señorío y honores reales, cuando Él venga a sentarse sobre un trono, del mismo modo que fue Mayordomo cuando pisó en flaqueza y humillación el sendero de la vida. Tales distancias, en un sentido, no son nada para tal Persona como “el Hijo”. En otro sentido, la distancia, lo sabemos seguramente, es inmensa; porque Él entró en el dolor a su sazón, y entrará en el gozo en su sazón. Todo fue, y es, y será, real para Él, como dijimos antes, y por tanto, en otro sentido, la distancia es inmensa. El “Varón de dolores ‘tomará’ la copa de la salvación”. ¿Será eso nada? A Él que fue despreciado y rechazado, insultado y escarnecido, se doblará toda rodilla, toda lengua jurará. Pero la Persona es la misma a través de todo, Dios y hombre en un Cristo; y la fe, por tanto, lo recibe, que, habiendo sido el Mayordomo de la voluntad y gracia del Padre en días de humillación, Él puede todavía ser el Mayordomo del Reino del Padre en días de ensalzamiento y fortaleza.
Y así será, como nos lo dicen Escritura tras Escritura. “Cuando recibiré la congregación”, dice Cristo, anticipando el Reino, “yo juzgaré rectamente” (Salmo 75:2,2When I shall receive the congregation I will judge uprightly. (Psalm 75:2) versión King James); reconociendo así que Él está bajo comisión, o en mayordomía, cuando sea el Reino. Así, a igual intento, Él reconoce que el tiempo de Su recepción del Reino, y la distribución de las recompensas y honores del Reino, no están en Sus manos, sino en las manos del Padre (Marcos 13:3232But of that day and that hour knoweth no man, no, not the angels which are in heaven, neither the Son, but the Father. (Mark 13:32); Mateo 20:2323And he saith unto them, Ye shall drink indeed of my cup, and be baptized with the baptism that I am baptized with: but to sit on my right hand, and on my left, is not mine to give, but it shall be given to them for whom it is prepared of my Father. (Matthew 20:23)). Toda lengua en aquel día, es lo más seguro, confesará que Jesucristo es Señor; pero entonces, esto ha de ser “para gloria de Dios Padre”. El Señor mismo una y otra vez lo llama el Reino del Padre. Y además, Él será ungido para el ministerio de él, del mismo modo que fue ungido para el ministerio en los días de Su carne (Isaías 11:1-3; 61:1-21And there shall come forth a rod out of the stem of Jesse, and a Branch shall grow out of his roots: 2And the spirit of the Lord shall rest upon him, the spirit of wisdom and understanding, the spirit of counsel and might, the spirit of knowledge and of the fear of the Lord; 3And shall make him of quick understanding in the fear of the Lord: and he shall not judge after the sight of his eyes, neither reprove after the hearing of his ears: (Isaiah 11:1‑3)
1The Spirit of the Lord God is upon me; because the Lord hath anointed me to preach good tidings unto the meek; he hath sent me to bind up the brokenhearted, to proclaim liberty to the captives, and the opening of the prison to them that are bound; 2To proclaim the acceptable year of the Lord, and the day of vengeance of our God; to comfort all that mourn; (Isaiah 61:1‑2)
). Y más aún (¿puedo decirlo?) Él será Subalterno de Dios durante Su día de fortaleza, como ya Él ha sido, o como una vez fue, en Su día de dolor y flaqueza. Por tanto leemos, “Oraráse por Él continuamente”; según Salomón, el rey típico, por un acto público de intercesión, pone bajo el cuidado del Dios de Israel el reino que había recibido (Salmo 72; 2 Crónicas 6).
Todo esto es intimación moral de que debe haber una entrega del Reino; porque todo esto nos muestra que el Reino es una cosa delegada, una mayordomía; y, como dijimos, esta insinuación moral está afirmada por el razonamiento divino en 1 Corintios 15 y el Salmo 8. Todo es sujeción: Los regios días de poder, los auto-anonadantes días de dolor, los días celestiales de ministerio sacerdotal, todo es igualmente sujeción y servicio. Como Cristo no se glorificó a Sí mismo para ser hecho Pontífice, sino por Él que le dijo: “Mi Hijo eres Tú; Yo Te engendré hoy”; así, podemos decir, tampoco Él se glorificó a Sí mismo para hacerse Rey, sino Aquel que le dijo: “Siéntate a Mi diestra, en tanto que pongo tus enemigos por estrado de tus pies”. “Miraba yo en la visión de la noche, y he aquí en las nubes del cielo cómo un Hijo de hombre que venía, y llegó hasta el Anciano de días, e hiciéronle llegar delante de Él. Y le fue dado señorío, y gloria, y Reino” (Salmo 2:7; 110:17I will declare the decree: the Lord hath said unto me, Thou art my Son; this day have I begotten thee. (Psalm 2:7)
1<<A Psalm of David.>> The Lord said unto my Lord, Sit thou at my right hand, until I make thine enemies thy footstool. (Psalm 110:1)
; Daniel 7:13-1413I saw in the night visions, and, behold, one like the Son of man came with the clouds of heaven, and came to the Ancient of days, and they brought him near before him. 14And there was given him dominion, and glory, and a kingdom, that all people, nations, and languages, should serve him: his dominion is an everlasting dominion, which shall not pass away, and his kingdom that which shall not be destroyed. (Daniel 7:13‑14)).
Esta es la institución del Reino venidero de Cristo. Y por eso es una cosa delegada, tomada de las manos de otro, para a su tiempo ser devuelta. El Hijo, muy seguramente, será fiel, donde todos los otros han sido hallados faltos. De ellos está escrito: “Dios está en la reunión de los dioses; en medio de los dioses juzga”, pero del Hijo está escrito: “Tu trono, oh Dios, eterno y para siempre; vara de justicia la vara de Tu Reino; amaste la justicia y aborreciste la maldad; por tanto Te ungió Dios, el Dios Tuyo, con óleo de gozo sobre Tus compañeros” (Salmo 45; 82; Hebreos 1).
Pero todo esto aún nos dice que Él ostenta el Reino como una mayordomía. Sea la espada o el cetro del Reino, actúe Él como el David o como el Salomón, Él será igualmente fiel. Cuando Él salga a hacer juicio, o a pelear las batallas de Jehová, esto será así; como está dicho de Él: “El Señor a Tu diestra herirá a los reyes en el día de Su furor” (Salmo 110:55The Lord at thy right hand shall strike through kings in the day of his wrath. (Psalm 110:5)). Y otra vez: “Venid, ved las obras de Jehová, que ha puesto asolamientos en la tierra” (Salmo 46:88Come, behold the works of the Lord, what desolations he hath made in the earth. (Psalm 46:8)). Cuando Él se siente sobre el trono, o administre el Reino en paz, esto será así. “En integridad”, dice Cristo el Rey, “de corazón andaré en medio de Mi casa” (Salmo 101:22I will behave myself wisely in a perfect way. O when wilt thou come unto me? I will walk within my house with a perfect heart. (Psalm 101:2)). Y se dice de Él a Jehová: “Él juzgará Tu pueblo con justicia, y tus afligidos con juicio” (Salmo 72:22He shall judge thy people with righteousness, and thy poor with judgment. (Psalm 72:2)). Pero, otra vez yo digo, todo esto insinúa poder delegado, aunque en una mano peculiar. Su Reino perfeccionará aquello que concierne a él, como lo hizo Su muerte una vez para siempre, y como Su sacerdocio celestial lo está haciendo ahora día por día. Y entonces Su cetro será depuesto, cesará el Reino. Como está escrito: “Él entregará el Reino al Dios y Padre”. Y otra vez: “Entonces también el mismo Hijo se sujetará al que le sujetó a Él todas las cosas, para que Dios sea todas las cosas en todos”.
“Para que Dios sea todas las cosas en todos”. Sí, Dios por medio del Hijo, hizo el universo o las edades. Y cuando el universo o las edades hayan discurrido, y desempeñado el fideicomiso confiado a ellos; cuando las dispensaciones hayan manifestado los consejos y las obras y las glorias ordenadas a ellas; el Hijo, como Él en quien fueron encomendadas, y por quien fueron ordenadas, puede bien sujetarse a Él, Quien puso todas las cosas bajo el Hijo, para que Dios sea todas las cosas en todos.
Esta es la sujeción de oficio, la sujeción de Él a quien le fueron sujetas todas las cosas, a Aquel que le sujetó a Él todas las cosas. Ese es el carácter de esta sujeción. En cuanto a la Persona, distinta al oficio, es eterna. El Hijo es de la gloria de la Deidad, como lo es el Padre, y lo es el Espíritu Santo.
El Verbo eterno Tú eres, ¡oh Señor!,
El unigénito Hijo divinal,
Dios revelado en su inefable amor,
Viniendo aquí del orbe celestial.
Coro:
Digno, ¡oh Cordero de Dios, eres Tú!
¡Doblaos, rodillas, al Señor Jesús!
En Ti expresado en toda perfección
Ya brilla el ser del Padre con virtud;
¡Oh manantial de excelsa bendición,
De la Deidad misma eres “plenitud”!
Del “invisible” imagen Tú, Jesús,
A quien ninguno puede comprender,
Veraz fulgor de “inaccesible luz”,
¡Qué amor has dado al hombre a conocer!
Cual a otros seres, sobrepújanos
Lo que siempre eres en tu propio ser;
Tu nombre, que es EL HIJO, sólo Dios,
El Padre tuyo, puede comprender.
No obstante, amándote —en Ti es que Tu Dios
Descanso tiene y Su satisfacción—
Tus santos bendecidos, a una voz,
Su canto elevan con exultación:
Del universo en éxtasis de luz
Glorioso sol y el centro, ¡oh Redentor!,
El tema eterno de löor, Jesús,
De Ti será, ¡oh Amado!, en Tu esplendor.
“Tú eres el Verbo eterno,
Del Padre el Unigénito;
Del cielo el Amado
Dios, visto, oído y manifiesto.
Es el misterio de misterios, la Persona, a lo que estamos mirando. Cuando pensamos bien de Él, aun todo el resplandor del Reino venidero se verá sólo como un velo. ¿Puede el esplendor del trono manifestarle? ¿No serían los honores de Salomón, sí, de los reinos del mundo, un velo sobre la gloria del Hijo, tan realmente como el escarnio del tribunal de Pilato, o las espinas del Calvario? ¿Es el Belemita la medida de Su valor personal más que es el Nazareno? Por tanto, a la fe es fácil ver el Siervo aún, en los días de ensalzamiento como en los días de dolor. Él sirvió como un Siervo, Él sirve como un Sacerdote, Él servirá como un Rey.
Él es el vínculo de vínculos, este misterio que estamos contemplando aquí; y en la fe de él todas las distancias e intervalos desaparecen. Cielo y tierra, Dios y hombre, el Santificador y los santificados, lo más alto y lo más bajo, son introducidos el uno al otro en modos de inenarrable gloria para Dios y de bendición para nosotros.
¡Qué vínculos, qué misterios, qué armonías, qué consejos acerca de los confines de la creación, en las ocultas edades de la divina, eterna sabiduría de la creación! “Vasto como es el curso que la Escritura ha trazado, ha sido un círculo aún, y en la forma más perfecta regresa al punto de donde partió. El cielo que había desaparecido desde el tercer capítulo de Génesis reaparece en los últimos capítulos del Apocalipsis. El árbol de la vida se levanta otra vez junto al río de agua de vida, y otra vez allí no hay más maldición”.
“Aun las mismas diferencias de las formas bajo las cuales el Reino celestial reaparece son profundamente características, señalando como lo hacen, no meramente que todo es ganado de nuevo, pero ganado de nuevo en una forma más gloriosa que aquella en que fue perdido, porque es guardado de nuevo en el Hijo. No es más Paraíso, sino la Nueva Jerusalem; no más el Huerto, sino la ciudad de Dios; no más el Huerto, libre, espontáneo, y no labrado, como la bienaventuranza del hombre en el estado de una primera inocencia hubiese sido, sino la Ciudad, más costosa en verdad, más augusta y más gloriosa, pero al mismo tiempo el resultado de trabajo y dolores seguida hasta una habitación más permanente y más noble, no obstante con piedras las cuales (conforme al patrón de la “piedra angular elegida”), fueron, cada una a su tiempo, laboriosamente picada, y arduamente cuadrada para los lugares que han de llenar”.
Podemos unirnos en estos pensamientos, pero habiendo llegado a la entrega del Reino, estamos en las fronteras del “nuevo cielo” y de la “nueva tierra”. Los cielos y la tierra que ahora son habrán sido la escena de las ejercitadas energías del Hijo, y el testigo de Sus perfecciones en gracia y en gloria, en humillación y en poder, en los servicios del Siervo, el Sacerdote, y el Rey, en la vida de fe, y en el señorío de todas las cosas. Y cuando el Hijo ha sido así manifestado, como en flaqueza y en fortaleza, como en la tierra y en el cielo, desde el pesebre hasta el trono, como el Nazareno y el Belemita, el Cordero de Dios, y el ungido Señor de todo, conforme a la determinación de los consejos eternos, estos cielos y tierra que ahora son habrán hecho todo cuanto tenían que hacer; cuando ellos hayan continuado hasta este despliegue del Hijo, han continuado lo suficiente. Ellos pueden apartarse; y el alma que los ha contemplado por haber cumplido tal servicio puede estar preparada para escuchar esto del profeta de Dios: “Vi un cielo nuevo y una nueva tierra; porque el primer cielo y la primera tierra se fueron” (Apocalipsis 21).
Pero, como dije antes, tenemos muy poca libertad por la Escritura (nuestra única carta y brújula) para seguir al Señor más allá del Reino. Hay, sin embargo, características del “cielo nuevo” y la “tierra nueva”, dadas a nosotros en pasajeras y ocasionales observaciones del Espíritu.
Isaías habla del primer cielo y la primera tierra como no recordados cuando venga la nueva creación; insinuando por ello la abundante excelencia de lo último. Y, otra vez, él dice: “Los nuevos cielos y la nueva tierra que yo hago, permanecen delante de Mí”, sugiriendo por esto que este es el estado eterno (Isaías 66:2222For as the new heavens and the new earth, which I will make, shall remain before me, saith the Lord, so shall your seed and your name remain. (Isaiah 66:22)).
Pablo dice, que después de la entrega del Reino, Dios será “todas las cosas en todos”, indicando por esto, yo juzgo, que todo el poder delegado, toda mayordomía, de los cuales yo he hablado, aun en las manos del Hijo han terminado, como habiendo cumplido su propósito.
Pedro habla de los “nuevos cielos” y de la “nueva tierra” como siendo la morada de justicia; por tal pensamiento llevando a nuestras mentes allende el tiempo del cetro de justicia.
Pero Juan, en el Apocalipsis, es más completo: “Y vi un nuevo cielo y una nueva tierra; porque el primer cielo y la primera tierra pasaron; y el mar ya no es”. Y, otra vez, Juan dice del mismo nuevo cielo y nueva tierra, “He aquí el tabernáculo de Dios con los hombres, y Él morará con ellos; y ellos serán Su pueblo, y el mismo Dios será su Dios con ellos. Y limpiará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y la muerte no será más, y no habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas son pasadas” (Apocalipsis 21). Esto es bienaventurado: “Las primeras cosas son pasadas”. Las lágrimas han desaparecido; la muerte no es; llanto, dolor y clamor no existirán. No quedará traza de las primeras cosas, del pecado y de la muerte. La tierra milenaria no será testigo de un orden tan alto como ese.
“Las primeras cosas pasaron”. No perdemos nada que haya sido dado o comunicado en Sus consejos de gracia y gloria, en los servicios del Hijo, y en las operaciones del Espíritu. Nada será perdido para nosotros, lo cual nosotros hemos recogido en el progreso de las dispensaciones divinas. Eso no podría ser. Aun los refrigerios pasajeros del Espíritu de los cuales la obra interna de corrupción nos priva en múltiples ocasiones, no se pierden para nosotros. Ellos son el testimonio de aquello que es eterno en su misma esencia. Y en igual manera, toda la desplegada sabiduría de Dios debe ser disfrutada para siempre en su brillante resultado. Ella misma es esencialmente eterna, y jamás nos es perdida. Estas manifestaciones de Dios en Su sabiduría, poder, gracia y gloria, han surgido y se han manifestado en el progreso de las edades, y se han encontrado con una lucha en una escena de acción damnificada, arruinada y degradada, como lo es este mundo nuestro; pero en los “nuevos cielos” y en la “nueva tierra” toda esta lucha en toda forma de ella se termina, y otras manifestaciones serán conocidas en su pleno, triunfante y glorioso resultado.
Delante de Aquel que cabalgaba sobre el caballo blanco, los poderes apóstatas de “este presente mundo malo”, en la hora de su mayor orgullo y osadía, son heridos, y el Señor y Sus santos asumirán gobierno justo en la tierra para la ordenada edad milenaria. Ante Aquel que se sienta sobre el trono blanco, el cielo actual y la tierra pasan, y no se halla lugar para ellos; y Él que se sienta sobre el trono dice, “He aquí Yo hago nuevas todas las cosas”. Seguramente estas son distinciones también llenas de significado, y tan significativas de avance y desarrollo en los consejos y tratos divinos, como cualquier momento anterior.
No será el cetro de justicia, sino la morada, y de conformidad con esto no será el trono del Hijo, sino “el tabernáculo de Dios”. No es autoridad divina sobre la escena, sino el hogar de Dios en la escena.
Ya no será más la tierra que una vez fue manchada con la sangre de Cristo, y ha sido la tumba de mil generaciones, sino “una tierra nueva”, no más los cielos que han sido vestidos de saco, y donde truenos y viento y diluvio han hecho la obra de juicio, y han dado testimonio de justa ira, sino “nuevos cielos”.
Él que tenga sed beberá de la fuente del agua de vida; el que venciere heredará todas las cosas (Apocalipsis 21:6-76And he said unto me, It is done. I am Alpha and Omega, the beginning and the end. I will give unto him that is athirst of the fountain of the water of life freely. 7He that overcometh shall inherit all things; and I will be his God, and he shall be my son. (Revelation 21:6‑7)). ¡Benditos caracteres del santo! ¡Cuán poco realizados en las almas de algunos de nosotros! Pero aun bienaventurados, cuando podemos siquiera leer de ellos y pensar en ellos; estar en ansiedad por el Dios vivo, y venciendo a este mundo malo.
Yo, sin embargo, diría un poco más. No debemos especular donde no podemos enseñar; no debemos escuchar donde no podemos aprender de Él. Su Palabra escrita es la norma de los pensamientos de todos sus santos, mientras algunos tienen esa Palabra más ampliamente hecha la posesión de sus almas, por medio del Espíritu, que otros. Hemos de saber la norma común, y también nuestra medida personal en el Espíritu. Por tanto, yo haría una pausa aquí; solamente añadiendo un pensamiento el cual ha sido muy feliz para mí mismo: que aunque no vemos esas regiones distantes, podemos confiar en ellas, —podemos confiar en Él, más bien, Quien es el Señor de ellas—. Podemos asegurar nuestros corazones en Su presencia, que ellas serán exactamente lo que nosotros queremos que sean, exactamente lo que nuestras nuevas condiciones demandarían.
El cielo ha sido siempre lo que la tierra necesitó. Al principio el sol estaba allí para gobernar en el día, y la luna y las estrellas para gobernar la noche. Aquellas ordenanzas fueron puestas en el cielo entonces porque ellas resumían la necesidad de la tierra entonces. Pero no había arco iris en las nubes, porque la tierra no necesitaba una señal de que Dios contendería con juicio. El juicio no era conocido. Pero cuando la conciencia hubo sido despertada, y el juicio fue entendido y temido, cuando Dios fue conocido (en Sus hechos) ser justo, y la tierra necesitó un juramento de que en la ira Él recordaría la misericordia, el cielo lució la señal de esa misericordia y la colgó como si dijéramos en su misma frente.
Conforme a este modo, el cielo ya ha cambiado en sí mismo, o se ha ataviado a sí mismo de nuevo, con la necesidad fluctuante de la tierra; y el pasado es prenda del futuro, aunque “un nuevo cielo y una nueva tierra” hayan de ser revelados. Sí, puedo añadir, la tierra milenaria, en su día, conocerá la misma fidelidad del cielo hacia ella. Porque la morada de la gloria se verá estar allí entonces (como el santuario de paz se sabe estar allí ahora, por fe), y la ciudad celestial de esa edad descenderá en ese mismo carácter, en el cual las naciones de la tierra, sus reyes, su gloria y su honra, necesitarán y se gloriarán. El Dios del cielo y de la tierra, en ilimitada e incesante bondad, será, conforme a este antiguo, constante y no desviado trato, siempre e igualmente fiel a la bendición de Sus Criaturas. “Toda buena dádiva y todo don perfecto es de lo alto, que desciende del Padre de las luces, en el cual no hay mudanza, ni sombra de variación” (Santiago 1:1717Every good gift and every perfect gift is from above, and cometh down from the Father of lights, with whom is no variableness, neither shadow of turning. (James 1:17)). Y el “nuevo cielo” y la “nueva tierra” sólo reasumirán el mismo relato de variada pero inagotable bondad.
Sólo necesitamos la fe feliz que lo verifica todo para el alma.
“¡La casa de nuestro Padre! nunca más nuestras almas
Con temor y a distancia se prosternarán;
Por la sangre de Jesús a ella entramos,
Y con toda intrepidez ahora adorarán.
“¡Nuestro Padre! el pensamiento nunca hubo soñad
Que amor como el Tuyo pudiera jamás existir
Misterioso amor que a Ti nos acerca
Para que cerca de Ti podamos vivir”.
Que estas meditaciones ayuden a nuestras almas a conocer esta cercanía y esta realidad de las cosas benditas de la fe. Amén.